Líquido camino de Gaseoso
Recuerdo a Don Darío cuando nos explicaba los estados de la materia. Nos lo contaba muy parecido a como estaba escrito: “Las tres formas principales de materia se denominan sólidos, líquidos y gases. La materia es todo lo que ocupa espacio y tiene peso. Un sólido mantiene su forma, un líquido toma la forma de su recipiente y un gas llena su recipiente”. Sin lugar para la duda; todo en su sitio.
Y con eso hemos ido viviendo; pero ahora parece que con lo sólido y lo líquido pasa lo mismo que con la edad, que ya no sabemos dónde estamos. En el caso de la edad va bajando en lugar de subiendo: “los cuarenta son los nuevos treinta” o ”los cincuenta son los nuevos treinta y cinco” como escuché decir a ese dependiente a uno que intentaba entrar en un pantalón. Ahora parece que lo “líquido” es el nuevo “sólido”. O que alguna fuerza poderosa derrite lo sólido para hacerlo líquido.
Lo sólido era de lento crecimiento hasta que echaba raíz, no era fatuo ni apresurado. Se sembraba con paciencia y con el tiempo se disfrutaba una buena cosecha o un jamón bien curado. Unos nietos o biznietos quizá verían acabada la catedral en la que se trabajó con afán décadas y siglos. Sólida era la amistad y todas las creencias (aún con su duda perenne).
Este mundo “líquido” que nos intentan imponer tiene que ver con la vieja ambición de ser diosecillos, de reinventar un presente, de imprimir velocidad y cambio para, en la mayoría de los casos, llegar al mismo sitio. Nuevas profesiones, relaciones, impuestos, negocios… todo basado en la inmediatez y algunos algoritmos. Líquida se nos está haciendo la sociedad en la que vivimos. Y como líquido que es, lo intentas amarrar y se escurre entre los dedos.
Estos administradores que nos quieren gobernar han encontrado en lo líquido una forma de llegar más hondo en nuestro bolsillo.
Lo líquido es no respetar la profesión de un taxista y lanzar a personas recién llegadas a la ciudad a conducir coches negros y calificarlos de “chóferes”. No lo son, no pueden serlo; se buscan la vida como pueden y acaban (visto por el que escribe) subidos en una plazoleta por ir más atentos al mapa del móvil que a la propia carretera.
Lo líquido es jugar la Supercopa de España en Arabia Saudí.
Lo líquido es escurrir el sistema judicial a ver si destila el tratamiento que necesitamos para aquel al que tenemos que devolver el favor.
En lo sólido se construyen relaciones y se persevera en ellas. Desde lo sólido se crea una familia. Se aguantan las torpezas propias y ajenas. Se sufre en los desencuentros. Pero también se encuentra la fuerza para salir.
En lo líquido las relaciones tienen fecha de caducidad nada más comenzar. Difícil, por tanto, encontrar dónde está el compromiso que lleva a la confianza, única manera de crear un proyecto. En lo líquido, patada y a correr.
En lo sólido está la bronca y la reconciliación. En lo líquido está, a la mínima, el “si te he visto no me acuerdo” o lo que es lo mismo: “te bloqueo del insta”.
De lo sólido y lo tozudo, de “sostenella y no enmendalla” al final se aprende y se sacan conclusiones. En lo líquido, cada momento es único y por tanto nada vale como referencia. Y los errores se multiplican. Guerras, nuevas familias, justicia laxa y adaptable a cada caso, arrinconar el esfuerzo, posponer cualquier responsabilidad…
Aturde tener tanto líquido alrededor. Agota ver el intento continuado de demoler lo que nos ha traído hasta aquí.
Espero no estar por estos pagos cuando emprendamos la aventura de lo gaseoso que no lo duden: habrá de llegar.