Mucho tiempo había pasado desde el último partido del plantel masculino del A Palos en el Cristina Martínez, pero nunca es tarde si la dicha es buena: el amistoso que les enfrentaba esta tarde de sábado al Arlequines Miguelturra se ha saldado con victoria conquense por 34 a 12. Partido muy completo de los leones, que además fue disfrutado por un buen número de aficionados en las gradas que dejaban ver que había ganas de rugby en Cuenca.
Embotellaban los de Jair Ruibal a los miguelturreños nada más salir, firmando unos buenos primeros ataques que se saldaban con un ensayo de Luisan Novillo. Los locales ponían la puntilla sumando otros dos puntos en la transformación.
Continuaban las buenas sensaciones en el equipo local ante un Miguelturra que todavía no se había sacudido de este primera mazazo: era Luisan quien, por banda derecha, se marchaba sin oposición para ensayar a placer. No perdonaría Ferre para poner un 14-0 que encarrilaba el marcador todavía más.
Los visitantes se irían creciendo poco a poco, corriendo ahora de su cargo las mejores ofensivas. No conseguía penetrar el A Palos en la muralla miguelturreña, que por otra parte se dejaba la piel para ganar cada metro en campo contrario. La insistencia tendría su recompensa con el ensayo de Diego, que además firmaba la transformación para acercar a los suyos.
Una buena presión en campo contrario del A Palos les hacía ganar un balón que era prácticamente un regalo, lo cual aprovecharon para anotar un puntapié de castigo. Antes de enfilar a vestuarios anotarían otro, por lo que la ventaja al término de los primeros 40 minutos era de 13 puntos -20 a 7-.
Salía mejor el combinado arlequinado tras el ecuador del partido, ensayando a los pocos minutos de juego mediante Jaime. Javi, por parte local, respondía para volver a alejar a los suyos, y Ferre seguía sin fallar una sola transformación. No conseguía acercarse el equipo ciudadrealeño, que conforme se acercaba el final dejaba cada vez más espacios a los conquenses: un buen pase con el pie encontraba a un solitario jugador local, que tan solo recogía el preciado óvalo para ensayar.
Continuaba el dominio local durante los últimos minutos, aumentando la renta con otro ensayo y transformación para poner el definitivo 41-12 que certificaba la victoria. Ambos equipos despedían el partido con un mutuo y respetuoso pasillo que precedía a la celebración de los conquenses ante su público.