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Bernardino Moya, Medalla de Oro de la Cámara de Comercio de Cuenca

"Si se trabaja con ilusión y deseos de hacer el favor que se hace al público, las cosas irán bien"
Bernardino Moya, Medalla de Oro de la Cámara de Comercio de Cuenca
12/05/2014 - L.N.

La Cámara de Comercio de Cuenca ha concedido su Medalla de Oro a Bernardino Moya, natural de la Alberca de Záncara, por su contribución al mundo empresarial de la provincia. Este conquense pidió la excedencia en 1958 como funcionario en el Servicio Nacional del Trigo para trabajar en el concesionario en Cuenca y Tarancón de la marca de maquinaria agrícola Lanz. En 1987 creó la empresa Bermoya S.A, y en 1994, AutoBermoya S.A. para la venta y reparación de automóviles como concesionario para Cuenca y provincia de las marcas Chrysler y Jeep.


Pero si hay una marca con la que Moya tiene una vinculación especial es con John Deere. Han sido más de 50 años los que ha estado ligado a esta marca como concesionario de la misma para Cuenca y provincia y de la que guaraca un gran cariño "no sólo por el aprecio que tengo a mi  actividad empresarial, siempre ligada con dicha marca de maquinaria agrícola, sino por los propios clientes, que sienten  a la marca como algo que, al igual que mi empresa, ha crecido con ellos.  Si de algo me siento orgullosos desde el punto de vista mercantil, es de haber  creado una fidelidad a una marca,  John Deere, y  confío que también  a una empresa, Bermoya SA,  y a su forma de entablar y cerrar las relaciones comerciales, con los agricultores de la provincia conquense".


De sus inicios en el sector privado Bernardino guarda muy buenos recuerdos, amistades y unas cuantas anécdotas. “Lo que menos pensaba yo en la vida es que iba a estar en este negocio”, aunque sus padres eran agricultores, recuerda. El tránsito desde la Administración fue un poco más fácil porque formó parte de una gran empresa, cuenta, con directivos que le dieron facilidades.


 Pero también hubo momentos complicados, Bernardino recuerda con mucha satisfacción que él fue el primero que introdujo la maquinaria agrícola en la provincia de Cuenca, visitando todos los pueblos. Su camino no estuvo exento de dificultades, había que convencer a los agricultores, “que son gente muy buena, muy formales y muy serios”, dice, de que merecía la pena invertir importantes cantidades de dinero en maquinaria agrícola que hiciera las tareas que ya llevaban a cabo con animales, que les salía más barato. “Me costó muchísimo”, cuenta, pero “con una atención constante” lo consiguió.


En aquellos tiempos, señala Bernardino, se encontró con situaciones muy simpáticas “por la ignorancia que tenían con los tractores. A un señor se le ocurrió equivocarse de depósito, y en vez de echarle gasoil le echó agua. La verdad es que la gente es muy buena”, relata, y por eso intentaba corresponder a los clientes dando la tranquilidad de que siempre se iba a intentar buscar una solución para sus problemas. 


De aquellas experiencias Bernardino hoy, tras jubilarse, está disfrutando los frutos cosechados a través del cariño que le sigue mostrando la gente cuando le saluda. También es para él una gran alegría ver cómo sus hijos han continuado con el negocio siguiendo sus consejos, un relevo generacional  “en el que mi esposa ha colaborado porque se ha sacrificado mucho para que yo estuviera atendiendo como debe ser”, explica.


Desde 1976 Bernardino formó parte de la Cámara de Comercio, en ese tiempo “hice  manifestaciones de las que yo creo que estaba obligado a hacer porque representamos a los comerciantes y ellos deben estar tranquilos de que hay personas que están preocupadas y trabajan por ellos”, recuerda. 


El sector ha evolucionado mucho en Cuenca, “en aquella época tampoco se podía decir que estaba muy próspero, pero por lo menos no con la carestía que hoy existe”. Los autónomos son muy valorados por Bernardino porque “son familiares, se defienden con ese trabajo que tienen de atender al público vecinal, y por eso tienen su cariño también, se les aprecia”. 


En los tiempos actuales ve con tristeza cómo en Cuenca cierran muchos establecimientos, espera que la situación se arregle, “yo creo que el comercio tiene vida porque siempre hay una cantidad de vecinos  que pueden hacer que el comercio pequeño vaya funcionando”.


Bernardino cuenta que siempre ha tenido muy claro que una empresa, además de ser una fuente de ingresos, es sobre todo un “servicio a los demás”, una relación de confianza especial que hay que cuidar siendo muy serios en el trabajo. “La atención es muy importante, más que el producto”, asegura Bernardino, algo que “se debe tener muy en cuenta porque los clientes deben obtener lo que quieren comprar, pero también un poco de cariño de los propietarios”. 


A los nuevos emprendedores el homenajeado aconseja basándose en su propia experiencia que “si se trabaja con ilusión y deseos de hacer el favor que se hace al público, las cosas irán bien"


Bernardino ha tenido siempre muy en cuenta el factor humano, “como cristiano que soy, por las noches hacía meditación para ver cómo me había comportado yo con los demás, qué había hecho bien y qué mal” a fin de corregir si era necesario. Para el empresario, es esencial mantener la confianza de los clientes y ser serios, por eso le decía a sus vendedores “que en los bares nunca hicieran tratos, sino en la casa con la familia para darles a conocer lo que le ofrecíamos y para qué le servía, que iban a estar contentos. Después, si querían, que se fueran a tomar una cerveza”.