"El rugby es convivencia y respeto y en Cuenca hemos creado algo muy bonito"
A sus 51 primaveras, Jorge López “Azote” (Cuenca, 1970) -o “el azote de Dios” como se le conoce dentro del mundo del rugby conquense- cuelga las botas tras más de tres décadas con un balón ovalado bajo el brazo.
Su adiós no ha sido baladí para el Club Rugby A Palos quien ofició casi una ceremonia para honrar a una de las figuras por las que Cuenca cuenta hoy día con un pequeño reducto de aficionados y practicantes de este deporte. “Es cuestión de fe, en la vida y en el rugby”, nos cuenta este conquense.
Esta creencia es el reflejo de lo que llevó a que la llama del rugby nunca se apagase. Como algo cíclico, este deporte comenzó a practicarse en Cuenca gracias a un pequeño grupo de aficionados que tuvo su germen en la universidad. “Vi un anuncio en el antiguo Día de Cuenca, puesto por Miguel Ángel Colmena, que citaba a gente para entrenar en la Bene, cuando aún era de tierra”.
Ahí, “Azote” dio sus primeros pases, pero no podía competir, pues el “Cuenca 90” era un equipo universitario. “Hicimos una fotocopia del carné de un universitario con una foto mía encima, por eso, al principio yo era ‘Eduardo’ para mis compañeros” explica hoy día. La triquiñuela mereció la pena, y a raíz de ese equipo universitario nació el Rugby Cuenca 90 que comenzó a participar tanto en Madrid como en Valencia. “Para los madrileños o los valencianos, éramos un club exótico. Fuimos unos autómatas porque no teníamos mucha idea, pero grabábamos los partidos de los “5 Naciones” y los veíamos. Comenzamos entrenando en parques y cuando ya éramos 30 decidimos dar el paso para ser un equipo oficial”. Era el comienzo de los años 90 y este equipo conquense que vestía rayas verdes oscuras sobre camisetas blancas indestructibles “pero que terminaba todos los partidos embarradas”, triunfaba tanto en la comunidad vecina como en la Copa de Castilla-La Mancha, un torneo puntual que se jugaba entre los equipos de la región y del que Jorge consiguió ser campeón hasta en tres ocasiones.
Fue este ‘boom’ del ovalado lo que hizo que La Fuensanta acogiera la final de la Copa del Rey en el año 1993, pero tras unos años dorados, las deudas y los desajustes llevaron al club a la desaparición y esa pasión por el ovalado no obtuvo un relevo generacional suficiente, por lo que quedó bajo mínimos. “Apenas éramos 6 o 7 los que ya quedábamos para entrenar, por eso Víctor Carrascosa, “Polín”, ideó crear un club de ‘Rugby Seven’, y yo puse la condición de que debía de haber un mínimo de 10 socios y que cada uno tenía que poner 10.000 pesetas”, explica López. “En un primer momento no cuajó, pero un año después, con más participación, nos reunimos en el Bar Roco y ahí se fundó el actual ‘A Palos’ que compite hoy día.
Para entonces, Jorge incidió en la importancia de crear una cantera con las Escuelas Municipales. “Animé a mi hijo Andrés a practicar algo de ejercicio siempre por las tardes y jugábamos al rugby. Al poco tiempo, cada vez más chavales fueron uniéndose y comenzaron a pegar carteles para ir a más, fue casi como comenzar un nuevo ciclo”, recuerda entre risas el veterano jugador. De esa generación, casi diez años más tarde, el equipo llegó a la competición, pero el hecho de contar con más de 40 años no fue un impedimento para que “Azote” se volviera a calzar las botas y llenar de barro por cada campo. Y es que, tal y como él reconoce, no se basa en una actividad, en un partido o en un deporte. El rugby es convivencia y respeto y en Cuenca hemos creado algo muy bonito. Lo notas cuando vas a los sitios, a los campos, cuando ves a alguien con una camiseta con el particular jabalí, cuando jugadores que formamos aquí se van fuera y cuentan maravillas sobre nosotros. Es algo que se ha construido a base de los años y de una forma de ser que se comparte por los cientos y cientos de jugadores que han pasado por aquí”.
Ahora, en tiempos difíciles donde el esfuerzo temporada tras temporadas se basa en contar con efectivos suficientes para seguir compitiendo y disfrutando de este deporte de balón ovalado, Jorge deja tras de sí un reconocido legado en el rugby conquense, tanto en el extinto Cuenca 90 como en el actual A Palos. “Seguiré formando parte de la directiva para que al club no le falte de nada, pero es hora de pasar más tiempo con los míos. Al rugby le agradezco haberme dado tantos amigos y hermanos. Esperemos que siga siendo así y que en septiembre siga habiendo chicas y chicos dispuestos a competir”.