Pastelería Marisol, 60 años endulzando los paladares conquenses
Sesenta años endulzando las mesas y el paladar de los conquenses. Ese es el tiempo que lleva abierta al público la Pastelería Marisol.
El fundador de la saga fue Antonio Serrano y como recuerdan sus hijos, Miguel Ángel, Marisol y Sonia que ahora asumen las riendas de la empresa, el negoció comenzó a funcionar en 1961. Sin embargo, la historia se remonta años atrás, hasta el periodo en el que su padre trabajó en la Confitería Serrano que gestionó y puso en marcha junto a su hermano. “En esa época incluso llegó a vender dulces de forma ambulante por las ferias de los pueblos de la provincia”, explican los tres hermanos. Una labor que a Antonio Serrano le permitió ganar fama pero sobre todo experiencia en el oficio.
Tras formarse y experimentar con sus propias recetas apostó por poner en marcha la Pastelería Marisol que a día de hoy mantiene abiertas sus puertas al público en el mismo local que entonces, hasta haber logrado convertirse en todo un referente de la capital conquense. ¿Por qué?
Sin duda por sus productos artesanos aunque, entre toda la variedad, destaca el Alajú que elaboran con materias de primerísima calidad como la miel de romero y la almendra que compran a productores conquenses habitualmente. No obstante, no todo es tradición, también han innovado al cambiar la alloza por nueces o piñones en este dulce típico conquense.
En este sentido, atrás quedaron las rutas por la provincia para centrarse en la pastelería y repostería en la que a día de hoy son también expertos y a la que en un primer momento no prestaron demasiada atención. Si bien, en la actualidad son especialmente demandadas las porciones de tarta que cada persona puede combinar a su gusto para probar diferentes sabores, pero dependiendo de cada temporada la clientela se interesa por los roscones, los mantecados o las torrijas.
Parroquianos que, como podrán imaginar, después de sesenta años son habituales casi todas las semanas y en fechas importantes. Eso sí, ahora que se acerca la Navidad y el Día de Reyes, Miguel Ángel, Marisol y Sonia esperan ansiosos la llegada de las familias que se desplazan desde cualquier punto de Cuenca para comprar los turrones o el roscón con los que disfrutarán alrededor de la mesa en estas fiestas. “La tradición de comprar dulces en nuestra pastelería pasa de padres a hijos y nos hace ilusión encontrarnos con ellos año tras año”, apuntan.
Además, se han tomado al pie de la letra eso de ‘renovarse o morir’ y han incorporado a su larga lista de productos elaboraciones sin gluten, sin azúcar y sin lactosa para que nadie se quede sin el placer de disfrutar un buen pastel. “Hace tiempo parecía raro pero ahora son muy comunes y así podemos llegar a mucha más gente porque todo el mundo tiene derecho a comer de todo, también los celiacos o los diabéticos”, explican. Para no perder calidad y la exquisitez “trabajamos durante meses para dar con el toque justo de harina de arroz o de maíz o encontrar el sustituto perfecto del azúcar”, dice Miguel Ángel.
Por otro lado, la pandemia de la Covid-19 propició la incorporación de la Pastelería Marisol al amplio universo de internet con el objetivo de desarrollar la venta online o e-commerce que, por ahora, todavía está despegando. “Recibimos encargos pero el volúmen de pedidos que entra no es comparable al de la tienda”, dicen.
Desde hace dos años, además, cuentan con perfiles en redes sociales como Instagram donde muestran su día a día en el obrador y se han convertido también en un canal de contacto con nuevos y antiguos clientes. Eso sí, han notado como los conquenses prefieren el trato cercano y personal que les hace sentir como en casa cuando cruzan el umbral de la puerta. Y es que, la tradición, calidad, cercanía y artesanía siempre son sinónimo de éxito y la Pastelería Marisol es un ejemplo de ello.