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Violencia de genero

La violencia contra las mujeres sigue siendo uno de los mayores desafíos que enfrenta la sociedad actual. A pesar de los avances logrados en términos de concienciación, legislación y recursos, no podemos ignorar una alarmante tendencia hacia el retroceso que está ganando fuerza en diversos sectores, especialmente con el ascenso de ideologías conservadoras que cuestionan los avances en la protección de las mujeres.

El rechazo o la modificación del concepto de violencia de género, como lo vemos en ciertos discursos políticos que prefieren hablar de “violencia intrafamiliar” en lugar de reconocer explícitamente que la violencia basada en el género es un acto que atenta contra los derechos de las mujeres, es una de las formas en las que se está desvirtuando el problema. Esta tendencia a minimizar o confundir el problema con términos más ambiguos debilita los esfuerzos para abordarlo de manera efectiva. La violencia de género no es un conflicto familiar, es una forma de discriminación estructural que se nutre de la desigualdad entre hombres y mujeres.

Este retroceso también se refleja en la influencia cultural de ciertos mensajes, que a menudo son difundidos por los medios de comunicación y las redes sociales. La exposición temprana a contenidos violentos o sexualizados, como los que se encuentran en la pornografía, está haciendo que se acepten como normales actitudes perjudiciales, que frecuentemente se traducen en comportamientos abusivos. Esta normalización de la violencia ocurre, en muchos casos, en un entorno donde la educación sobre igualdad y respeto es insuficiente. Por ello, es en la educación donde la sociedad debe centrarse para hacer frente a este problema de manera efectiva.

Es imperativo que las políticas públicas y los discursos sociales sigan apostando por la educación y la prevención como herramientas clave en la erradicación de la violencia de género. Los centros educativos deben ser el espacio en el que se construyan las bases de una sociedad libre de violencia, enseñando desde edades tempranas los valores de igualdad, respeto y no violencia. 

Las campañas de concienciación han sido clave para cambiar la mentalidad colectiva, aunque no son suficientes si no van acompañadas de un esfuerzo constante por parte de las instituciones, la sociedad y los medios de comunicación. Cada vez más mujeres se atreven a denunciar, a romper el silencio y a buscar ayuda, pero aún queda mucho por hacer.

Lo que está claro es que la lucha contra la violencia de género no puede ser un tema de confrontación ideológica, sino un tema de derechos humanos. La violencia que se ejerce contra las mujeres es una manifestación de la desigualdad estructural que aún persiste en nuestra sociedad, y para erradicarla es necesario un compromiso firme, transversal y constante. Solo así conseguiremos que la erradicación de la violencia de género sea una realidad, no solo en los discursos, sino en cada rincón de nuestra sociedad.

En Castilla-La Mancha, afortunadamente, contamos con una apuesta decidida en la lucha contra la violencia de género y con recursos que ponen a la comunidad al frente de esta causa. Este compromiso debe seguir siendo ejemplo y un recordatorio de que la eliminación de la violencia contra las mujeres es un asunto de todos. 

Es momento de reafirmar que la violencia de género no tiene cabida en nuestra sociedad, y que ningún retroceso, por pequeño que sea, será tolerado. La igualdad de género no es un objetivo político, es una cuestión de justicia. Y es nuestra responsabilidad, como sociedad, seguir avanzando en esa dirección.