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Cuando las barbas de tu vecino...

En paralelo a la furia arancelaria que ha decidido desatar a todo lo largo y ancho del universo mundo y de las ínfulas expansionistas sin empacho proclamadas –con especial pero no único ejemplo en  la aireada anexión de Groenlandia– o neocolonialistas –échenle el ojo, compañeros, al panameño canal–, la nueva trumpista iliberal administración estadounidense ha desencadenado también una loca ofensiva tanto negacionista como constreñidora de muchos de los elementos esenciales no ya de la convivencia democrática de propios y ajenos –de la negación de la libertad de información restringiendo el acceso de los medios que considera críticos a los, saltándose incluso sentencias judiciales, inhumanos atentados contra su población de origen inmigrante–  sino también adoptando decisiones y llevando a cabo nombramientos atentatorios del bien común en algunas de las áreas más directamente relacionadas con la propia supervivencia existencial de sus ciudadanos como es el nombramiento, en la más suicida de las decisiones, de un antivacunas al frente de la sanidad del país o de la adopción en la práctica de una política negacionista del riesgo climático. Ahora bien, déjenme que, acogiéndome al título genérico de esta semanal sección opinativa, les diga  a ustedes, les plantee, vaya, si en el fondo tanta desastrosa política interna del patrón norteamericano está tan lejos de lo que viene ya ocurriendo, que es lo malo, por estos nuestros más cercanos e inmediatos lares europeos e hispanos. Porque en verdad cuando uno ve ahí al lado, en nuestra convecina Hungría, a su primer ministro Viktor Orban, aparte de ponerle alfombra roja al genocida Netanyahu incumpliendo sin rubor alguno –y lo mismo hay que temer que no va  a ser el único– la orden de detención dictada contra él por el Tribunal Penal Internacional,  cuando le vemos, repito, atacando ahora sí y luego también a la independencia judicial, o, qué demonios, cuando, viniéndonos más cerca, aquí, aquí mismo,  en nuestra ibérica piel de toro, observamos como nuestras tan en liza fuerzas de ultraderecha cual Vox –que por cierto a ver qué opinan sus integrantes, tan patriotas ellos, de las amenazas arancelarias de su adorado mister Trump– juegan la baza de ir imponiendo tanto en determinados y, ¡ay!, en crecimiento sectores de opinión como en la propia componenda partidista su catastrofista retórica y su ideario racista y negacionista mediante un chantajeo votacional –oiga, mire usted, es que los presupuestos…– que, qué demonios, vaya si no va consiguiendo avanzar en sus desestabilizadores objetivos con la más que peligrosa, le parece a uno, anuencia de quienes se están así convirtiendo, seamos claros,  en compañeros de viaje de tan indeseada ruta, pues qué quieren ustedes, a uno se le viene de inmediato al magín y al comentario esa por cierto que aguda sentencia de nuestro refranero que bien claro, admonitoria, tan claramente nos avisa de que “cuando las barbas de tu vecino veas pelar… pon las tuyas a remojar”. ¿O no?