"Solo agua y mucho cariño”. Ese es el secreto de las frambuesas que se producen en La Serranía de Cuenca de la mano de El Huertezuelo, un pequeño proyecto piloto puesto en marcha en Valdemeca por un grupo de once amigos -residentes en este municipio o vinculados con esta población- con el objetivo tanto de cultivar este fruto como de dinamizar el mundo rural organizando actividades para hacer frente al reto demográfico.
“Somos un grupo concienciado con la necesidad de hacer cosas en los pequeños pueblos para que no acaben por morirse del todo”, subraya Jaime Rodríguez Estival, uno de los miembros de esta iniciativa.
Aunque este integrante destaca especialmente a Moisés Heras y su mujer, Amparo García, residentes en Valdemeca, como principales promotores de esta idea. “Nos han convencido a los demás para meternos en el proyecto”, bromea.
Otro de los integrantes tenía un terreno agrícola en Valdemeca que llevaba más de cuarenta años sin utilizarse y decidieron aprovecharlo. Se les ocurrió entonces la idea de plantar frambuesas aunque no sabían muy bien cómo iba a funcionar este cultivo en esta zona, en plena serranía. Y cada uno ha aportado su parte en este proyecto: uno de ellos puso su tractor para preparar el terreno y el resto han ayudado con las diferentes tareas.
Justo antes de la irrupción de la pandemia compraron 400 plantones de hasta cuatro variedades y los pusieron en el terreno, de apenas un cuarto de hectárea. Ese año se les inundó debido a las intensas lluvias y tuvieron que volver a plantar, optando por poner frambuesa autóctona en un tercio de la parcela.
“El primer año no hubo cosecha pero este verano, a mediados de agosto, ya comenzó a dar producción”, explica. Desde entonces, han recogido, de forma manual, unos 180 kilos de frambuesas, a una media de cuatro al día, alcanzándose hasta cinco y seis en las jornadas más álgidas de septiembre. “Ahora ya se nota que va bajando porque va haciendo frío”, matiza.
Como es el primer año que tienen producción no saben muy bien hasta cuándo van a seguir recolectando pero calculan que se podrá prolongar la cosecha hasta finales de octubre, antes de que comiencen los primeros hielos.
El proyecto, que toma su nombre del paraje donde se encuentra el terreno, conocido como El Huertezuelo, busca un producto cultivado con la menor huella de carbono posible por lo que no utilizan productos fitosanitarios, la recolección la hacen a mano y solamente utilizan una mulilla mecánica para faenar en las partes más complicadas del terreno. “Hemos apostado por la agricultura tradicional”, señala Rodríguez Estival.
“Estamos muy contentos porque es la primera plantación, que nosotros sepamos, de frambuesas en La Serranía de Cuenca y porque no hemos tenido la necesidad de utilizar químicos, por lo que el fruto tiene una gran calidad al tiempo que es respetuoso con el medio ambiente”, celebra.
Como hasta el momento no se han registrado como empresa, no han iniciado el proceso para certificar la producción como ecológica pero este miembro afirma que estas frambuesas son de este tipo de agricultura dado que ellos no están utilizando ningún tipo de producto fitosanitario y el terreno llevaba décadas sin cultivarse, por lo que ya se habría ‘descontaminado’ en el hipotético caso de que por aquel entonces sí se hubiesen usado químicos.
A través de un comercial de productos agroforestales, este año han colocado las frambuesas en varios negocios de Cuenca, entre ellos restaurantes, una frutería y la tienda de productos ecológicos Coopera Natura. Para la próxima cosecha, este grupo de amigos esperan poder acogerse a la normativa de Castilla-La Mancha que regula la venta directa de productos agroalimentarios.
“Hemos podido comprobar que nuestras frambuesas pueden ser de bastante interés en el mercado. Cuando acabe esta temporada, veremos las posibilidades que tenemos”, reflexiona.
Desde El Huertezuelo apuestan por el comercio de proximidad por lo que su intención es que las frambuesas no salgan de la provincia y se puedan vender todas aquí.
También han hecho mermelada de frambuesa aunque en este caso no la han vendido dado que se trata de un producto elaborado y necesitarían de permisos sanitarios. “Está buenísima. Tiene un mayor dulzor natural así que lleva muy poca azúcar añadida, por lo que es más sana”, exclama.
“El Huertezuelo es también una excusa para juntarnos nosotros aunque puede llegar a convertirse en un futuro en un proyecto real de emprendimiento”, reflexiona Rodríguez Estival, aunque puntualiza que para que este proyecto piloto pudiera llegar a ser un negocio rentable tendrían que cultivar en un terreno más grande. “Nadie puede vivir de un cuarto de hectárea”, añade.
De momento, están satisfechos porque han logrado el objetivo con el que El Huertezuelo comenzó a andar: “Dar fe de que en los pueblos se pueden hacer cosas y que se puede vivir en ellos”.