"Las mayores lecciones que hemos aprendido nos las han enseñado los niños y niñas"
Todo tiene un principio y un final y Ester Moreno (Cuenca, 1963) y Rosa María Mena (Cuenca, 1962), maestras del CEIP Federico Muelas de Cuenca capital han decidido dejar las aulas después de más de 39 y 36 años, respectivamente, dedicadas a enseñar a los niños y niñas conquenses.
“Con tristeza pero a la vez muy felices” se marchan de su último destino, el colegio Federico Muelas, porque ahora es momento de descansar, de cuidarse y de pasar tiempo con la familia pero, como no, prometen seguir ligadas a la que siempre será su vocación: enseñar.
Y es que, a lo largo de toda su trayectoria profesional han pasado por diferentes municipios de la provincia en los que todavía son recordadas como la ‘Seño Ester’ o ‘Doña Rosi’ y viceversa. Y es que, son de esas docentes que todo el mundo recuerda, de las que te encuentras por la calle 20 años después y quieres saludar. Y es que, cuando las cosas se hacen bien, da igual el tiempo que pase, siempre son recordadas.
Y sí, esto le ha sucedido en numerosas ocasiones a Ester y Rosi porque muchos de sus antiguos alumnos siguen manteniendo el contacto con ellas e incluso han llegado a conocer a sus hijos.
En su caso, Ester empezó a estudiar Magisterio porque en esa época tampoco había muchas más opciones en Cuenca. En principio no quería ser maestra, se quería dedicar a la investigación arqueológica pero por cuestiones familiares abandonó esa idea durante un tiempo ya que no podía hacer frente a los gastos que suponía marcharse a Madrid para estudiar.
Sin embargo, no se olvidó de su propósito y finalmente hizo la licenciatura de Geografía e Historia y empezó el doctorado en esta materia aunque no terminó la tesis. Un reto pendiente que espera poder cumplir en esta nueva etapa de su vida.
Una mujer que estuvo entre el equipo que puso en marcha el primer Colegio Rural Agrupado de la provincia, el de Cardenete, que también ha pasado por Centro Regional de Formación del Profesorado donde conoció a José Saramago y a José Luis Sampedro.
Por su parte, Rosi siempre había querido hacer la mención de Educación Especial en Madrid pero igualmente no pudo moverse a la capital de nuestro país por motivos familiares y acabó estudiando en su ciudad natal, Cuenca.
Si bien, tuvo mucha suerte porque en su segundo año de carrera implantaron la mención que ella siempre había deseado cursar y pudo elegirla. Desde entonces ha pasado también por varios colegios de la provincia hasta que finalmente consiguió plaza en el Federico Muelas donde es maestra de Pedagogía Terapéutica.
Durante las casi cuatro décadas que han pasado entre pupitres y pizarras han visto como ha cambiado la vida dentro de las aulas porque han vivido la digitalización desde dentro y están orgullosas de haber sabido adaptarse con soltura a los nuevos tiempos.
Eso sí, l"as mayores lecciones que hemos aprendido nos las han enseñado los niños y niñas" porque tal y como ellas mismas dicen, “nos regalan un abrazo, un halago y aunque son muy pequeños son muy listos”.
Además de esto, si tuvieran que quedarse con algo de todos estos años sería con “las relaciones que se establecen con las familias, con los compañeros, con la gente a la que invitamos al centro” y han aprendido que “los colegios deben estar abiertos a la sociedad porque así los niños se desarrollan integralmente”.
Ellas han aprendido mucho a lo largo de estos casi cuarenta años pero quienes se llevan la mejor parte son sus alumnos y alumnas, aunque quizá los más pequeños a los que continúan dando clase todavía no saben apreciar la suerte que han tenido de poder tener dos maestras como Ester y Rosi.