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Aumento de población

E

n la actual coyuntura, dominada por mensajes negativos en demasiados ámbitos de la vida política, social y económica en España, y entre desastres de alta intensidad fuera de nuestras fronteras, noticias como las que esta semana hemos conocido acerca del aumento de población en nuestra provincia en el último año conceden una tregua a nuestras atribuladas neuronas. Entre manifestaciones de agricultores, cortes de carreteras y promesas de un futuro mejor para el campo, viene de perlas saber que en algunos de nuestros pueblos se están asentando gentes venidas de muchos lugares, y no sólo de nuestro país. No todos se van a dedicar a las tareas agrícolas, pero el hecho de que ya vivan en nuestro territorio y la certeza de que algunas hayan traído a sus hijos e hijas, abre la puerta a que el fantasma de la despoblación ya no se aparezca tanto en el horizonte provincial. El aumento de población en los últimos años también deja entrever que algunos municipios no van a perder totalmente su fuerza de trabajo y que, si las condiciones laborales y productivas del sector agrícola mejoran, a buen seguro nuestros campos no se convertirán en barbechos eternos. 

Parte de estas nuevas expectativas poblacionales parten de la imposibilidad que muchas familias encuentran a la hora de mantener una vida digna en las grandes ciudades.  Salarios bajos, alta inflación y alquileres e hipotecas a precios estratosféricos componen una ecuación difícil de resolver para el ciudadano medio.  Mucha gente malvive en las urbes con la esperanza de que sus condiciones mejoren y se conforman con lo que hay; quizá por cobardía o tal vez por promesas políticas que nunca se cumplen, pero doran la píldora. Y así pasan sus vidas hasta que el cambio de ubicación se hace imposible. Hay otras personas, sin embargo, que se atreven a afrontar la incertidumbre de la mudanza porque se le han perfilado mejores posibilidades. En esto tiene que ver, y mucho, la labor de profesionales como los del Proyecto Arraigo, que se esfuerzan en ofrecer a estos “valientes” formulas habitacionales y de empleo que les empujan a dar el gran paso que supone abandonar el asfalto y la masificación y abrazar la vida sana en pueblos y aldeas. El trabajo de estos esforzados de la repoblación, con el apoyo de instituciones como la Diputación y la Junta de Comunidades, son vitales para atraer nuevos habitantes y propiciar que se queden aquí. 

   Está claro que nadie se arriesgaría a cambiar de aires si no viera claro que su vida va a mejorar en el nuevo destino. Por eso, proyectos como el Arraigo o esfuerzos del tipo de los que ejerce la Red SSPA de lucha contra la despoblación son imprescindibles, como también es preceptivo que no vendan humo a los interesados en poblar nuestros pueblos. Porque de la misma manera que vinieron pueden volverse a marchar, y con muy malas sensaciones. Es necesario ofrecer a estas personas sólidos argumentos para que rehagan sus vidas con garantías y, en esto, las instituciones tienen mucho que dar.   Lo primero, suficientes servicios e infraestructuras: educación, sanidad, seguridad, nuevas tecnologías y ocio son vitales para fijar población. También hay que brindar posibilidades de empleo, que también serán aprovechadas por los autóctonos y así no se verán obligados a emigrar.  Lo segundo: una cálida bienvenida, porque de esos emprendedores foráneos dependerá buena parte del futuro de todos.