“Cuando me llamó el alcalde para ser pregonero me temblaban hasta las canillas”
Dicen que los niños vienen al mundo con un pan debajo del brazo y para Fran Martínez no ha podido tener más sentido este dicho popular. Y es que, su mujer, Cristina Castellanos, estaba embarazada de cuatro meses y medio cuando el conquense dio el salto a la televisión para ser uno de los dieciséis concursantes de la novena edición de MasterChef.
Finalmente, como todos sabrán, se ha convertido en el cuarto finalista de este conocido talent de cocina. Una primicia que ha tenido que mantener en secreto desde el pasado 20 de abril, momento en el que regresó a Cuenca tras haber concluido la grabación.
Fran abandonó su trabajo en el conocido restaurante y cafetería Peñablanca para embarcarse en esta aventura con el objetivo de “cumplir un sueño”, que no es otro que abrir su propio restaurante en la capital conquense.
Y, en estos momentos, está en busca de un local donde poder cumplir su deseo, aunque “los que he visto hasta ahora todavía no me han terminado de convencer”, revela en una entrevista concedida a Las Noticias de Cuenca. El conquense siempre ha mantenido los pies en el suelo, por ello “estamos pensando con cabeza y serenidad la decisión final, tampoco me quiero meter en una inversión de 50.000 euros porque tengo hijos y una familia detrás”, explica.
Sin embargo, tiene muy clara la filosofía que seguirá en su negocio, donde planea poner a disposición del cliente “una carta sencilla, con pocos platos pero que estén realmente buenos. Vale más poco y bueno que mucho y malo”, comenta. Además, en su menú tendrán un papel protagonista “los guisos de toda la vida, la cocina de chup-chup, buenas carnes y como no, incluiré productos locales”, dice.
Los locales que he visto hasta ahora para poner en marcha un restaurante no me han terminado de convencer, pero estamos en ello
Tras su paso por MasterChef, se ha abierto una nueva etapa tanto personal como profesional para Martínez, aunque al echar la vista atrás y recordar el momento en el que Jordi Cruz le entregó el delantal blanco que le convertía en concursante “aún se me pone la carne de gallina. Pensé, lo he conseguido, estoy dentro y me acordé de toda mi familia, en especial de mi mujer, Cristina”.
Ahora bien, han sido tres meses de trabajo “intenso” en los que se separó de los suyos para vivir en una casa junto a sus compañeros de concurso. Semanas plagadas de grabaciones, viajes para llegar a las localizaciones de las pruebas en exteriores y ratos libres en los que se dedicaba a estudiar y a practicar. “Hay que demostrar que con esfuerzo, constancia y dedicación se pueden conseguir las cosas. Yo me siento un privilegiado y no esperaba, para nada, llegar donde he llegado”, apostilla.
Y es ese esfuerzo lo que ha llevado a ganarse el cariño de los espectadores, quienes además, en muchas en ocasiones, se han sentido identificados por la naturalidad del finalista, tal y como han mostrado en los miles de comentarios y mensajes que han dejado en redes sociales a lo largo de la emisión de MasterChef. Fran ha conseguido traspasar la pantalla con sus chascarrillos y refranes, que casi podríamos decir que se han convertido en su característica más representativa.
Cada martes, desde el 20 de abril, ha visto la emisión del programa desde el sofá de su casa, “porque no es lo mismo vivirlo que verlo, sabía qué había pasado pero no como estaba preparado el programa”. Para él han sido noches “largas y muy bonitas en las que los nervios estaban a flor de piel, lo que me ha llevado a emocionarme, llorar y surfrir”, confiesa.
Y es que, aunque suene a tópico, MasterChef ha cambiado la vida del conquense. “Haces una carrera de cocina durante tres meses y te llevas experiencias inolvidables” y muchas más cosas. Por ejemplo, ha recibido ofertas laborales para trabajar con Pepe Rodríguez en El Bohío, con Jordi Cruz en Abac o en el catering de Samantha Vallejo-Nájera, los tres jueces del talent, quienes en innumerables ocaciones han abierto las puertas de sus cocinas al de Cuenca. Una oportunidad que “significaría seguir aprendiendo de mano de los mejores. He hecho una carrera en cocina y esto sería el máster”.
A pesar de estas propuestas lo tiene claro: “quiero quedarme en Cuenca”.
Esta ciudad lo ha recibido con los brazos abiertos pues los conquenses “no han tenido nunca una mala palabra conmigo, todo lo contrario, me han apoyado hasta el final y es un orgullo para mí”.
Si bien, tendrá la oportunidad de devolver y mostrar su agradecimiento a los vecinos y vecinas de la capital en apenas un mes, cuando pronuncie el pregón inaugural de la Feria y Fiestas de San Julián en la noche del 12 de agosto. Algo que jamás imaginó. “Cuando me llamó el alcalde don Darío para ser el pregonero me temblaban hasta las canillas. En cuanto pude colgué porque estaba de los nervios al hablar con semejante personalidad”, admite.
Una misión que para Fran significa mucho y considera como “muy importante” pues tiene el papel de ensalzar Cuenca. Para dejar el listón bien alto ya se ha puesto manos a la obra con la redacción del texto que pronunciará. Tiene claro que solo quiere “ensalzar la ciudad y agradecer a los conquenses el haber estado siempre ahí, pero estámos dándole vueltas, al igual que estamos pensando hacia donde encaminar nuestro futuro profesional”.
De momento, no puede avanzar más novedades pero promete compartir nuevos avances muy pronto a través de sus vídeos y posts en redes sociales. Al tiempo, continuará subiendo sus ya demandados menús semanales en los que con ingredientes baratos y tradicionales elabora una propuesta que sus seguidores pueden imitar.
Quedan incógnitas en el tintero como, ¿dónde se ubicará su nuevo restaurante y cómo será? pero, de seguro, Fran cocinará a fuego lento un futuro que contemple gastronomía y familia, los dos pilares más importantes de su vida.