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Una joya a cuidar

De tentadora de unos valores arquitectónicos, artísticos e históricos que en 2015 le valían   su declaración  como Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de monumento, la Iglesia de la Virgen de la Luz (y de San Antón, que es su nombre completo), paradigma del barroco religioso conquense, es sin duda alguna uno de los monumentos esenciales del patrimonio arquitectónico de nuestra capital provincial, Ejemplo espléndido en su aspecto actual del –en palabras del historiador del Arte Pedro Miguel Ibáñez, sin duda el mejor conocedor de la historia y valores artísticos del edificio y autor del magnífico volumen que sobre él se publicara en 2011– del “espíritu arquitectónico y ornamental que, en 1760, concibió la fértil imaginación de José Martín de Aldehuela”, principal responsable del acusado carácter artístico hoy del edificio, es sin duda una joya aunque, sorprendentemente, no suela figurar con ese papel de relevancia que le correspondería en la oferta artístico-turista de la ciudad en general demasiado tendente, ¡ay!, a la rutina. Aquejado de deficiencias en su conservación que lo comprometían, bendita sea la noticia de que por fin se vayan a afrontar las que suponían, principalmente, las grietas de sus techos y muros laterales tras la adjudicación por el Consorcio de la ciudad de los correspondientes trabajos a la empresa que los llevará a cabo siguiendo un proyecto que según se ha anunciado comprenderá también la reparación de las patologías localizadas en las fachadas del edificio tales como fisuras, desconchados y manchas de humedad, además de proceder a su pintado íntegra y la reparación y reconstrucción de las partes del alero que están en mal estado. Una actuación que esperemos –y que así se vigile, por favor– amén de echar mano de todos los conocimientos y de todas las herramientas y técnicas que hoy por hoy se conocen para este tipo de trabajos de conservación y restauración, tenga muy, pero que muy en cuenta, las características y parámetros de ese –déjenme que lo repita– espíritu arquitectónico y ornamental” de Aldehuela que lo conforman. Que así se haga y esa consolidación restauradora sirva a su vez de acicate para que los gestores de la oferta turística conquense –especialmente, claro, los locales por más directamente interesados– tengan más en cuenta de lo que, como antes apuntaba, lo han venido haciendo al templo por más que, además de ser de titularidad municipal, albergue a la propia patrona de la ciudad, y de hecho lo incluyan en los itinerarios y ofertas de visitas atendiendo a –como precisaba precisamente esa su declaración como BIC a la que antes aludía– los valores que “hacen de ella uno de los templos imprescindibles a la hora de visitar la capital conquense”.  Pues amén, es decir: que así sea.