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"La hora del optimismo rural"

Algo está cambiando en los pueblos. No son el problema. Nunca lo fueron. Los graves problemas del mundo contemporáneo han surgido del ámbito urbano, en muchas ocasiones por mirar hacia otro lado y olvidar muchos conocimientos tradicionales que habían permitido la supervivencia durante milenios. 

Es el tiempo de los pueblos, de buscar alternativas y nuevas formas de ver el mundo usando mimbres distintos. Un fenómeno que se refleja en la reciente atención mediática y en la inclusión del mundo rural en la agenda política, pero que deben ir mucho más allá, porque en este momento se da una confluencia de factores que abren una ventana de oportunidad para revertir el fenómeno de despoblación que ha sufrido el mundo rural durante el último siglo. 

Hablar de emprendimiento rural ya no es un oximorón, si no una realidad que está dando sus frutos a través del apoyo a propuestas de personas interesadas en instalarse en el medio rural. Innovación apoyada en conocimiento tradicional, pero también en medidas públicas concretas favorezcan este regreso al medio rural con vivienda social, incentivos fiscales o equiparación de los servicios públicos, superando la cultura de la subvención para instalarse en la de la inversión. 

Nuevos discursos innovadores construidos desde el mundo rural, que deben visibilizarse públicamente, generando nuevas dinámicas de creación de empleo y servicios que permitan que la vida en los pueblos sea una opción real a valorar. 

La sociedad en su conjunto debe entender que no puede realizarse una transición ecológica que excluya al mundo rural. Si hemos de abandonar necesariamente la economía del usar y tirar, las nuevas oportunidades están en el campo, en la gestión de los montes y de los recursos naturales para que sean productivos, generando riqueza sostenible y empleo en la nueva economía circular. Las iniciativas políticas y legislativas deben caminar de manera clara hacia el ciclo biológico de la economía circular como componente clave del Green Deal, incluyendo el monte, ese enorme porcentaje del territorio que hemos abandonado porque no era productivo en el actual modelo lineal y depredador, pero que es clave desde la perspectiva circular. 

La clave está en el ciclo biológico de la economía circular, no se trata sólo de mantener los materiales en circulación el mayor tiempo posible a través de su reutilización o reciclaje, sino en sustituir materias primas finitas por renovables, y estas son biológicas y se producen en el ámbito rural. La agricultura ecológica será clave para generar resiliencia biológica al cambio climático y debe convertirse en un foco de atracción para la iniciativa empresarial, sin olvidar la importancia estratégica la soberanía alimentaria y la producción de alimentos kilómetro cero, porque la última crisis sanitaria debe hacer reflexionar sobre la debilidad de fiarlo todo al comercio global. Para el cuidado de estos ecosistemas será necesario conservar y valorar el conocimiento rural tradicional agrosilvopastoril que debe formar parte también de un nuevo pensamiento ecológico que debe también poner su foco en la agricultura, en la ganadería y en la gestión del monte. Lo rural y lo medioambiental deben caminar juntos indefectiblemente. 

La transición ecológica y tecnológica, la economía circular, nuevas formas de entender el turismo de manera sostenible e integrada en la economía rural, nuevas maneras de entender la escuela rural y la calidad de vida, la responsabilidad social corporativa o la posibilidad real de trasladar iniciativas públicas y privadas al medio rural aportándole un valor añadido, forman parte de este nuevo escenario social, ambiental y económico. Sobre estos temas se estuvo hablando durante la I Semana Universitaria del Optimismo Rural que se celebró en Tragacete hace unos días, organizada por la Fundación Los Maestros y en la que participaron expertos universitarios, empresariales y vitales. 

Los pueblos se han convertido en laboratorios de innovación. Es tiempo para el optimismo rural.