“No hay nada más bonito que ver cómo un animal herido se recupera y vuelve al medio natural”
Corría el año 1992 cuando un joven Miguel Ángel Verona (Madrid, 1961) obtenía su plaza de funcionario como veterinario de ganadería en la Oficina Comarcal Agraria de Cuenca. El parque cinegético de El Hosquillo, al formar parte del término municipal de Cuenca, era competencia de su área, por lo que nada más empezar a trabajar hace 32 años, fue uno de los veterinarios responsables de parque.
Ahora, tres décadas después, Verona ha cedido el testigo a la juventud. Y es que, a sus casi 64 años, el veterinario se ha jubilado. “Repetiría todo lo que he hecho”, explica orgulloso viendo todo lo que ha conseguido con su esfuerzo y tesón ya no solo en el parque cinegético, sino también en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Albaladejito, donde también es veterinario responsable desde que se pusiera en marcha hace más de una década.
Empezó a trabajar en El Hosquillo en el año 1992, y puso en marcha los primeros controles veterinarios de los animales del parque cinegéticoAsí, recuerda cómo a primeros de los años 90 no había una legislación como tal que obligara a las administraciones a controlar, en términos veterinarios, a los animales que había en El Hosquillo. “En cuanto vi que de allí salían y entraban todo tipo de especies y no sabíamos si estaban sanas o no, rápidamente me interesé por llevar a cabo un control clínico”, rememora.
En todo este tiempo, ha habido altibajos en El Hosquillo, “con épocas muy buenas en las que innumerables ciervos, gamos, muflones o jabalís salían del parque para repoblar reservas naturales, cotos, etcétera”. Allí era el responsable del control sanitario de los animales, aunque con el paso de los años, el parque ha pasado a tener una función más de investigación y educación ambiental.
Por ejemplo, en estos años ha colaborado con el Museo de Ciencias Naturales de Valencia o la facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid en programas centrados en el control de parásitos en ciervos o la transmisión de enfermedades animales a los humanos. “El Hosquillo siempre ha sido un laboratorio muy bueno, siendo uno de los cometidos actuales del parque”, expone.
“Ha sido muy interesante llevar el control sanitario de animales salvajes como los ciervos, los gamos o los jabalís, pero donde más he aprendido ha sido con el tema de lobos y osos”, explica. Cuando empezó a trabajar había muy pocos veterinarios en el país que trabajara con la fauna salvaje, muy poca información y apenas encontraba bibliografía para según qué asuntos, hecho que le ha llevado a convertirse en una de las referencias veterinariamente hablando en este tipo de animales.
Todo aprendido muchas veces con “el ensayo y su error”, teniendo algún susto que otro, “porque en verdad era un novato cuando llegué”. El que mejor recuerda fue cuando un día tenían que sedar a los lobos para trasladarlos a un zoológico. “Cada uno puede llevar un tipo diferente de anestesia combinando diferentes anestésicos, y como no había internet y poca información, muchas veces íbamos viendo sobre la marcha qué productos administrábamos”.
Entonces, había ocho lobos (que descendían de aquellos con los que trabajó Félix Rodríguez de la Fuente) y tras dormir a siete, no eran capaces de dormir a uno de ellos. Entonces, decidieron acorralarlo contra las verjas del recinto, y Verona iba a echarse encima de él con una red para capturarlo. Fue en ese momento cuando el animal se le tiró al cuello, pero afortunadamente, un compañero rápidamente puso un palo en medio y no hubo que lamentar daños. “No tenía la experiencia suficiente para darme cuenta de que así no podía coger a un animal”, explica el veterinario recién jubilado.
“Ver cómo los animales se han recuperado de sus lesiones es lo más bonito, porque le estás salvando la vida”, asegura orgulloso Verona, quien ha visto pasar cientos y cientos de animales por sus manos. De hecho, por Albaladejito pasa una media de 500 especies cada año, y en torno al 60% se consigue liberar después. “Devolver un animal salvaje a su medio natural es lo más satisfactorio de nuestro trabajo”.
Además, su labor también ha contribuido a repoblar El Hosquillo de oso pardo, una especie en peligro de extinción y emblema del parque. “Hemos hecho las cosas bien”, incide Verona, ya que han proporcionado a los animales una alimentación correcta y se les ha facilitado un entorno donde no se veían estresados para favorecer así la reproducción. “Ahora hemos tenido que castrar a los machos más mayores para controlar la población y que no haya problemas de territorialidad de los osos”, explica con la satisfacción de tener ahora 12 osos en el parque.
Así, no duda en subrayar que su trabajo, desde que comenzó, siempre consistió en proteger y salvar la vida de la fauna salvaje, “que no tiene dueño”. “Los perros o los gatos tienen a un humano que se preocupa de ellos, pero en este caso, si no somos nosotros, nadie lo va a hacer”, sostiene. “Hay que defenderlos y luchar por ellos para que salgan adelante en caso de que se pongan malos o sufran algún accidente”.
Aunque es complicado escoger una etapa profesional en sus más de tres décadas, no duda en quedarse con la época en la que estuvo como director Ángel Aurelio Martínez. “Los dos compartíamos la misma visión, y gracias al trabajo que desarrollamos entre finales de los años 90 e inicio de los 2.000 con la puesta en marcha de un programa sanitario, pusimos los cimientos para que El Hosquillo sea hoy en día lo que es”, sostiene.
También se queda con las visitas que ha guiado a infinidad de niños y niñas tanto en El Hosquillo como en Albaladejito. “Les he intentado transmitir la naturaleza, han disfrutado, y ver sus caras de fascinación ha sido muy bonito”, explica el veterinario, quien también ha tenido que contestar a veces preguntas complicadas. Una de ellas fue si había visto en el parque alguna cigüeña que llevara bebés. “Aprendes mucho también de los niños, de su inocencia, y ver cómo se fascinan cuando ven de cerca un búho real, por ejemplo, no tiene precio”.
Ahora, Miguel Ángel Verona ya deja paso a la nueva generación de veterinarios que, sin duda, seguirán contando con su apoyo. “Mi móvil ahí lo van a tener siempre que necesiten ayuda”, asegura, pero ahora va a dedicar su vida a su familia. “Este trabajo ha sido a veces muy sacrificado, sin fines de semana ni vacaciones”, por lo que quiere recompensar a sus seres más allegados.