“Nos hemos orientado a la experiencia del público, a que la música les transforme”
Cuando Daniel Broncano (Orcera, Jaén, 1986) asumió el pasado julio la dirección artística de la Semana de Música Religiosa de Cuenca tenía claros sus objetivos: ampliar el espectro musical y los espacios con el fin de atraer a nuevos públicos. Y ha cumplido: tras dos años sin celebrarse, el festival –que echaba a andar el jueves 7 y se prolongará hasta el 17 de abril– ha vuelto con una programación innovadora que suena también a flamenco, góspel y blues, sin olvidar la primigenia esencia del evento, que es presentar músicas religiosas y trascendentales.
Emocionante esta nueva edición tras dos años de parón.
Sí, estamos muy ilusionados por reencontrarnos con el público. Hay un equipo nuevo. La Semana vuelve con la ambición y la exigencia de calidad de siempre. Vamos a tener una edición con muchos conciertos. Ya empezamos a calentar motores con la Cuaresma Musical con una parte importante de nuestro proyecto, que es llevar nuestra música a muchos colectivos más allá de la gente que compra entradas. También hicimos el Ciclo de Adviento. Todo son satélites de lo que de verdad es importante, que es la Semana.
¿Cómo ha sido preparar la Semana con la pandemia? ¿Y la receptividad de los artistas?
En contratar artistas se tarda una tarde. [Risas] Es la parte más fácil. Pero hay que pensar en una programación que tenga sentido. Es un festival muy prestigioso que todo el mundo conoce, tanto dentro como fuera de España. Entonces, siempre hay receptividad. Y también entendimiento de lo que se quiere conseguir. Pero luego hay que atar 80.000 cosas de producción. Y este año también hemos dedicado mucho tiempo a la marca, a reconstituir la imagen de la Semana. Venimos de un periodo en el que las contrataciones se movían con tres meses de antelación por la pandemia, según se podía. Aunque los márgenes están volviendo a ser otra vez amplios para el futuro. Y ya estamos cerrando cosas para 2023, cuando será la sesenta edición.
Véndanos esta edición.
Se trata de seguir con la misión de la Semana, que es presentar músicas religiosas y trascendentales, de elevar el alma de quien nos escucha. Pero esta premisa que se sigue desde hace 59 años se ha reinterpretado con ciertos nuevos lenguajes musicales como el flamenco de Mayte Martín, el góspel y el blues de Barbara Hendricks o la danza contemporánea de la Compañía Nacional de Danza. Se trata de agrandar el espectro para incluir a más público. Se está consiguiendo porque la venta de entradas va bien. También hacemos un descuento del 50% para menores de 30 años. El festival tiene que llegar a mucha gente y ser inclusivo.
La música clásica puede intimidar. ¿Cualquiera puede disfrutar de estos conciertos?
Totalmente. Para disfrutar de la música clásica solo hace falta tener dos oídos. Algunas instituciones musicales hacen cierto proselitismo, se autoexcluyen de la sociedad o intentan hacer creer que hay que ser especial [risas] para escuchar música. Es una narrativa errónea. La música clásica tiene la facultad y la facilidad de emocionar a cualquiera. Hay música contemporánea que puede ser inquietante, desagradable, desconcertante. Esto es lo que quiere el compositor. No hay nada que entender. Lo que sientas es lo que es. Y si te aburres, es que es aburrida. Por supuesto, si analizas más puedes entender la arquitectura interna pero el hecho cultural que se tiene que producir es la sensación.
Destaque algún concierto.
Sin duda, el concierto inaugural con doble acto: María Rodés, una cantautora de Barcelona con unas letras esotéricas, filosóficas, y la pieza In Paradisum, de la Compañía Nacional de Danza. Destaco también el concierto de Mayte Martín, una de las voces más admiradas del flamenco. Y el concierto del viernes 15 de abril en Espacio Torner del Quartetto di Cremona, uno de los mejores cuartetos de cuerda del mundo, con el clarinetista David Orlowsky. Tocarán el quinteto con clarinete de Mozart y la obra Los Sueños y Plegarias de Isaac el Ciego, que tiene parte de música klezmer, judía. Es interesante el contraste entre la primera, muy clásica, y esta última, muy desgarradora, a veces como de plegaria. Y el Espacio Torner siempre es un bombón, muy cercano. Para mí, son tres joyitas.
Otra de las propuestas es senderismo musical.
Se han hecho rutas monumentales y esto es algo parecido pero en el medio natural. Creo que es algo que había que hacer. A mí me resulta muy atractiva la parte natural de Cuenca. Se sale del castillo y es un pequeño paseo de dos horas y media por la Hoz del Júcar con actuaciones musicales intercaladas. Se va paseando con el cuarteto vocal y cantan en varias paradas. La música tiene que ver con Egeria, una viajera y escritora de la Edad Media, y está relacionada con las peregrinaciones. Tiene que ver con el hecho de caminar, de viajar y muchas músicas religiosas tienen que ver con eso. Hacer ese formato de concierto en movimiento tiene mucho sentido. Creo que va a gustar mucho porque rompe el molde tradicional de los conciertos.
También hubo musicoterapia para víctimas de violencia de género.
Es una actividad de alto significado. Se ha hecho con la musicoterapeuta Eva Muñoz, especialista en grupos vulnerables. También hubo conciertos en residencias de mayores y en pueblos. Es un granito de arena. Ojalá pudiésemos hacer más de esto y creo que lo haremos a lo largo del año. Es un festival sustentado por dinero público y tiene que cumplir un servicio social.
Un deseo.
Dos. Uno es que tengamos mucha afluencia de público, lo cual se prevé por cómo va la venta de entradas. Y dos, que esa gente disfrute mucho. Este trabajo lo orientamos a la experiencia del público, a que disfruten la música, a que les transforme. Es el termómetro y el objetivo, ese impacto en todas las personas que vivan nuestra música.