El libro en la calle
Ulises, don Quijote, Ivanhoe, Joseph K., Alicia, John Silver, la Reina de las Nieves, el Enano Saltarín, Aguste Dupin, el agente de la Continental, Chamorro y Bevilacqua, Fortunata, Madame Bovary, Quirke, Ripley… ellos y ellas, todos ellos y ellas y sus más recientes y novedosos compañeros y compañeras van a saltar, están a punto de saltar a nuestro encuentro en plena calle a partir de mañana sábado y hasta el próximo jueves –casi como una inmediata prolongación del recién, el pasado martes, celebrado Día del Libro– desde los anaqueles de las casetas de esa nueva edición de la Feria del Libro conquense, esa cita que, desde su primer aquí estoy de 1979 iba a hacerse costumbre –buena costumbre– unas veces mejor, otras peor llevada, con más o menos presupuesto y, como consecuencia, recursos, ora manifestación local, ora evento con ínfulas de regional, ora agónica sobreviviente, después por fortuna recuperada, con la sola excepción de un par de años de triste ausencia. Un encuentro –un reencuentro– gozoso para quienes tanto hemos disfrutado al hilo de las aventuras y desventuras de tantos de ellas y de ellos y tanto esperamos seguir haciéndolo con sus nuevos y nuevas camaradas y, desde luego, para quienes, por edad o falta de ocasión, aún no los descubrieron, para que puedan hacerlo y así, de su mano, gozar, cual nosotros hicimos, de sorpresa en sorpresa, de susto en alivio, de intriga en descubrimiento, al surcar en su compañía el Helesponto, avanzar por las llanuras manchegas, galopar por una medieval Inglaterra de resabiados templarios en auxilio de la bella Rebeca, saltar de sorpresa en sorpresa por el País de las Maravillas con la alocada Liebre de Marzo por guía o recorrer Región, Celama, Macondo, la mágica Contrebia o cualesquiera geografía por la que nos propongan acompañarlos, viajeros ávidos en la inflamada noche oscura juanista o a la cervantina luz del alba. Sí, desde mañana sábado y hasta el próximo jueves ahí los vamos a tener como estuvieron ayer, como estarán mañana – en papel o en digital soporte, qué más da, los tiempos cambian pero ellos ahí han estado y ahí van a seguir estando – siempre prestos a recibirnos. No les hagamos esperar: ahí los vamos a tener en las presentaciones de nuevos títulos, en los coloquios, en las actividades todas por los regidores de la cita organizadas pero sobre todo en las estanterías de las casetas y en el despliegue de los mostradores aguardándonos para, prestos a acompañarnos, hacernos a todos, mayores y pequeños, cómplices de la palabra. Y eso, déjenme que les diga, es impagable motivo de gozo para quienes estamos convencidos de que al hombre tal como es, con sus luces y sombras, le hizo un día el verbo.