“Tenemos más de 100 años de historia”
El vínculo que une a Pedro José Martínez con el hierro va más allá del ámbito profesional. Y es que, este forjador de Belmonte, conocido en el mundillo como El Francés, crea cada pieza desde el corazón y es precisamente esa pasión la que hace que cada una de sus piezas sean especiales. Lo que él ve en el hierro otros no son capaces de apreciarlo y es esa experiencia y conocimiento sobre el manejo del material lo que le hace ser único. Historia, dedicación y trabajo que hacen que sea más que merecido su nombramiento como Maestro Artesano de Castilla-La Mancha en la 42º edición de Farcama, un reconocimiento que viene a poner en valor su trabajo.
Lleva más de 40 años dedicado a la forja artística, pero fueron su abuelo y después su padre los que empezaron en el oficio. Su padre trabajó en un taller artesano en Francia donde perfeccionó su técnica y aprendió otras nuevas que no estaban de moda por aquel entonces en España, pero cuando Pedro tenía seis años se mudaron a Belmonte para emprender y poner en marcha un taller propio. Negocio del que Pedro tomó las riendas años después y que a día de hoy ha llevado a lo mas alto. “Tenemos más de 100 años de historia”, asegura el artesano.
Trabaja con interioristas y decoradores de toda España, sus piezas están en iglesias de la capital conquense, en pasos de Semana Santa e incluso en palacetes, aunque prefiere no desvelar la identidad de sus clientes por respeto y profesionalidad. Está claro que sus trabajos son de una calidad excepcional y más teniendo en cuenta que son piezas totalmente personalizadas y a medida. “Principalmente hacemos piezas para construcción como rejerías o barandillas, aunque también creamos artículos de decoración”, explica. Eso sí, con el paso del tiempo los diseños han ido cambiando puesto que “hemos pasado de piezas más bastas a artículos mucho más refinados, por ejemplo, hoy en día están muy de moda todas las piezas con motivos vegetales”, cuenta.
También ha cambiado la forma de acabar las piezas puesto que antes todas se hacían en color natural y actualmente se demandan aquellas en tonos envejecidos y lacadas en diferentes colores. Una tarea que desempeña su mujer, Gema, con la que trabaja codo con codo para dar el mejor servicio. “Somos un equipo”, señala.
Eso sí, aunque a muchos les parezca mentira, para triunfar en esta profesión hace falta, como dice el refrán, más maña que fuerza. “Hay que ver los puntos flojos del hierro, calentarlo adecuadamente y saber moldearlo”, dice. Algo que solo se aprende con tiempo y paciencia. Pero también es importante optimizar recursos y buscar la maquinaria para hacer más fácil la tarea diaria. De ahí que Pedro haya creado sus propios instrumentos.
Sin embargo, el negocio cerrará sus puertas una vez que Pedro se jubile –y no falta demasiado tiempo para ello– porque no hay relevo generacional que mantenga vivo este oficio. “Es una pena, pero es así, he tenido varios aprendices pero ninguno ha cuajado”, comenta. Es por ello que ha colaborado con el Ministerio de Educación para redactar las bases de varios cursos de formación en los que ha plasmado, junto con otros artesanos, su saber hacer. “Con esto queremos que los profesores tengan unas bases en las que fijarse para enseñar a los jóvenes en cursos de formación y que esta profesión no se pierda”, apostilla. Y es que, dejar que muera este arte no debería, ni siquiera, contemplarse como una posibilidad.