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Démosle importancia

Lo resaltaba a golpe de reportaje hace algo menos de cuatro años uno de los principales diarios de nuestro país: al aplicar el cociente entre sus quince centros culturales oficiales y su número de habitantes censados Cuenca sería la primera capital española en cultura per cápita y desde luego era –y sigue siéndolo– la que más museos tiene por habitante. Es algo a lo que los propios conquenses no sé si le hemos dado, si le damos la importancia que tiene, pero desde luego no viene mal recordarlo a las puertas de la celebración este sábado de esa Noche del Patrimonio que se va a desarrollar de manera conjunta en las quince ciudades españolas Patrimonio de la Humanidad y que en concreto en este nuestro capitalino rodal va a mantener abiertos esos nuestros museos y esos nuestros recursos naturales dentro de un abanico de actividades que van a incluir una treintena de actividades. Una celebración que también nos da pie para preguntarnos si más allá de esa satisfacción de números nuestros museos afrontan el papel que hoy por hoy les debe hacer, cual palancas de cultura, lo suficientemente significativos para los ciudadanos a quienes en este campo deben representar y servir; o, dicho de otra manera, cómo afrontan los cambios experimentados en esa sociedad en la que llevan a cabo su labor. Una labor que si algo tiene que tener claro es que no puede limitarse a la de mero escaparate pasivo de sus contenidos sino que debe unir a ello el conformarse como motor de actividades con ellos relacionadas buscando nuevas estrategias para conectar con sus comunidades mediante, como hace ya algún tiempo señalara la profesora Isabel María García Fernández,  mediante “un compromiso que contemple y trate de armonizar los intereses y necesidades de los individuos y la sociedad con el contexto en el que se desarrolla; es decir, ponerse a su servicio (sirva como ejemplo apoyar a los artistas), implicarse en la preservación de las tradiciones y servir de apoyo a la educación de todo tipo de público”, pasando de su tradicional concepto de museos al de foros, entendiendo ese concepto de foro aplicado a estos asuntos como “como un lugar de confrontación, innovación y experimentación” como otro experto referencia en estos temas, Duncan F. Cameron, ya señalara en los más que lejanos setenta del pasado siglo. Una labor que debe implicar necesariamente no sólo a sus responsables sino a la entera sociedad en que la desarrollan buscando la colaboración recíproca de esas entidades con las colectividades a las que deben servir y con, desde luego, sus representantes socio-económico-políticos. Buena ocasión pues –déjenme que me repita– la de la celebración de esta Noche del Patrimonio como lo hubiera también sido el pasado mayo la del Día Internacional de los Museos, para preguntarnos cómo lo llevamos a este respecto por estos nuestros lares y, aunque hay que decir que no andamos demasiado mal, nunca está de más interrogarnos por si hacemos lo suficiente o qué más podríamos hacer más allá de ese mismo suficiente. Démosle al asunto la importancia que se merece y aprovechemos esa tan buena base, ese tan espléndido punto de partida del que gozamos para avanzar y mejorar cuanto más podamos.