"El secreto del tiro al plato es la concentración"
Andrés García García, del pequeño municipio conquense de Aliaguilla, se aficionó hace tres años al tiro al plato de la mano de su padre y de su hermano. Poco podía imaginar por aquel entonces que ese sencillo hobby le llevaría tan lejos: el joven, ahora con 17 años, acaba de proclamarse campeón del mundo júnior en la modalidad de foso olímpico en la competición disputada en Lima (Perú) a principios del mes de octubre.
“No me imaginaba que iba a ganar un campeonato del mundo tan joven”, celebra el deportista, quien, a pesar de haber llegado segundo a la final (se clasificaron los seis mejores y él hizo 120 de 125 platos), logró imponerse con 41 platos (sobre 50) al turco Erdogan Akkaya (que tiró 38), alzándose con el bronce el cordobés Juan Antonio García (con 30).
El conquense atesora ya siete medallas nacionales -dos de ellas de oro- y cinco internacionales -tres del preciado metal-. La primera la obtuvo en Mérida (Badajoz) en 2018 en el campeonato de jóvenes promesas, en el que se hizo con la plata, y desde entonces no ha parado hasta alzarse con la, para él, “más especial” de todas hasta el momento, la lograda en el Mundial Júnior de Perú: “Ha sido espectacular”.
“Una vez que ya has comprendido todo lo básico del tiro al plato, el secreto es la concentración”, asegura el flamante campeón del Mundial Júnior de Perú, para el cual quedan muy lejos ya las primeras tiradas a las que iba con su progenitor y su hermano por los pueblos de los alrededores de Aliaguilla. “Entrenador como tal no he tenido. Mi padre es el que me ha enseñado todo”, cuenta.
En la actualidad, cuando se aproxima alguna tirada, suele entrenar tres días a la semana, unas tres o cuatro horas por jornada, mientras que, a final de temporada, relaja el ritmo y solo lo hace durante los fines de semana.
“Cuando no hay tirada cerca, entreno en el pequeño campo de tiro de mi pueblo. Es un foso universal. Y cuando se acerca una competición y quiero entrenar bien, voy a Cheste, que tiene uno de los mejores campos de tiro de foso olímpico de España”, indica.
En sus comienzos, el joven conquense “le daba un poco a todas las modalidades” aunque ahora se ha centrado sobre todo en foso olímpico, en la que se emplean 15 máquinas lanzadoras -tres por cada uno de los cinco puestos de tiro-, desde las cuales van saliendo platos rectos, a derecha y a izquierda. La competición suele ser a 125 platos.
“Salen aleatoriamente. En los últimos cinco platos, si llevas la cuenta de los que se han lanzado ya, puedes saber hacia dónde van a ir, si a derecha, izquierda o rectos. Pero en los primeros no puedes adivinar cómo van a salir”, puntualiza.
Y es que el margen de maniobra es ínfimo debido a la celeridad con la que transcurre cada prueba. “Es todo muy rápido. Los platos salen a 90/100 kilómetros por hora de la máquina. Tienes un tiempo de reacción de entre medio segundo y 0,80. Eso es lo recomendado para tirar”, explica.
Además de la modalidad de foso olímpico, también ha practicado la de foso universal (son cinco máquinas en lugar de quince), sobre todo en sus comienzos, y la de robot, conocida como trillo, en la que hay una sola máquina lanzaplatos que se va moviendo constantemente. “Las tiradas de los pueblos suelen ser de este tipo”, aclara.
Además de esta afición, al joven le gusta también la caza y volar en avioneta, ya que su familia tiene una. Cuando finalice Bachillerato, quiere estudiar un ciclo formativo de Grado Superior de Aeromecánica en Cheste, lo que le permitirá seguir practicando su gran afición en el campo de tiro de esta ciudad.
“Cada año, hay un campeonato de Europa y otro del mundo júnior. La meta es intentar ganarlos porque es donde está el nivel de verdad”, reconoce el deportista, que, no obstante, aún tiene un sueño mayor: “Las Olimpiadas. Es muy difícil pero no imposible. Hay que soñar a lo grande”.