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"En Las Camelias hemos visto crecer a las familias de Cuenca"

María Luz Armero agradece el apoyo de su clientela desde sus inicios en 1977 pero ahora, 48 años después, cierra por jubilación
"En Las Camelias hemos visto crecer a las familias de Cuenca"
Foto: Saúl García
14/05/2025 - Paula Montero

El fallecimiento de su marido y tener que sacar adelante a sus cinco hijos cuando tenía 52 años llevó a Leonor Patiño a abrir en 1977 Las Camelias, una floristería familiar de la que años después se hizo cargo su hija, María Luz Armero Patiño. Ahora, 48 años después, ha cerrado sus puertas por la jubilación de esta última.

“A mí me gustaban las flores y recuerdo que cuando tenía 14 años me hacía mucha ilusión llevar el negocio familiar”, cuenta María Luz Armero. La obligaron a terminar bachiller y hacer COU, pero después se dedicó a hacer cursos de formación para llevar la floristería lo mejor posible. “Tenía vocación y eso era lo más importante”, asegura.

Empezó haciendo de todo y ha acabado siendo una experta en flores en la que cientos de conquenses han confiado. 

En este casi medio siglo de vida, Las Camelias ha evolucionado al paso de la sociedad. De los claveles y las margaritas pasaron a las especies exóticas y exclusivas mientras que sus clientes pasaban de ser novios a convertirse en marido y mujer. “Hemos adornado bodas, después bautizos y comuniones, hemos visto crecer a las familias de Cuenca y eso nos ha hecho muy felices”, cuenta la propietaria. 

La historia de Las Camelias no se entiende tampoco sin la Semana Santa, a la que siempre han estado muy ligados. Su icónico belén –que todavía no sabe si volverán a montar en el local– y su involucración en la Semana de Pasión conquense han sido el sello de identidad de la floristería y de la familia en general. “Mis cuñados, mis sobrinos, mis hermanos... todos nos hemos involucrado de una manera u otra, aunque yo era quien estaba al frente”, cuenta María Luz. A ellos, al igual que a sus dos empleados y, cómo no, a sus clientes, les agredece su apoyo constante. “A cada persona que ha pasado por aquí, simplemente aunque fuera a preguntar o a por un frasco de fertilizante que era lo más económico, le debemos todo”, apostilla. 

Tras dar a conocer el cierre del local, las muestras de cariño, los mensajes y las visitas a la tienda hasta el día 30 de abril –último día que abrió– no han cesado. Y todavía ahora, dos semanas más tarde continúan llegando. Incluso hay quien ha pensado que habían cerrado para acometer una reforma pero, lamentablemente, no es así. “No tengo hijos y tampoco nadie que pueda continuar con el negocio”, concluye Armero.