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20 años

Han pasado 20 años como una exhalación, pero todos los conquenses recuerdan aquella famosa noche en la que los entonces príncipes de España, Leticia y Felipe, vinieron a la capital para pasar su noche de bodas e iniciar en nuestra provincia su luna de miel. Aquí comenzaron un periplo que los llevó por lugares que, seguramente, ningún noble escogería para pasar sus primeros días de casados.  La estrategia de la Casa Real fue acertada, según muchos cronistas de la época, porque acercaba la monarquía un poco más al pueblo llano, representado aquellos días por predios “inexistentes” y despoblados de Castilla-La Mancha y Aragón.  Se reforzaba además la maniobra de modernizar la monarquía con la unión del joven Borbón y la periodista Letizia Ortiz, una mujer de origen muy alejado a la realeza, algo que ya estaban fomentando otras casas reales europeas. Un viaje íntimo, humano y cercano en el que se quiso dejar claro que los príncipes y los reyes también son humanos y forman parte de los pueblos.  Pero además, se mostró al mundo la enorme riqueza histórica y patrimonial de España.
Con la perspectiva que otorgan dos décadas, aquel legendario paseo regio desde el Mesón Casas Colgadas hasta el Parador significó mucho para los conquenses, como también el baño de multitudes que colapsó el Casco Antiguo al día siguiente. Podemos asegurar sin temor a equivocarnos que aquella decisión de venir a Cuenca tras la boda fue una jugada maestra para nuestra provincia. Los ecos de la repercusión de aquellas escasas horas que los ahora reyes pasaron en nuestra ciudad todavía se pueden escuchar.  La visita real puso a Cuenca más aún en el mapa. La singularidad de nuestros paisajes, calles y plazas se reflejó no sólo en el panorama nacional sino también fuera de nuestras fronteras con una atención mediática sin precedentes. Miles de personas llegaron después a la capital, y todavía llegan, para caminar por donde había andado la pareja, degustar los platos que habían cenado aquella noche y, los más pudientes, alojarse donde Felipe y Letizia pasaron su segunda noche de bodas.
Seamos monárquicos o no, fue de agradecer la visita porque nadie podría imaginar que la capital conquense resultara tan atractiva para quien decidió que los entonces aspirantes al trono de La Zarzuela iniciaran su luna de miel en un rincón de la Hoz del Huécar.  Quizá se tratase de una decisión política cuidadosamente estudiada para generar determinadas reacciones en la población, pero nadie puede negar que surtió un efecto muy positivo, tanto para aumentar el prestigio internacional de Cuenca como para fomentar el orgullo conquense de pertenecer a una ciudad que siglos atrás había sido declarada muy noble, leal e impertérrita por un rey conquistador. Ya como monarcas de España, Letizia y Felipe han vuelto a visitarnos, pero ya no fue lo mismo, porque aquella noche tuvo algo mágico ya difícil de repetir. Quién sabe, quizá volvamos a verlos cruzar el puente en otra ocasión que vuelva a grabarse de forma indeleble en el corazón de nuestra gente. Volverían a ser bienvenidos.
Un puente que ha vuelto a dejar ahora una nueva imagen icónica tras convertirse en una magnífica pasarela por la que han desfilado las colecciones de grandes diseñadores castellanomanchegos en el marco de ‘Castilla-La Mancha es Moda’, que ha hecho de Cuenca estos días la capital del diseño y la artesanía.