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Ciudad y Civismo: El Desafío de Convivir con Calidad

Pasear por la ciudad debería ser una experiencia agradable, pero en los últimos tiempos se ha convertido en una suerte de ejercicio de esquiva. A cada paso, uno debe estar alerta para no pisar la última deposición abandonada por alguna mascota cuyo dueño, por desidia o indiferencia, decidió́ no hacerse cargo de sus responsabilidades. Las aceras, los parques, las zonas ajardinadas e incluso los espacios infantiles están marcados por esta problemática, evidenciando una falta de civismo que degrada nuestra convivencia y la imagen de nuestra ciudad.

Este problema afecta a toda la urbe, pero un ejemplo evidente es el Parque San Julián, probablemente el lugar más emblemático del centro de Cuenca, donde generaciones de niños han jugado desde su fundación. No importa por qué puerta se acceda, siempre hay algún excremento dándonos la bienvenida.

Un parque de tal importancia, por su ubicación y dimensiones, debería ser un espacio de esparcimiento limpio y bien cuidado. Sin embargo, la realidad dista mucho de este ideal. Está visiblemente sucio y su hedor resulta insoportable. Además, el mobiliario urbano, cuando se deteriora, tarda demasiado en reponerse. Las pintadas vandálicas afean el entorno, las estatuas dedicadas a ilustres de la ciudad sufren ataques y, como si fuera poco, el parque está plagado de excrementos de incontables perros cuyos dueños optan por mirar hacia otro lado.

La ordenanza municipal es clara al respecto. Su artículo 43.5 establece que "el conductor del animal está obligado a llevar medios para recoger y retirar los excrementos inmediatamente y de forma higiénica, debiendo limpiar la parte de la vía o lugares públicos que hubieran resultado afectados". No obstante, la realidad demuestra que muchos ignoran este deber. Algunos propietarios no recogen nada; otros sí, pero creen que basta con apartar la suciedad hacia los bordillos o esconderla entre la vegetación. Y así, poco a poco, el paisaje urbano se va degradando.

 

Pero no solo se trata de las deposiciones. Hay otro problema del que apenas se habla: los orines. Las fachadas, los bancos, las farolas y los propios adoquines se ven afectados por estas micciones constantes, provocando manchas y olores desagradables que deterioran el entorno. La normativa municipal regula la recogida de excrementos, pero nada dice sobre los orines, permitiendo que este daño continúe sin ningún tipo de control ni sanción.

Es importante recordar que la misma ordenanza municipal establece en su artículo 43.2 que "los perros que no sean potencialmente peligrosos podrán estar sueltos en las zonas y lugares señalizados por el Ayuntamiento. En los parques y jardines públicos que no tengan zona acotada podrán estar sueltos, bajo la estrecha vigilancia de su cuidador, desde las 19:00 a las 9:00 horas en otoño e invierno, y desde las 21:00 hasta las 8:00 horas en primavera y verano"; pero también es cierto que en su artículo 43.3 se recoge que "se prohíbe la presencia de perros en los areneros y zonas de recreo infantil". Sin embargo, en la práctica estas disposiciones parecen no aplicarse o, en muchos casos, no respetarse, afectando directamente a los niños que acuden al Parque San Julián y a otros espacios similares.

La dejadez de algunos propietarios convierte estos espacios, que deberían ser seguros y limpios, en una trampa insalubre para los más pequeños. Nos preocupa que el Ayuntamiento no tome cartas en el asunto, especialmente cuando en octubre de 2024 se aprobó por unanimidad la creación de áreas caninas por la ciudad, una medida que aún no sabemos en qué estado se encuentra. ¿Es necesario recrudecer las sanciones? ¿Modificar la ordenanza? ¿O bastaría con hacerla cumplir de manera efectiva?

 

Quiero aprovechar estas líneas para incidir en que no solo la suciedad es el problema al que deben enfrentarse en este caso los niños. Las zonas infantiles, que deberían ser espacios seguros y atractivos para los más pequeños, presentan un estado lamentable. No nos gustan los columpios que hay para nuestros hijos: están rotos, son peligrosos y, aunque el Ayuntamiento está dando algunos pasos, estos son muy lentos y, en algunos casos, insuficientes. Mientras tanto, los niños van creciendo y la oportunidad de disfrutar de parques novedosos y estimulantes se va perdiendo. Nos recuerda a cuando teníamos que irnos a otras ciudades para comprar y parecía que estábamos en otro mundo. Ahora que ya contamos con McDonald's y un centro comercial, la gran diferencia, entre otras, bien podría ser esta. Ir a otra ciudad y visitar un parque es como viajar a otro planeta. Parece que Cuenca es el único lugar donde las zonas infantiles se reducen a columpio + tobogán + muelle por setenta, y, además, en mal estado.

No quiero terminar sin dejar claro que el objetivo de este articulo no es oponerse a la presencia de perros en la ciudad. Niños sí, paseantes sí, perros también, pero en convivencia sana. Lo que pedimos es responsabilidad por parte de los propietarios y un compromiso real por parte del equipo de gobierno municipal para garantizar que los espacios públicos sean disfrutables para todos. Porque una ciudad que no cuida lo que es de todos, tarde o temprano, deja de ser habitable para cualquiera.

En conclusión, nuestros hijos se enfrentan a dos problemas fundamentales: el estado y la calidad de los columpios, y la suciedad de los parques y zonas infantiles. Es urgente que se tomen medidas efectivas para garantizar que los espacios públicos sean lugares seguros, limpios y adecuados para el disfrute de todos.