“Siempre he hecho personajes con facilidad para contarse mundos paralelos"
Una de sus interpretaciones más recordadas es la de ‘La Hierbas’ en la serie televisiva Aquí no hay quien viva, aunque Isabel Ordaz Martín (Madrid, 1957) es mucho más que aquel místico personaje que fumaba pipa y al que todo le parecía un estrés. Con un Goya a sus espaldas, la actriz madrileña es también poesía y, ahora, emociones abiertas de par en par en la obra El beso, que recalará en el Teatro Auditorio de Cuenca este jueves 10 de junio (a las 20:30 horas).
Háblenos de El beso.
Es una obra del autor holandés Ger Thijs que yo llevaba ya tiempo queriendo montar. Lo que me atrajo es que es muy contemporánea y muy desnuda en el plano de los sentimientos, de las emociones. Se trata de una pareja, de cincuenta y tantos, que se encuentra en una excursión en el monte. Cada uno va a su quehacer. De alguna manera, hay una propuesta de encuentro otoñal, se abren el uno al otro sin conocerse apenas. En medio de la naturaleza, se van contando su mundo interior. Y va sucediendo entre ellos aquello que, metafóricamente hablando, ocurre a lo largo de muchos años en un matrimonio. Se aman, se empiezan a desear pero, por otro lado, se sospechan o se temen. Es una propuesta altamente emocional; para reír y llorar porque a veces son situaciones muy cómicas del propio dramatismo. Ella va a recoger unas pruebas médicas y está en ese punto de inflexión generacional en el que los sueños están ya un poco deteriorados o rotos. Pero se tiene mucho apetito de vivir igualmente. La obra es ese encuentro desnudo entre un hombre y una mujer y sus más íntimas emociones.
¿Qué le enseña su personaje?
Las ganas de vivir. Más allá de las clasificaciones sociales de hasta cuándo eres joven o tienes deseos sexuales o tienes un sentimiento de juventud interior, esto tiene que ver con la vida, que es maravillosa. El autor hace una cosa muy interesante y es que los pone en la soledad, en medio de la naturaleza. En ese paisaje, te sientes más acogido, menos culpable, más perdonado, más abierto a la confidencia. Los podía haber situado en una cafetería o en cualquier otro sitio urbano pero lo hace en el medio rural. El dramaturgo utiliza este medio para facilitar esa apertura a la hora de entregarse confidencialmente al otro. Este personaje tiene muchas ganas de vivir, de tomar una pequeña hierba de esperanza de cualquier parte, porque su matrimonio está agotado o cansado sentimentalmente, y está pasando por un problema de salud muy inquietante y en el momento del nido vacío. Los mimbres más sólidos de una existencia se empiezan a quebrar. El autor los pone en la naturaleza y se miran a sí mismos. Y se encuentran que el otro, que es un desconocido, puede todavía desearles o sentir interés y curiosidad por ellos. De todo esto habla la obra, de las emociones y de los encuentros entre los seres humanos.
¿Responde el público también con gran emoción en la era Covid?
Sí, estamos asombrados toda la profesión. Es emocionante ver la respuesta del público. Están como muy porosos, con ganas de que les cuenten cosas, de que les saquen de esta matraca de Covid, vacuna, dolor... La gente más mayor se resiste a ir porque tiene miedo pero, en general, cubrimos perfectamente el aforo permitido. El aplauso es muy cálido. Los espectadores se identifican con El beso. El lenguaje está plagado de ironía, de un humor muy ácido. La gente sigue muy bien la historia.
¿Cómo está afectando la pandemia al mundo de la cultura?
La pandemia ha afectado a todos los ámbitos. En el caso de la cultura, es muy paradójico porque desde el poder o en la reflexión sobre lo que es esta, parece que es algo superfluo. Pero no es verdad porque la gente está deseando ser estimulada. Y en el confinamiento hubo un boom en el consumo de cultura: series, películas, libros... También me decían en una floristería que estaban vendiendo flores como nunca. La gente lo necesitaba. En cuanto se ha podido, la asistencia al teatro ha sido un boom. Hay demanda. La cultura estimula la parte sensible de la persona. Los anhelos, los sueños, la belleza, la información, el pensamiento... de eso no podemos prescindir. Los poderes fácticos tendrían que reflexionar. De hecho, parece que ahora hay una especie de historia de amor entre la cultura y el resto de las estructuras. Porque también crea empleo.
Una de sus interpretaciones más populares fue ‘La Hierbas’ pero tiene una larga trayectoria como actriz. ¿Qué personaje le ha marcado más?
Es un tópico, pero todos son como hijos. Destaco muchos, como la mujer que estoy interpretando ahora en El beso. Y Winnie, el personaje creado por Samuel Beckett en Los días felices, un texto endemoniado que exige lo máximo de una intérprete. Es un texto existencialista muy complejo. Pero era una mujer que, en medio del contexto más deprimente, saca fuerzas de flaqueza. Winnie se cuenta una historia para soportar la realidad. Son como una especie de Sherezades. Ahora que lo pienso, siempre he hecho personajes que tienen una facilidad para contarse mundos paralelos, para seguir teniendo, a pesar de no ser ya niñas, amigos imaginarios. La ficción es un mundo imaginario. Hay también otra mujer que me fascinó porque fue un trabajo muy profundo en la película de Rafael Gordon La reina Isabel en persona, que trata sobre Isabel La Católica. Es un monólogo, de los pocos que hay en cine español. Es un personaje dramático extraordinario, más allá de su controversia histórica. Me aportó muchísimo bagaje sobre las leyes del drama. Fue una mujer que lo hizo todo. Se expresó en todos los ámbitos: como madre, política, mujer de Estado… También destaco a ‘la’ Mercedes de Mihura, un autor que compone personajes casi de porcelana y con un tono de comedia exquisito. En fin, me acuerdo de todos y de cada uno de los personajes.
¿Y el de ‘La Hierbas’?
Lo tengo muy lejano. Lo recuerda más el público y, a veces, la prensa. Me sorprendo muchísimo pero yo lo tengo olvidado. Llevo 15 años fuera de la serie y haciendo otras cosas. Fue muy bonito mientras duró, como el amor… [Risas] Estoy agradecida porque la gente le quiso y todavía le quiere, incluso las nuevas generaciones lo recuerdan. Es un personaje muy tierno y yo me divertí mucho. Es un personaje ingenuo que tenía un perfil de ternura, de paz. Era un pequeño trabajo de payasos de clown. Hacía mucha gracia.
"Escribo poesía porque, como actriz, empecé a echar de menos mi propia voz. La poesía es un estado etílico sin rozar la deformación, la borrachera"Cambiando de faceta, ¿cómo es su último poemario, El agua de la lluvia tiene algo?
Justo íbamos a presentarlo cuando nos confinaron en marzo del pasado año. Ahora vamos a intentar presentarlo. Es un poemario que habla del amor a todos los niveles: del amor erótico al amor civil, esa empatía hacia el prójimo. Hay muchos poemas sobre lo que supone el otro en nuestra vida. El otro en la intimidad, en la eternalidad, en lo social... ese amor, que es muy difícil, como dice uno de los poemas. El amor, esa escurridiza estirpe. No sabemos qué es pero tiene que ver también con ser con otros. De eso hablan los poemas. Del amor, la muerte, el sentido de la vida, la juventud, la belleza... todos estos temas de los que la poesía es custodia. También hay novelas de amor pero en los versos parece que el lenguaje se abre como una fruta y nos permite hablar más de esa interioridad. La poesía es un estado etílico sin rozar la deformación, la borrachera. La poesía tiene ese tono que permite una apertura interior de gran calado.
¿Cómo es su proceso de escritura? ¿Es metódica o la poesía pide otra cosa?
En mi caso, ha habido varias fases. Yo escribo porque, como actriz, empecé a echar de menos mi propia voz porque siempre tengo una voz prestada. Empecé a escribir a ratos y luego ya más regularmente. Y ahora me he sistematizado mucho. A escribir se aprende escribiendo y trato de hacerlo todos los días. La pandemia me ha servido para darme cuenta de lo importante que es sistematizar tu agenda, tus tareas. Lo que siempre me ha parecido un horror, ahora es una maravilla.
¿Qué proyectos tiene por delante?
Seguir cuidando este poemario y la gira. Hay algún que otro proyecto pero todavía no hay nada fijo. También estoy trabajando en otro poemario para editar a lo largo de este año. Teatro y poesía hay sobre todo en mi vida en este momento.