“Con 50 años, ¿qué puede haber más bonito que te toque el Mont-Blanc?”
179 kilómetros. Leído así, parece la distancia entre dos ciudades próximas, algo a acometer en coche. O quizás no, si te llamas Ignacio Javier Lillo Tejeda (1972). Este conquense, veterano corredor, acaba de completar una hazaña con la cual ha soñado durante años: terminar el Ultra-Trail Mont-Blanc (UTMB), considerada la carrera a pie de trail running más prestigiosa del mundo. Pero para comprender la gesta, hay que calzarse las zapatillas y remontarse mucho tiempo atrás.
El conquense proviene de un mundo “súper diferente” al del maratón, como él mismo explica: el de las motos, con las cuales también habituaba las competiciones de enduro -categoría en la que se proclamó campeón de España- y de rallies, corriendo largas distancias de ocho o nueve horas, por lo que ya apuntaba maneras en lo que a resistencia se refiere.
Lamentablemente, al dejar de tener los apoyos suficientes para estas aventuras a dos ruedas, tuvo que dejar de lado el ámbito competitivo, lo que no frenó su espíritu. Pronto, y animado por las actividades que practicaban sus amigos -en bici o corriendo- se siguió viendo atraído por la montaña.
No obstante, era algo escéptico con las largas distancias. “Correr 30 kilómetros por la montaña, yo decía: madre mía de mi vida, esta gente está loca...”, comenta el mismo hombre que recientemente ha completado 179 kilómetros.
Tras animarse a participar en algunas carreras de Cuenca, Nacho pasó a correr la Penyagolosa Trails, en Castellón, reafirmando que las distancias largas eran lo suyo. Fue entonces cuando empezó a pensar en un reto más que ambicioso: el Ultra-Trail de Mont-Blanc. Necesitado de puntos, probó suerte en primer lugar con la CCC -carrera de 106 kilómetros en el Mont Blanc-, en la que, declara, “sufrí mucho al no tener la experiencia suficiente, pero me acabó enganchando aún más”. Hasta ocho años ha pasado Nacho probando suerte en el UTMB, a la espera de ver si estaba entre los afortunados que tendrían el privilegio de disputarla.
Entre tanto, Nacho ha tenido la oportunidad de correr otras citas de enorme prestigio, tales como la Zegama Aizkorri, la maratón de montaña más importante del mundo. “Cuando me enviaron el e-mail de que me habían seleccionado, creía que era un phishing para intentar cogerme los datos, y le dije a mi mujer: ¿Tú estás leyendo que tengo plaza en el Zegama? Fue una gran emoción, tardé nada en pinchar y me inscribí”, relata, recordando su incredulidad de poder participar en una cita así.
El pasado mes de diciembre, tras un periodo de poca motivación y de no poder estar al 100% debido a una neumonía, el corredor consiguió a última hora los puntos necesarios para entrar en el sorteo gracias a su participación en el Ultra de Ibiza.
Y, casualidades de la vida, la oportunidad le llegaría cuando menos lo esperaba. Era uno de los privilegiados. Nacho no se lo pensó dos veces: “Con 50 años, ¿qué puede haber más bonito que te toque el Mont-Blanc?”, comenta entre risas, antes de afrontar las 37 horas, 50 minutos y 51 segundos que pasaron hasta que el conquense cruzó la línea de meta en unos días que fueron un mix de emociones.
CABEZA Y FÍSICO
¿Cuál es el secreto para correr estas maratonianas -aunque este calificativo se quede muy corto- distancias? Nacho lo tiene claro: cabeza y físico, subrayando que su preparación mental la debe basar, fundamentalmente, en ganas e ilusión. El atleta le añade un punto más al famoso lema de “come, bebe y corre”. “Come, bebe, corre y sonríe”, declara el conquense, que destaca que lo más importante es disfrutarlo. Hay que tener una gran fortaleza mental y una gran pasión para ello, y como ejemplo pone el kilómetro 30 de la última UTMB, en el que se vio con ganas de abandonar durante un tramo algo aburrido. “Estás en lo que tú querías, disfrútalo”, pensó Nacho, que ahora se encuentra en uno de sus momentos más dulces.
Todo esfuerzo tiene su recompensa, y el atleta reconoce que todavía se emociona recordando el momento en el que cruzó la meta, con un gran número de público, un enorme ambiente, y lo más importante: un abrazo de su mujer.
Así refleja que, las penurias que se pudiesen pasar en una carrera, se ven recompensadas con creces en esta bonita disciplina, a la que invita a todo el mundo a unirse: “El mejor ejemplo de que todo esto se puede, es que yo he podido. No soy un gran deportista a nivel de rapidez ni nada, pero creo que todo el mundo, con un poco de preparación y constancia, puede”.