La cobarde política de los reptiles
Siempre me pregunto por qué cala con tanta facilidad la propaganda de la guerra, del rearme y de la seguridad y sin embargo cuesta tanto convencer a la voluntad humana con la propaganda de la paz. Como dice mi amigo Miguel, la respuesta está en el cerebro reptiliano, en su ciega obediencia al miedo. Así es, toda criatura agredida tiene en su ADN información para reaccionar de dos formas: huir o atacar. Evidentemente, si nos hubiésemos quedado en esa mínima expresión genética, ustedes no me estarían leyendo, su cerebro no entendería las letras, ni la poesía, ni la música, ni la ciencia. En el mejor de los casos comeríamos carne putrefacta y dormiríamos en covachos. Con razón dice Fernando Montaña que “superar el miedo es la labor fundamental de la razón”.
Busco en los medios las valiosas razones que se esgrimen para el rearme. Dicen que por fin salimos del “letargo endémico en materia de defensa”, así denominan los 80 años de paz en el que el mundo ha conocido los mayores avances en la democracia, la ciencia y el bien estar. Dice la Rubia (Von der Layen), que “se acabó el tiempo de las ilusiones”, que “Este es un momento para Europa. Y estamos listos para dar un paso al frente”; lo cual, como puede verse, constituyen argumentos de peso llenos de evidencias, hechos y datos contrastados. Dicen que “Bruselas se ha dado cuenta de que necesita ser capaz de defenderse sola”, que viene a ser lo que le decía un padre a su mujer cuando al hijo lo maltrataban los matones en el cole: un elevado testimonio de la incapacidad para usar los recursos básicos de la razón, como han demostrado ser la mediación, el diálogo o la negociación.
La Rubia dice alegremente «Europa quiere la paz mediante la fuerza», nadie rechista. La pregunta retórica es: ¿el aumento de las tensiones geopolíticas justifica el incremento en el gasto en defensa? o ¿es, o será, el gasto de defensa quien aumentó, o aumentará, las tensiones geopolíticas? Si atendemos a los hechos históricos, por emplear datos, lo segundo siempre ha sido cierto. Los que ya no pueden esperar al futuro inminente claman: “hay que prepararse para la amenaza rusa”. No sé. No parece que el hijo de Putín haya hecho declaraciones al respecto de invadir Europa. El Rubio, por su parte, ya ha amenazado con invadir Panamá y Groenlandia, quizá también Canadá, y nadie ha pensado en rearmarse contra el Rubio.
Una vez más se empeñan en meternos al enemigo en la cabeza, y no parece que les resulte imposible. Sin embargo, resulta muy difícil convencer al ciudadano de que la seguridad no la proporcionan las armas. No lo consiguió Cristo, al que adoran, glorifican y, evidentemente, defienden con uñas y dientes. Creen que las armas son la paz, que la industria armamentística es bonanza económica, que las balas son dinero y seguridad. Hace mucho tiempo que quien se rearma para ganar una guerra la pierde. Una guerra es siempre perder. Menos para los de arriba. Para ellos la guerra siempre es una buena inversión, se acaba con las reclamaciones sociales, con las subidas de sueldo, se merma el exceso de población, se destruye lo que luego se tiene que volver a construir, se compra muy barato, se negocia con soberbia ventaja.
¿Hay algo más cobarde en un ser humano que esgrimir un arma? ¿Hay algo menos humano que la fuerza? Le llaman poder blando a la cooperación, al intercambio de conocimiento, a la ciencia. Si de veras quisiera alguien con cerebro no reptiliano protegernos de las amenazas del futuro atendería a los avisos ciertos de la ciencia y no a las hipótesis descabelladas de los orgunecios. Las primeras están basadas en hechos fiables, constatables, contrastados. Nos advierten de peligros inminentes, nos previenen de amenazas cercanas, nos muestran la evidencia de los zarpazos que ya está propinando a nuestro bien estar y a nuestra economía el cambio climático.
Las segundas esgrimen suposiciones, supercherías, agitan el sonajero del miedo para que el reptil cierre los ojos y asienta al imaginario valor de las armas para ofrecer la seguridad. Claro que el homo precisa salvaguardarse de los peligros que le acechan, pero ¿le daría un rifle a un niño cuando tiene miedo de que la inundación alcance su ventana? ¿Es lógico proporcionar un revolver a una niña cuando el incendio esté a punto de arrasar su casa? Necesitamos apoyar la ciencia que nos proporciona la seguridad cierta para preservar la salud y necesitamos de los datos para observar la evolución de un clima errático y cambiante. En vez de invertir en esa seguridad invertimos en la de las armas ¿se puede ser menos político, más cobarde y más reptil? Con las armas, ayer se mataban judíos, hoy se matan palestinos, mañana te matarán a ti: las ideas oscilan, los muertos permanecen.