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Reto demográfico

Emprender en el medio rural: "En el pueblo nos han acogido como familia"

Míriam González Colomina, de Torrevieja, ha abierto en Poveda de la Obispalía un bar que ha recibido el asesoramiento del programa Integra 22
Emprender en el medio rural: "En el pueblo nos han acogido como familia"
Míriam González Colomina, junto a su marido, ‘Lolo’, en el nuevo bar de Poveda de la Obispalía, ‘La nueva escuela’.
03/09/2020 - Dolo Cambronero

Míriam González Colomina, de 43 años, nació en Madrid pero ha estado viviendo veinte años en Torrevieja (Alicante), donde trabajaba como camarera desde hace seis. Cansada del estrés de la ciudad, decidió dar un giro a su vida y apostó por la tranquilidad que ofrece Poveda de la Obispalía, pedanía del municipio conquense de Altarejos a la que se mudó en febrero y en la que ha cogido las riendas del bar del pueblo, ‘La vieja escuela’.

La apertura se vio truncada por la pandemia porque el establecimiento llegó a abrir sus puertas un viernes pero tuvo que cerrar al día siguiente debido al estado de alarma. Así, esta emprendedora tuvo que esperar hasta junio para poner en marcha definitivamente este bar.

El nuevo negocio ha sido uno de los proyectos que han recibido asesoramiento y se les ha hecho seguimiento en el marco del programa piloto Integra 22, creado por la Diputación de Cuenca para afrontar especialmente el reto demográfico de la provincia y que dispone de un presupuesto total de 430.000 euros, contando con la colaboración de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a través de la gestión de fondos europeos.

Míriam no está sola en esta aventura y se ha trasladado a este pequeño pueblo acompañada por su marido, Jesús Manuel de la Peña Cano, alias ‘Lolo’, y sus dos hijos, una niña de 13 años y un niño de 10. Pero, ¿cómo se planteó esta familia mudarse desde Torrevieja a Poveda de la Obispalía? Esta emprendedora cuenta que sus padres habían visitado el municipio en varias ocasiones porque tienen unos amigos allí y les gustaba tanto el sosiego y la tranquilidad que se respiran en la localidad que el verano del año pasado se lanzaron y se compraron una casa.

Así, Míriam y su familia también visitaban la localidad algunos fines de semana y fueron entablando amistad con los lugareños. “La gente del pueblo nos animó a quedarnos con el bar”, recuerda, puntualizando que el establecimiento era más bien un club social debido al pequeño tamaño del municipio.

"La gente del pueblo nos animó a quedarnos con el bar"

“En el pueblo nos han acogido como si fuéramos de la familia. La gente es muy diferente a la de Torrevieja. Son muy hospitalarios y el recibimiento ha sido muy bueno”, subraya esta hostelera, destacando que se percibe más un sentimiento de comunidad que en las grandes poblaciones.

El balance de estos poco más de dos meses de vida del bar es muy positivo y están muy contentos con la respuesta que está teniendo el establecimiento ya que, aunque la localidad no llega al medio centenar de habitantes empadronados, durante los meses de verano se llena de vida. “Vienen también muchos clientes de los pueblos de alrededor. Es impresionante la gente que tenemos”, asegura.

ESPECIALIDADES
La paella -que preparan por encargo- y la tortilla de patatas son las grandes especialidades de ‘La vieja escuela’, en la que se puede degustar también una amplia variedad de raciones. “Y siempre ponemos una tapa con la bebida”, destaca.

Además de la inversión inicial para poner en marcha el negocio, esta hostelera reconoce que, antes de venir, analizaron los pros y contras de trasladarse a una localidad tan pequeña, que ofrece una vida tranquila aunque los recursos son más limitados. “Lo primero que vi es si a mis hijos los podía recoger el autobús para ir al colegio de Villares del Saz”, explica. Los niños se quedaron estos meses pasados en Torrevieja con los abuelos para terminar un curso atípico pero este septiembre empiezan una nueva vida. Míriam dice estar “muy contenta”: “Ahora trabajo para mí, que en muchos trabajos no te valoran hasta que te vas”.