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Dana

España entera está espantada y consternada por los terribles efectos de una DANA que todavía está ocasionando una gran tragedia en muchos lugares de la geografía nacional, sobre todo en la Comunidad Valenciana. A la hora de editar estas líneas, se han recuperado 155 cadáveres, pero la cifra puede aumentar porque aún se está tratando de localizar a muchas personas entre un mar de barro y escombros que no facilita la labor de los equipos de rescate y de los voluntarios que ayudan en esta angustiosa búsqueda. Al margen de la tremenda pérdida de vidas humanas causada por unas precipitaciones nunca vistas en este siglo ni en décadas anteriores, los daños en domicilios, bienes, calles y mobiliario urbano, infraestructuras y explotaciones agropecuarias son incalculables, como lo son también las consecuencias psíquicas y físicas de la gente que lo ha perdido todo, o casi todo, y que ha sentido muy cerca el aliento de la muerte o llora ya la desaparición de sus seres queridos. Todo ello habrá que pagarlo y la factura va a ser extremadamente grande y grave.

   No es el momento de buscar culpables, porque nadie puede cargar con la responsabilidad de la enorme gota fría que estamos sufriendo, pero sí que cabe la crítica a quienes dudan del cambio climático y evitan o deploran la toma de medidas para poder paliarlo, que no evitarlo, porque ya casi no se puede y sus efectos son palpables porque los estamos comprobando con el paso de los últimos años.  Las canículas son cada vez más frecuentes y tras ellas llegan las enormes tormentas que descargan inmisericordes la enorme cantidad de agua evaporada de los mares y masas de agua cada vez más calientes por el efecto invernadero. El nivel de los océanos sube según se van derritiendo los polos y pronto habrá que cambiar los mapas porque las costas están mudando sus perfiles. El calentamiento global es un hecho y quien lo ponga en duda tiene el mismo valor intelectual que quienes sostienen que la Tierra es plana. O acaso responden a intereses comerciales de los que aún defienden el uso de los combustibles fósiles y desprecian los avances logrados en el campo de las energías renovables porque pretenden seguir elevando sus ya abultadas cuentas de resultados.

   En el campo de las responsabilidades, quizá sí haya que incluir también a los promotores de planeamientos urbanísticos que en su día obviaron el peligro existente de construir junto a cauces de ríos, existentes o ya extintos, en zonas claramente inundables o sin haber tenido en cuenta los riesgos de edificar cerca del mar. Un análisis detenido de los daños producidos por las grandes tormentas desemboca casi indefectiblemente en una conclusión: todo territorio robado a un antiguo cauce o al mar es susceptible de ser recuperado por la naturaleza del propio cauce o del propio mar. También hemos podido comprobar de qué pavorosa manera puede crecer un río tranquilo cuando se abren los cielos y se abate una DANA como la que nos ocupa estos días.  Ahora le ha tocado lo peor al Levante y a Castilla-La Mancha, especialmente en Albacete y Cuenca, con municipios como Letur o Mira, que se han llevado la peor parte, pero también están sufriendo en Cataluña, Aragón y Andalucía y nadie puede asegurar que las próximas gotas frías no afecten a otros territorios. En este sentido, la cuestión no es si volverá a ocurrir, sino cuándo y dónde ocurrirá.