"El periodismo es una carrera de cien metros lisos y la literatura, un maratón"
En las páginas de su novelas hay mucho de su infancia en Sidi Ifni y su adolescencia en El Aaiún. El periodista y escritor Tomás Bárbulo Marcos (A Coruña, 1958) recuerda aquella época como la más feliz de su vida, entre alacranes y grillos. El autor, vinculado desde hace 25 años a El País, participa este viernes (a partir de las 19:00 horas) en un encuentro virtual con lectores organizado por Las Casas Ahorcadas de Cuenca, en el que se hablará de su obra La asamblea de los muertos, Premio Silverio Cañada a la mejor primera novela de la Semana Negra de Gijón 2018.
¿Cómo describiría La Asamblea de los Muertos?
Es el primer libro de una serie que tiene como fondo el Estado Islámico, un tema que apenas ha sido tratado en la literatura. El argumento de esta primera novela trata de una banda de delincuentes madrileños de poca monta que recibe el encargo de atracar un banco en Marraquech. Y lo que se presenta como un trabajo fácil con un botín suculento acaba revelándose como algo con unas implicaciones que les vienen demasiado grandes. Y los personajes terminan metidos en la boca del lobo.
La novela parte de una noticia. ¿Hasta qué punto está influida la obra por el hecho de ser periodista?
Está influida precisamente por el arranque de la historia. El primer atisbo fue una noticia en los periódicos que hablaba de que había sido desarticulada una banda de butroneros dirigida por un hombre que había aprendido el oficio de su padre. Y yo me imaginé a ese tipo cuando era un chaval recorriendo las alcantarillas con su padre explicándole cómo y dónde había que hacer el agujero. La novela está también influida por mi infancia porque pasé aquellos años entre Marruecos y el Sáhara. El personaje del Saharaui también está marcado por la época de mi adolescencia. Y todo el escenario lo he mantenido muy vivo porque como periodista he hecho muchos viajes a la zona, a todo el África occidental y al Magreb.
El estilo también bebe del periodismo porque utiliza los adjetivos imprescindibles y no hay autor omnisciente, es alguien que actúa como una cámara de cine. Acompaña a los personajes y le cuenta al lector lo que hacen pero no por qué lo hacen o lo que están pensando. Eso debe concluirlo el lector por sí mismo, en función de la información que se le proporciona. Es un lenguaje deliberadamente lacónico, no es exuberante. Es muy directo.
¿Cómo es el proceso de escritura? ¿En qué se diferencian literatura y periodismo?
Creo que el periodismo y la literatura no se llevan muy bien. Cada uno tiene unas normas. Escribir una noticia con un estilo literario probablemente la destroce. Y hacerlo a la inversa, escribir una novela con las armas exclusivas de una noticia, pues también. Creo que hay cosas del periodismo, como el lenguaje lacónico, que son trasladables a la literatura y características de la literatura que se pueden llevar a algunos géneros periodísticos como el reportaje. Pero, en general, escribir en periodismo es como correr los cien metros lisos. Hay que hacerlo de una forma rápida y brillante. Y una novela es como un maratón, hay que ir dosificando el esfuerzo para llegar al final. Tienes que mantener la atención del lector a lo largo de muchas páginas. Es verdad que hay casos notables de periodistas que se han dedicado a la literatura con éxito. Fundamentalmente, lo que aporta el periodismo a la literatura es la precisión en el lenguaje. En un periódico tienes que eliminar todo lo superfluo porque si no, el lector te abandona al segundo párrafo. En literatura, eso funciona de una forma mucho más lenta.
¿Cómo se nota su labor como corresponsal en la novela?
He vuelto muchas veces a Marruecos, al Sáhara. He viajado a Mauritania, a Argelia, a Senegal… Eso se nota en que los escenarios son muy verídicos. Cuando hablo de la aduana de Marruecos, es que la he visto en numerosas ocasiones y sé que ese ambiente es así. Cuando hablo del viaje a Marraquech, lo mismo. Cuando describo la ciudad, hay un hotel que es exactamente así; bueno, hay varios que son muy parecidos. Y la noche en Marraquech es así. Son cosas que están muy vividas. Espero que eso se note en la novela.
Creo que la calificación de novela negra es muy subjetiva. Uno de mis libros preferidos es Más allá del deshonor. Transcurre en el oeste americano pero para mí es una novela negra
Escribió el año pasado en El País un artículo sobre Sidi Ifni, cincuenta años después de su entrega a Marruecos. ¿Cómo fue ese regreso?
Ya había vuelto a Sidi Ifni en otras ocasiones más. Esa época fue la de mi infancia, hasta los once años, y fue la más feliz de mi vida. Yo me fui de Galicia, donde estaba lloviendo continuamente y había que estar mucho tiempo encerrados en casa. Y llegué a una ciudad donde hacía buen tiempo todo el año y había campos llenos de todo tipo de bichos fascinantes, como alacranes, grillos… Encontrármela después de cincuenta años fue una mezcla de sentimientos porque, por un lado, recuperas algunas estampas de tu infancia pero, por otro, ves cómo se ha deteriorado todo muchísimo. En primer lugar, es una ciudad a la que le falta la gente a la que tú conocías. Lo que quedan son edificios. Imagínate volver a la ciudad de tu infancia, sea la que sea, y encontrarte los edificios pero habitados por otra gente. No queda ni una sola persona de la que tú guardes memoria. Y, luego, por otro lado, ha habido una labor muy consciente por parte de Marruecos, que ha llevado a cabo también en otras ciudades que fueron colonizadas por los españoles, de eliminación de la huella española y del idioma y su sustitución por el francés. Todo eso provoca cierta tristeza. Pero al fin y al cabo es su país.
La segunda entrega de esta serie fue Vírgenes y verdugos. ¿Cómo es esa continuación?
Comienza exactamente donde termina La asamblea de los muertos. Y no querría decir nada más para no destripar el final. Pero sí podríamos decir que si la primera es novela negra, Vírgenes y verdugos es más un thriller, una novela de suspense. Sigue tratando el mundo islámico pero el escenario y la trama son distintos. Hay un personaje, apodado El Saharaui, que pasa de una a otra novela y pasará a otra después. Es un personaje poliédrico que da pie a rodearlo de otros personajes que se reflejan en él como en aquellas bolas que había en las discotecas de antaño, esas bolas de espejos que reproducían multitud de imágenes que había en la pista. El Saharaui funciona un poco así, sirve de espejo para el resto de personajes.
¿Habrá tercera parte?
Sí, ya está bastante avanzada.
¿Qué le aportan los encuentros con los lectores? ¿Le descubren cosas nuevas de las novelas?
Aportan muchísimo, mucho más que una presentación que es prácticamente unilateral del autor a un grupo de personas que generalmente todavía no ha tenido tiempo de leerla. En función de lo que el autor dice, le hacen preguntas. Hablar con un club de lectura es hablar con personas que ya la han leído y cada persona ha hecho de la novela una diferente, su propia novela, porque la ha interpretado de manera distinta. Es muy enriquecedor porque muchas veces te dicen cosas en las que tú mismo no habías caído y que te sirven para tu trabajo. Es muy gratificante hablar con personas que te han leído ya.
¿Cuáles son sus referencias literarias?
Leo absolutamente de todo. No exclusivamente novela negra, cuya calificación creo que es muy subjetiva. ¿Dónde se ponen los límites? ¿Son novela negra El conde de Montecristo o Crimen y Castigo? Pues a lo mejor sí pero también son otra cosa aparte de novela negra. Todo depende de dónde quieras poner los límites. Una de mis novelas negras preferidas es Más allá del deshonor, de James M. Cain, el autor de El cartero siempre llama dos veces. Transcurre en el oeste americano pero para mí es una novela negra… [Risas]. Me parece soberbia. Hay determinados autores que tienen novelas que me entusiasmas y otras, que no tanto. La llave de cristal, de Dashiell Hammett me parece maravillosa. Y hay otras del mismo autor que no me gustan tanto. ¿Solo es novela negra una al estilo de Agatha Christie, con un cadáver y una serie de personajes dando vueltas para ver quién es el asesino? ¿O puede serlo una novela de viajes en la que haya suspense pero no un cadáver o un asesino por descubrir? En La asamblea de los muertos no hay un cadáver y un asesino por descubrir, pasan muchas cosas. Hay algún asesinato y hay un robo pero no responde al esquema de Agatha Cristhie, como tampoco La llave de cristal.
La situación en el Sáhara occidental está estancada. Se mantiene el statuo quo por el que Marruecos ocupa el territorio y explota las riquezas. Se puede prolongar indefinidamente. Para que cambiara, tendría que producirse un cambio geopolítico en el MagrebEspaña y Marruecos están muy cerca, sobre todo Melilla y Ceuta, pero parecen tan lejanos. ¿Hace falta un diálogo intercultural?
Melilla y Ceuta son casos muy particulares. Son ciudades en las que hay muchos funcionarios y los negocios que hay son el comercio atípico, que desde Marruecos es considerado contrabando. Tienen unas características que no son extrapolables a otras ciudades de Marruecos. Y la sociedad está partida por la mitad: españoles de ascendencia marroquí y los de ascendencia peninsular. Y sucede una cosa curiosa en las dos ciudades y es que sus habitantes desconocen su propia historia. Le preguntas a cualquier melillense, incluso a personas de la política, por la historia de su ciudad, y saben tres datos. Es curiosísimo. La relación de España con Marruecos es compleja porque tuvo allí una posición de país colonizador en todo el Protectorado, en el norte, y luego en Sidi Ifni.
Respecto a la relación de los ciudadanos de ambos países, creo que por parte de la mayoría de marroquíes hay sentimiento de rivalidad, de agravio. Somos un país que está muy cerca de ellos, más desarrollado que el suyo y, encima, que ha sido colonizador. Entonces, ellos tienen una actitud muy recelosa hacia nosotros. Y por gran parte de los españoles también existe una visión injusta de Marruecos como un país de ignorantes y atrasados. Y en cuanto sucede cualquier roce, los marroquíes echan mano de un adjetivo, que también aparece en La asamblea de los muertos, que es el de racista, y por parte de los españoles, aparece el de moro y palabras despectivas, que justifican de alguna forma la queja de ellos respecto al racismo de muchos españoles. Toda esa relación está marcada por tener fronteras comunes, ya sean terrestres, en el caso de Ceuta y Melilla, o marítimas, en el caso del Estrecho y de Canarias. Como todos los vecinos, estamos condenados a vernos con mucho recelo. También pasa entre los españoles y franceses. Es un sentimiento parecido.
El del Sáhara Occidental es otro problema. Estoy de acuerdo con la ONU en que esta zona no es Marruecos y que este país ha invadido ese territorio y está ejerciendo una represión brutal contra los saharauis, que lo he presenciado porque he ido muchas veces. En mi ensayo La historia prohibida del Sáhara Español hablo de la colonización española y lo que yo viví allí. Son situaciones reconstruidas con mucha gente y con mucha documentación que está calificada como confidencial por el Gobierno. Salió en 2002 y se hicieron siete ediciones y luego han sacado otra en península. Se sigue vendiendo todos los años. Es un libro que me da muchas satisfacciones. Hay gente que se pone en contacto conmigo porque está haciendo una tesis doctoral o algún tipo de trabajo sobre el Sáhara y quiere información.
¿Se llevará a cabo en algún momento un referéndum de autodeterminación?
La situación está estancada. La comunidad internacional no reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara occidental. No hay ni un solo país en el mundo, ni siquiera Francia, que es su gran aliado, que reconozca la soberanía. La solución auspiciada por Naciones Unidas es un referéndum de autodeterminación pero todo está parado. Se mantiene el statuo quo por el que Marruecos ocupa el territorio y explota sus riquezas, que deberían ir a parar a los saharauis, incluso a pesar de la oposición del Parlamento Europeo. Esto puede prolongarse indefinidamente. Para que cambiara la situación, tendría que producirse un cambio geopolítico en el Magreb. Como los refugiados saharauis están en los campamentos de Tindouf en Argelia, si el régimen argelino se desmorona y decide que los saharauis tienen que irse de allí, tendrían muy difícil mantener la reclamación de autodeterminación.
Y si el régimen marroquí se resquebraja, pues es posible que el Sáhara termine siendo independiente. Creo que es una historia que dura ya demasiado tiempo y que a ese país no le interesa resolver. Si se celebrara un referéndum y ganara Marruecos, y los aproximadamente 200.000 refugiados que están en Tindouf volvieran al Sáhara, a Marruecos se le presentaría un problema muy grave de orden público. Si con los saharauis que viven dentro del Sáhara occidental, en el territorio ocupado por Marruecos, ya ejercen una represión enorme, metiéndole otras 200.000 personas más que han sido entrenadas para luchar en la guerra, los varones sobre todo pero muchas mujeres también porque en ese sentido son una sociedad bastante avanzada, tendrían problemas muy graves. Habría una desconfianza muy grave por parte de Marruecos. No sé qué podría pasar ahí.
Además de la tercera entrega de esta serie, ¿hay algún otro proyecto entre manos?
De momento, terminar la tercera parte que, debido a una situación personal médica, lleva más retraso del que yo querría porque estos días no puedo trabajar en ella pero ese es el reto más inmediato. Y, de momento, veremos si hay cuarta parte o cambio el registro. Todavía no lo tengo claro hasta que no termine la tercera. En cualquier caso, son novelas que se leen de forma independiente. Puedes leerlas seguidas o separadas. Es el mismo personaje en todas las novelas y los argumentos son seguidos, lo que no quiere decir que sea una continuación exacta. No hay referencias a lo que ha ocurrido en el libro anterior.