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Centenario a punto de terminar

Dos muestras abiertas en el propio Museo con que su generosidad dotó a Cuenca transformándola con ello a la ciudad en fuente de modernidad artística y estética para un país bien alejado en aquellos años sesenta del pasado siglo del acontecer creativo internacional, recuerdan estos días indirecta pero claramente, al hacer historia de algunos de los nombres precisamente ligados a esa institución, al pintor y mecenas hispano filipino Fernando Zóbel en el penúltimo mes ya de este año en el que por estos lares hemos venido conmemorando el centenario de su nacimiento. Si la exposición dedicada a los hermanos Blassi –Jordi y Jaume–, aparte de reflejar también el resto de su exitosa trayectoria posterior, retrotrae a sus visitantes a los inicios mismos del museo zobeliano a cuya intención de trascender su propia realidad física y difundirse a través de los medios tanto colaboró su labor, por su parte la que, mediante un pequeño y concentrado pero bien clarificador recorrido antológico de la obra de Antonio Lorenzo, nos acerca al hacer de uno de esos creadores a los que la colección de las Casa Colgadas sirvió de plataforma de reconocimiento aunque quizá, haya sido, más que injustamente, uno de los menos habitualmente citados y reconocidos, desde luego no tanto cual su calidad demanda. Son ofertas expositivas que vienen a casi culminar –estamos ya en noviembre– los recordatorios que propiciados por esos cien años del nacimiento de Zóbel se han venido celebrando y que tendrán público colofón con esa jornada de puertas abiertas que además de, lógicamente, permitir a quienes la usen el poder disfrutar de la colección del Museo y de las dos mencionadas muestras y junto a varias actuaciones musicales distribuidas a lo largo del día y rematadas con la interpretación, ya a su final, en el Parador de San Pablo de la pieza musical “La vista XXVI”, inspirada en el cuadro homónimo del propio artista integrará también la apertura de otra exposición igualmente relacionada en alguna medida con el propio devenir de la institución por él fundada, la dedicada al “Archivo Portera”, conformada en torno a la faceta cinematográfica del destacado neurólogo y académico Alberto Portera que además de su carrera médica, como apasionado del arte y el cine, mantuvo una estrecha amistad con los artistas del grupo plástico centrado en torno al Museo de muchos de los cuales –Manolo Millares, Bonifacio Alfonso, Antonio Saura o José Guerrero, por ejemplo– realizó grabaciones en super-8. Son y van a ser muy probablemente los últimos hitos de los distintos actos de continuado homenaje que al hilo del aludido centenario han venido llevando a cabo las distintas instituciones. Un homenaje más que merecido a quien tan enorme beneficio propició para la cultura y en buena medida también para sociedad conquense en general, un beneficio que además, al decidir entregar, con su previsora decisión, la gestión del Museo a la Fundación March, continúa prologando su benéfico influjo al significar una valiosa aportación a nuestro actual día a día.