Pedir comida a domicilio a través de internet no es una novedad. De hecho, es una práctica habitual. Lo que sí es nuevo es poder recibir comida de chef, elaboraciones de autor. Así es la original idea culinaria de Eduardo Molina: “queremos trasladar la cocina de restaurante a las casas”, señala.
Abatido por la crisis económica y con la necesidad de resurgir este emprendedor decidió adentrarse en el mundo de la hostelería, del que ya era un viejo conocido. “No tenía mucha escapatoria, los inicios fueron difíciles pero teníamos que buscarnos la vida.” Así nació Elaboraciones Gloria Bendita, una iniciativa premiada por el concurso Proyectos Empresariales Lanzadera del año 2018, promovido por la Diputación Provincial de Cuenca que permitió a Eduardo Molina poner en pie una original idea culinaria en la capital conquense: un servicio de comida a domicilio sin conservantes ni colorantes artificiales.
En principio comenzó a abastecer a restaurantes, pequeños bares o simplemente a los establecimientos que requieren sus servicios. Ahora da un paso más y abre una nueva línea de negocio: La Fiambrera, una propuesta dedicada exclusivamente a la producción de comida para aquellas personas que desde casa quieran disfrutar de recetas de autor.
Con una preparación tradicional, casera y cuidada al detalle los consumidores podrán disfrutar de una alternativa que pone a su alcance elaboraciones gourmet en casa. El cliente podrá elegir a través de su web, que aún está en proceso, entre diferentes propuestas, menús semanales y elaboraciones especiales que se podrán conservar ocho días en el frigorífico con un precio base de entre cinco y siete euros por ración. También pretenden tener puntos de venta físicos en Cuenca, a través de tiendas locales de ultramarinos que quieran posicionarse como distribuidores, complementándose unos a otros.
Algunas de sus recetas incluirán superalimentos como la quinoa, recetas internacionales y complicadas elaboraciones al estilo Masterchef, aunque mantendrán sus tradicionales y conocidas croquetas. Anhelan la comida tradicional en la que detrás de cada plato siempre hay una persona; de lo que se trata es de que no lo hagan las máquinas. Tres trabajadores conforman actualmente la plantilla, pero pretenden duplicarla a finales de año si todo va bien. “Si llegáramos a los 200 pedidos semanales necesitaríamos entre diez y doce empleados”, explica.
A día de hoy se encuentran trabajando en la cafetería del Teatro Auditorio de Cuenca, que también gestiona; pero tienen previsto trasladarse a un emplazamiento mayor en diciembre, donde poder terminar de ‘guisar’ este novedoso proyecto para después presentarlo ‘emplatado’ y listo para comer. “Todavía no hemos dado el salto porque podemos morir de éxito”, explica Eduardo. Contarán con una cocina de producción y unas instalaciones que les permitan almacenar y repartir sus elaboraciones no solo en la provincia de Cuenca, sino por todos los rincones de España; siempre con las manos en los fogones y sin perder el norte.
Adoptar modernas técnicas de envasado para evitar los conservantes es su mayor apuesta, además de estar comprometidos con el medio ambiente. Procesos rápidos de enfriado y un formato de envasado con nitrógeno y CO2 garantizarán que las elaboraciones conserven todas sus cualidades nutritivas. Además, no solo utilizarán envases de plástico reciclables, sino que les gustaría aprovechar los desechos de su propia cocina para crear abono que quieren emplear para dar vida a un huerto propio. “Queremos defender una carta sin tener que tirar comida”, comenta. Su mayor intención es crear una empresa autosuficiente que sea capaz de producir materias primas, cocinarlas y servirlas.
La clave del éxito en este caso se encuentra en cocinar con los mejores ingredientes: cariño, alimentos de calidad, materias primas de temporada y muchas ganas. Un servicio que hará que el cliente disfrute de platos que le sepan a ‘gloria bendita’.