Accidentes
Salir de vacaciones con toda la ilusión y no llegar a destino porque hemos muerto en la carretera. Viajar llenos de recuerdos e imágenes que no podremos contar a la vuelta porque no hemos podido volver. Así de sencillo y así de terrible. Eso mismo ocurre a cientos de personas que cada año dejan la vida en el asfalto por excesos propios y/o ajenos, despistes, mal estado de las vías o por numerosas causas que el azar puede convertir en tragedia y a otros miles en cuyos cuerpos quedarán las huellas de los accidentes. Cada verano la DGT se esfuerza en propagar campañas con imágenes dramáticas que para algunos no son sino sainetes. Y pisan más el acelerador, contestan al móvil, se exceden con sustancias o todo a la vez porque piensan que lo de morir en carretera no es para ellos. Craso error, porque en cualquier viraje, en el cruce más diáfano o en ese cambio de rasante de una ruta que conocemos como la palma de la mano puede esperarnos una trágica sorpresa.
No es nuestra intención ser dramáticos, pero las cifras de víctimas que cada verano conocemos ya lo son por si solas. En el primer semestre del año, nuestra provincia se ha situado a la cabeza en la región en cuanto a mortalidad en las carreteras. Se han producido una veintena de accidentes graves en los que han perdido la vida 10 personas. Diez familias rotas, diez proyectos de vida que en segundos se han convertido en ceniza. Y en muchos de los siniestros, a los fallecidos hubo que sumar heridos de diversa consideración que no olvidarán esos momentos de máxima zozobra. No bajemos pues la guardia ahora que muchos nos vamos a poner en carretera para ser felices y descansar en nuestros destinos vacacionales, o para volver relajados a nuestras vidas cotidianas, sin la mancha anímica de una tragedia que podríamos fácilmente haber evitado.
A esta lacra en las carreteras se suma otra no menos preocupante: la de los accidentes de trabajo. Tres muertes en cinco accidentes laborales se han producido en menos de una semana en Castilla-La Mancha, una de ellas este miércoles en Puebla del Salvador, donde falleció un hombre de 40 años cuando trabajaba en la construcción de una nave. Es inadmisible que se produzcan estos siniestros en los lugares de trabajo. Muchos de ellos son evitables, tanto por parte de los trabajadores como de los empresarios. La formación continua, la responsabilidad y el sentido común deben imperar en los tajos. Y no basta con culpar a los patrones, que deben velar por cumplir la legislación laboral, también tienen que poner de su parte los empleados, porque, en definitiva, son ellos los más perjudicados. Es su prerrogativa exigir las máximas medidas de seguridad, pero también están obligados a cumplirlas.