Evidencias e incoherencias
Desde los medios más conservadores y en el discurso de muchos dirigentes de partidos políticos y representantes de alguna que otra plataforma ciudadana se han vertido vaticinios apocalípticos cuando el Gobierno de España tomó la decisión de suprimir la línea férrea Tarancón-Cuenca-Utiel. Se habló entonces de atentar contra la movilidad en la provincia, de dar un golpe mortal a la vertebración del territorio conquense e incluso se acusó al Ejecutivo y al resto de instituciones de permitir que la provincia fuera la única de España sin ferrocarril convencional, obviando que hace 20 años se cerraron en nuestro país más de 900 kilómetros de líneas altamente deficitarias. Sin duda, los defensores de la comunicación ferroviaria con Levante debían saber que se trataba de un trayecto claramente infrautilizado por la ciudadanía y dotado con material antiguo y poco eficiente, algo que también sabían los responsables de Renfe. Hubo incluso algún alto cargo del Partido Popular que llegó a proponer el cierre de la línea mucho antes de que los socialistas tomaran la iniciativa en este sentido.
Resulta evidente que el tramo Tarancón-Cuenca-Utiel sufrió un penoso abandono por parte de las diferentes administraciones a lo largo de los años que estuvo vigente. Apenas se invirtió en su mantenimiento, hasta tal punto que sus avatares entraron en un bucle de todos conocido: cada vez se fue utilizando menos porque no funcionaba bien y no funcionaba bien porque cada vez se utilizaba menos… hasta que dejó de ser rentable. Visto desde un punto de vista, digamos, “romántico”, la supresión supuso un golpe a quienes valoraban un itinerario que unía casi en línea recta a muchos pequeños municipios con el Levante, sobre un recorrido de alto valor paisajístico y vertebrador. Pero es sabido que en los tiempos que corren el romanticismo deja tristemente de ser tal si no reporta beneficios, especialmente sociales, y más en un servicio que requiere fuertes inversiones para mantenerse a flote.
Pero hasta la fecha no se han cumplido las peores previsiones de los agoreros. Lejos de haberse asestado la puntilla al transporte de viajeros en muchas zonas de la provincia, la tendencia ha sido la contraria. Según hemos conocido esta semana, el año pasado el Plan X Cuenca multiplicó por 15 la movilidad de viajeros en la provincia. No es una cifra baladí, porque supone que la alternativa ofrecida al ferrocarril convencional es atractiva para muchos viajeros y parece funcionar de manera eficiente. Dejando a un lado el debate de oponer el transporte por carretera al ferroviario, todo parece indicar que en el caso de la provincia conquense no se puede hablar de carencias en cuanto a libertad de movimientos por el territorio.
De lo que sí hay que hablar es de la incoherencia achacable a algunos dirigentes del PP. Tras la decisión del Tribunal Supremo de desestimar el recurso contra el cierre de la línea, los populares de la capital, valedores del recurso, urgen al ayuntamiento a acelerar los proyectos del citado plan, mientras que los responsables provinciales apoyan otro recurso que algunos ayuntamientos afectados por el cierre de la línea han presentado ante el Tribunal Constitucional. No es hilar muy fino el hacer una oposición coherente basada en puntos de vista claramente contradictorios, porque lo que queda al descubierto es una palmaria ausencia de criterio.