Me gustaría verlo
El amor es como un saco de melones. Hay muchos pero nunca sabes cuál es el bueno hasta que no lo abres. Todo el mundo te da consejos para que encuentres el mejor pero solo hay un modo de saberlo. Imagino que por eso existen el divorcio y el concubinato. Pero, una vez que empiezas el melón, ¿qué estás dispuesto a aguantar? ¿Algún caliche sobre su piel de sapo? ¿que no esté dulce? ¿que esté un poquito vinagre? Imagino que depende del hambre de cada uno y de las ganas de comer melón.
Y a estas alturas aparece la eterna pregunta. ¿Qué estarías dispuesto a perdonar por amor? Que pase más tiempo con sus amistades que contigo… que sus hábitos de higiene no sean los más estrictos… que tenga gustos totalmente distintos… que sea de otra religión… que tenga otra ideología… una infidelidad… que sea un cutre… ¡Eso ya no! Y estaremos de acuerdo en que intentar desgravarte un desodorante comprado con el dinero defraudado a la hacienda pública es más cutre, incluso, que robarlo; más cutre, incluso, que follar con calcetines negros.
Y no sé por qué, ahora me pregunto: ¿Qué estamos dispuestos a perdonarle a un político? Que no sea leal a su partido… que no sea leal a Madrid… que no sea leal a España… que conviva en concubinato… Y es que, demasiado a menudo, los políticos parece que son como el chiste del perro Mistetas: conocidos, inevitables y sin gracia. Pero somos nosotros los que contamos el chiste y nos seguimos riendo.