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Una agenda cargada

Si importante en la tan reciente remodelación del gobierno ha sido que los ministerios de Universidades y Ciencia e Innovación vuelvan a fusionarse, en lo que era una aspiración unánime, especialmente del sector de la investigación, que había sido insistentemente reclamada tanto por  la conferencia de rectores –entre el sesenta y el setenta por ciento de los investigadores están en las universidades– como por la de las asociaciones científicas, no menos importante resulta que el sector de la cultura vuelva a tener departamento propio en exclusiva. Y es que la cultura de nuestro país –y es algo que demasiadas veces se olvida– aparte de ser desde un punto de vista simbólico el activo de país quizá más importante que tenemos, es también un sector de clara importancia económica y a este respecto los datos cantan. Por ejemplo, España es el tercer país con mayor número de empresas en el sector del arte y el entretenimiento tan sólo por detrás de Francia y Países Bajos, empresas que facturan uno de cada cinco euros generados en la Unión Europea con un global que en 2021 rozó, según las cifras dadas recientemente por Eurostat, los cuarenta mil millones de euros, aglutinando el mayor número de empleados, casi cuatrocientos mil, a pesar de que las citadas Francia y Países Bajos tienen entre veinticinco y cincuenta mil empresas más. No va a ser sin embargo labor sencilla la que deberá emprender su flamante titular, el catalán Ernest Urtasun, de probada trayectoria y capacidades pero hasta hoy muy ajeno al sector que deberá gestionar, como, por cierto, también le pasaba a su llegada al cargo a su antecesor Miquel Iceta que sin embargo lograba la aprobación de varios puntos clave del Estatuto del Artista (prestación por desempleo adaptada a la intermitencia laboral del sector, cuota de autónomos específica y compatibilidad de la jubilación con la actividad artística) además de la creación del bono cultural de cuatrocientos euros para los jóvenes cuando cumplen los dieciocho años, avances desde luego pero claramente insuficientes todavía en un sector cuya agenda de tareas anda más que cargada. Urtasun deberá, por ejemplo, además de culminar el mencionado Estatuto del Artista, sacar adelante la nueva Ley del Cine y la Cultura Audiovisual, aprobada por el Consejo de Ministros en diciembre de 2022 pero cuya tramitación quedó congelada por el adelanto electoral del 23-J (que debe actualizar la normativa de un sector que en la última década ha dado un vuelco tras la irrupción de las plataformas de “streaming” y la globalización del mercado audiovisual), la reforma del INAEM, la recuperación de nuestro rico patrimonio histórico musical, el Documento de Buenas Prácticas para conseguir que los nombramientos de los directores de centros de arte y museos respondan siempre a criterios de competitividad profesional, el aumento de la inversión en las bibliotecas públicas dependientes del Estado, una mayor protección a las librerías independientes y –amén de potenciar la repercusión internacional de nuestra cultura en colaboración con Exteriores– sacar delante de una vez por todas la siempre reclamada pero siempre relegada  Ley del Mecenazgo, otra de las grandes tareas pendientes del sector, consiguiendo el hasta ahora nunca conseguido visto bueno de Hacienda. Lo dicho, una agenda de tareas y objetivos más que cargada y, desde luego, nada fácil. Que tenga suerte y buena mano.