El estribillo
Hubo un tiempo en el que nos mirábamos a los ojos sin vernos las caras. Eran los tiempos de las mascarillas y las distancias japonesas. Ahora, parece que, aunque reducidos, esos tiempos han vuelto. Las mascarillas siempre fueron polémicas —dónde, cuándo, quiénes…— aunque esa polémica nunca fue médica o sanitaria; sino política y periodística. Pasada la pandemia parecía que todos habíamos aprendido algo, aunque solo fuese cuándo, dónde o cómo usar las mascarillas. ¡Que Fernando Simón nos ampare! Porque no hemos aprendido nada. Llegado el momento, el criterio acaba siendo el sentido común; el menos común de todos los sentidos. ¿Hacer caso a los sanitarios? Es difícil cuando el sentido común de algunos llama «fanatismo climático» a lo que otros llamamos cambio climático. Unos vamos al médico y pensamos que hay que hacer lo que dicen; otros, imagino, que irán al curandero, a su chamán de cabecera y sacarán los santos para que se reduzcan los efectos del cambio climático. Pero todos —sin distinción de raza, sexo, religión o nivel de estupidez— votamos. Yo he ido hoy mismo al Carrefour a comprar mascarillas. Estaban, en masa, nada más entrar, en el punto más caliente del comercio. Al menos, una vez más, alguien acabará haciendo negocio con todo esto. A poder ser, alguien que sea hermano de alguien, de alguien que sea muy español y mucho español.