“Nuestra Pasión se ha asentado en estos años como un fenómeno socio religioso”
Fue un 25 de febrero de 2006 cuando Don José María Yanguas fue consagrado como obispo de la Diócesis de Cuenca. Nacido un 26 de octubre de 1947 en la localidad riojana de Alberite, Monseñor cumplió el pasado 2022 la edad de jubilación eclesiástica, fijada en los 75 años, motivo por el que tuvo que presentar su renuncia al oficio al Papa Francisco. Por eso considera “probable” que esta sea su última Semana Santa al frente de la Diócesis conquense, de la que destaca la “alegría” que inunda Cuenca cada Domingo de Ramos o la llegada de las imágenes de la Virgen al Palacio Episcopal. Todo ello, sintiéndose ya un conquense más.
¿Cómo afronta esta Semana Santa, ahora que ya ha presentado su renuncia al Santo Padre?
El hecho de la renuncia al oficio de Obispo diocesano por haber alcanzado el límite canónico de edad cambia poco en el modo de afrontar la Semana Santa. La celebración de los misterios centrales de la fe cristiana está más allá de cualquier circunstancia “legal”. Tampoco el tiempo atmosférico de esos días puede hacer variar sustancialmente el espíritu de la celebración. El modo de celebrar la Semana Santa, aun siendo importante, no puede ser lo más importante. Lo es, en cambio, el misterio de salvación que conmemoramos en ella.
¿Cree que esta va a ser su última Semana Santa al cargo de la Diócesis de Cuenca?
No puedo saberlo con certeza. Podría decir que lo más probable es que así sea, pero son todavía numerosas las diócesis para las que hay que nombrar un nuevo Pastor. En algunas de ellas han pasado ya más de dos años desde que su Obispo presentó la renuncia. De manera que es imposible predecir el momento en que el Santo Padre hará efectiva mi renuncia. Mientras tanto, sigo haciendo mi trabajo como hasta ahora.
Desde 2006 es usted el obispo de Cuenca. ¿Cómo recuerda su primera Semana Santa?
Han pasado ya diecisiete años, pero pienso que en este tiempo no se han producido cambios sustanciales. Quizás nuestra Semana Santa se ha consolidado institucionalmente y se ha asentado como fenómeno socio religioso; algunas manifestaciones han limado extremismos, desarrollándose con formas más serenas, aunque igualmente intensas. Quizás se necesitaría profundizar todavía más el carácter de “desfile de pasión” de la mayoría de nuestras procesiones y evitar actuaciones, performances como se dice ahora, menos acordes con el misterio de dolor de la vida de Jesús que en ellas se conmemora.
¿Cuál ha sido en todo este tiempo su momento, recuerdo, vivencia más especial?
No es fácil escoger, pero seguramente entre esos momentos debo contar la alegre, bulliciosa, festiva, procesión del Domingo de Ramos; la llegada de las imágenes de la Virgen al Palacio Episcopal, la coronación de la Virgen de las Angustias, y ya fuera de este ambiente de Semana Santa, las ordenaciones sacerdotales en la Catedral.
¿Cómo recuerda la presentación en Roma de nuestra Semana Santa?
Fueron momentos difíciles de olvidar, para mí y para cuantos fueron a Roma en representación de la Semana conquense. Momentos de convivencia, de hermandad, de saborear la catolicidad de Roma, de empaparnos en su historia singularísima de fe y de arte. Con dos momentos muy especiales: el primero, la audiencia con el Santo Padre en la audiencia general del 8 de marzo, en la que nos dedicó su atención durante unos minutos, derrochando cariño y simpatía y en la que pudimos presentarle algunas publicaciones nazarenas. El segundo fue la brillante presentación de nuestra Semana Santa en la Embajada Española ante la Santa Sede, con la presencia de la Embajadora y un buen número de personalidades del mundo eclesiástico y civil.
Riojano de nacimiento, después de 17 años al frente del Obispado de Cuenca, ¿se siente ya como un conquense más?
Diecisiete años en la vida de cualquier persona dejan necesariamente huella. Soy, efectivamente riojano por nacimiento y haber pasado en La Rioja los años de juventud; pero a la vez soy navarro por los años de universidad y de enseñanza; romano por estudios, por los años pasados en Roma al servicio del Santo Padre, y conquense porque aquí he desarrollado todo mi ministerio como obispo. Es natural, pues, que sienta aprecio, estima, simpatía, por esta tierra y sus gentes y que me sienta como un conquense más.