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“Los catálogos de IKEA supusieron la gran democratización del diseño”

El diseñador conquense Roberto Turégano ofrecía esta semana una charla organizada por Ceoe-Cepyme Cuenca
“Los catálogos de IKEA supusieron  la gran democratización del diseño”
Foto: CEOE-Cepyme Cuenca
02/12/2018 - Gorka Díez

Al contrario que hace treinta o cuarenta años, cuando la mayoría de los trabajos de los diseñadores gráficos se consideraban “anónimos”, hoy en día su autoría es reconocida. Así lo considera el diseñador gráfico Roberto Turégano (Cuenca, 1947), que en sus cuatro décadas de trayectoria ha sido galardonado con distinciones como el Premio de Diseño de Castilla-La Mancha y este jueves ofrecía una ponencia en el Parador de Turismo organizada por la Asociación de Profesionales y Empresarios del Diseño de Cuenca, integrada en la CEOE-Cepyme Cuenca.

Turégano, que inició su carrera profesional en Madrid, reconoce que lo hizo en tiempos “duros”, en los que a los diseñadores solo se les reconocía su trabajo en el mundo editorial, y la sociedad ignoraba quién era el autor de la imagen de una empresa o de un servicio público, como él lo ha sido del Grupo Cortefiel, de las imágenes de la Capitalidad Cultural Europea de Madrid en 1992 o, ya entrado el nuevo siglo, del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam).

Pero las circunstancias han cambiado. A “conquistar poco a poco el territorio” ayudó especialmente, considera, la llegada de los primeros catálogos de IKEA a la península, a mediados de los noventa. “Cada producto aparecía con una etiqueta del nombre del diseñador pese a que no eran profesionales estrella, tipo Javier Mariscal, sino trabajadores de la plantilla de la empresa. Es algo que en otras épocas a nadie se le había pasado por la cabeza y que supuso la gran democratización del diseño. Porque tras cada pieza que se fabrica hay siempre una persona que la ha pensado y que ha decidido que sea como es”.

Y si hay un diseñador con nombre propio reconocido en toda España, que marcó un antes y un después en el sector, ese es, reconoce Turégano, José María Cruz Novillo, “el primero y mi gran referente. Es alguien muy abierto y moderno, de gran cabeza, que asentó unas bases sólidas de lo que era la profesión. Es el que ha tirado del carro. Soy muy amigo y muy fan de él y coincidimos en ser los dos de Cuenca”.

Demanda empresarial

Prueba de la demanda que tiene el diseño es que, en la actualidad, a ninguna empresa, ni siquiera a un negocio de modestas dimensiones, se le ocurriría emprender su andadura sin contar con una imagen de marca. “A lo mejor solo se hace una imagen de empresa en la vida, salvo que pasado un tiempo se detecte que ha quedado caducada y hay que renovarla, pero hay una gran conciencia de que es algo que hay que cuidar, por pequeña que sea una compañía. Diseño y empresa van y tienen que ir siempre unidos de la mano”.

De ahí que el diseño sea ahora mismo, a su entender, una de las profesiones con más futuro. “En Madrid hay ocho o diez escuelas y toda la gente sale con la intención de colocarse porque se da por hecho que es un servicio absolutamente necesario en todos los ramos: estamos metidos en todos los ajos y fregados, todo pasa por el diseño”.

Un sector en el que, reconoce, las nuevas tecnologías son una herramienta imprescindible. “Yo no tuve mi primer ordenador hasta el 92, con lo cual me ha pillado un poco fuera de juego, pero es una herramienta que es una maravilla”.

Tras cuatro décadas en activo, Turégano cree que “es difícil parar las cabezas”, de modo que algún que otro encargo sigue haciendo aunque “entre amigos, para clientes de toda la vida, porque alguno me sigue llamando”. Y donde sobre todo tiene volcados sus esfuerzos es en presidir el patronato de la Fundación Diseño Madrid (Dimad) que, constituida en 2006, busca convertir Madrid en un referente del diseño contemporáneo. “Regalo mi tiempo libre a la causa, a defender los derechos de los diseñadores”, concluye.