Hacedlo por el
Cuando aterricé en Cuenca, sobreviví durante unos meses en Ramón y Cajal. Solo tuve a bien desembalar de la mudanza un Pentium I del 95 y algunos libros. No recuerdo bien el orden. Cada mañana, con la ciudad aún dormida, bajaba, en dirección al instituto, la calle San Francisco o la Federico García Lorca —¿un santo y un mártir?—. Mi objetivo era siempre el mismo: el kiosco de prensa de la calle Cervantes (en el Xúcar) o el kiosco de prensa de la plaza de los Taxis (también de la Hispanidad). En menos de dos metros cuadrados cabía casi todo lo que me importaba en el mundo: Titulares, coleccionables, libros y el último de Dinamic Multimedia; sueños «low cost» para los hijos de los pobres.
Esta misma semana me he enterado de que el segundo de los kioscos será derribado y el «Turrin» ha cerrado (me he resistido a verificarlo). Imagino que lo del Teo es ley de vida y, al fin y al cabo, la gente inimitable no se puede sustituir; pero lo del kiosco… ¿No era del Ayuntamiento? ¿No era de los conquenses? Ahora no solo desaparecen mis sueños, sino que desaparecen mis realidades. El Nuevo Mundo no es América, es una pantalla. Puede que cuando menos nos lo imaginemos tengamos a nuestros jóvenes filtrándose para presumir de todo lo que nunca serán y masturbándose delante de un móvil. Yo solo soñaba con ver esta columna prendida de un cordel en un kiosco.