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"La Cremallera es más que una mercería, aquí he encontrado una gran familia"

Nuria Tébar de Juanas lleva 14 años al frente de este negocio al que denomina 'El Pontejos de Cuenca', uno de los comercios más emblemáticos de la ciudad donde antes trabajó dos décadas como empleada
"La Cremallera es más que una mercería, aquí he encontrado una gran familia"
Foto: Saúl García
26/03/2025 - Paula Montero

Botones, hilos, cremalleras, pasamanerías, agujas, puntillas, broches, flecos… Podríamos seguir relatando durante un sinfín de líneas los cientos de artículos que Nuria Tébar de Juanas (Cuenca, 1971) tiene acumulados en La Cremallera, la mercería que dirige desde hace 14 años y en la que previamente trabajó como empleada durante otros veinte. 

Como ella misma dice, esta emblemática tienda del centro de la capital conquense es “el Pontejos de Cuenca”, pero, más allá de esto, La Cremallera es un lugar especial. Las estanterías colmadas, la trastienda a rebosar y el clima de confianza y cercanía que se respiran nada más cruzar la puerta hacen de este lugar algo más que una simple mercería. Todo gracias a Nuria y a la clientela con la que, en su gran mayoría, ha forjado relaciones que traspasan la amistad.

“Tengo clientela fija tanto de la ciudad como de la provincia desde hace años, muchas de estas personas son parte de mi familia”, reconoce. Tanto es así que en muchas ocasiones la labor de Nuria no se limita únicamente a vender, sino que hace de psicóloga, médica y ama de llaves. Y es que, a modo de anécdota, cuenta entre risas que guarda las llaves de algunas de sus clientas “por si algún día las olvidan en casa y no tienen cómo entrar”.

Con 34 años de experiencia imaginarán que su capacidad para asesorar y resolver problemas relacionados con la costura no tiene límites. Nuria ayuda a decenas de personas a diario en La Cremallera, pero la tienda también ha sido de gran ayuda para ella a lo largo de su vida.

Una tabla salvavidas

Cuando hace 34 años perdió su empleo en una conocida franquicia de ropa y se quedó en el paro, ahí estuvo la mercería para brindarle un nueva oportunidad laboral. Cuando fue madre de su hijo hace veinte años, esta pequeña (por espacio) pero grandísima tienda (de corazón), le permitió conciliar crianza y trabajo.

Pero si hay un momento clave en su vida en el que tanto el negocio como el apoyo y el cariño de sus clientas ha sido fundamental fue hace cinco años cuando perdió a su marido. “Trabajar era mi medicina, me hacía desconectar y recibí muchísimo apoyo de la gente. Siempre  les estaré muy agradecida”, dice. El dolor no se borrará jamás pero sí se ha hecho más llevadero. 

Del mismo modo, ella hizo más llevadera la pandemia a miles de personas de Cuenca cuando el futuro se coloreaba de negro. Y es que, proporcionó cientos de metros de goma para confeccionar mascarillas que seguro, en muchos casos, fueron de gran ayuda. La mercería cerró durante meses, al igual que el resto de comercios, pero Nuria tuvo mucha suerte. La propietaria del local no le cobró el alquiler durante el confinamiento. “Fue de gran ayuda”, subraya.

Como ven, la fuerza de Nuria es incombustible. Siempre está al día de las novedades, dispuesta a ayudar, en busca de los mejores proveedores y con ganas de mantenerse al día y modernizar, en la medida de lo posible, este sector para continuar dando el mejor de los servicios durante muchos años más.

Por ahora, no se plantea qué pasará con La Cremallera en un futuro cuando ella se jubile, pero sí le gustaría que un comercio tan icónico como este se mantuviera abierto. “Es un buen negocio si sabes llevarlo”, afirma.

Para ella, el auge del comercio online no ha supuesto un problema porque los precios imbatibles de esas plataformas los combate con profesionalidad, experiencia y trato cercano. Solo hay que acercarse un día por Sánchez Vera para comprobar cómo está la tienda.