Por San Julián han pasado multitud de concursos que han cautivado al público a lo largo de los años. Muchos de ellos continúan, y para prueba está el poblado programa deportivo que presentan estas festividades los últimos años. Es por ello que, sigan o no, hay citas especiales que merecen echar una vista atrás para comprender una parte importante de la historia deportiva de Cuenca. En este reportaje nos retrotraemos a tres concursos históricos: uno que jamás se fue -los bolos-, otro extinto -salto de trampolín- y uno que regresa -los castillos de arena- .
EL DEPORTE “DE CASA”
Los bolos conquenses suponen ese “orgullo de lo nuestro”. Un deporte autóctono -valga la redundancia, ya que el propio nombre lo indica- que no puede faltar en San Julián, congregando a un buen número de jugadores en el que posiblemente sea el concurso más longevo de estas festividades. Así lo testifica Cándido Álvarez, de la asociación ‘Bolera del Recreo Peral’, cuyo amor por esta disciplina le ha llevado a estudiar la hemeroteca local para descubrir un poco más de su historia: “No sé si será el más antiguo, pero de los que más, sí. Además, había uno de barra castellana. Estamos hablando de los años 1920-1930 en los que ya se habla de un campeonato de Ferias”, detalla Álvarez, aportando que los orígenes del deporte se remontan, por otra parte, a más allá de dos siglos.
Entonces se jugaba en una sola tarde en la modalidad de equipos, coronándose automáticamente como campeón individual aquel que derribase más bolos a lo largo de la jornada. Desde los años 80, cuando el Ayuntamiento renovó la bolera, se empezó a hacer una jornada individual y otra por equipos a lo largo de cuatro tardes, aprovechando también el tirón que tenía el deporte. Este es el modus operandi que se sigue manteniendo a día de hoy.
A lo largo de estos años, explica Álvarez, la afición por los bolos conquenses ha bajado, ha subido, ha vuelto a bajar, ha vuelto a subir… hasta llegar al día de hoy, en el que está gozando de un buen número de jugadores gracias a la inclusión de la sección de la Furia Conquense. Con cariño recuerda esos concursos de San Julián de los años 80 en los que, con 11 años, se sacaba un dinero haciendo de bolero. Desde entonces, ha seguido jugando sin interrupción. Que no se pierdan las buenas costumbres de casa.
Imagen de la Bolera Recreo Peral durante los años 70. Foto: Ana Martínez (Descubriendo Cuenca)
UN ESPECTÁCULO VISUAL
Hay que remontarse a los años 70 para encontrar uno de los concursos más visualmente espectaculares de San Julián: el de salto de trampolín. Con 10 años, Pedro Cañada ya se escapaba de casa -y se le ponían los dientes largos deseando participar, cuenta- para ver esta competición que se celebraba en la piscina de la playa artificial de manera paralela a la Subida al Peñote, otro de los eventos con más solera del panorama.
Cañada pertenecía a un grupo que se apuntaba a todo, por lo que no dudaron en apuntarse: “Desafiábamos lo imposible, carecíamos de técnica y de medios pero nos sobraba ilusión y pasión por lo que hacíamos”, rememora. A base de prueba y error, fueron mejorando poco a poco y Cañada acabaría ganando el concurso hasta en 14 ocasiones, desde que era niño hasta los 25 años. Tan solo se perdió un año por la obligación del servicio militar.
Recuerda que el salto de trampolín gozaba de un gran número de público cuando se celebraba, llenándose las gradas para aplaudir cada uno de los saltos. Eran tres obligatorios: el ángel -el favorito de Cañada-, la carpa y medio tirabuzón- y tres voluntarios en los que se veían sorprendentes mortales y tirabuzones, mandando la creatividad de cada uno.
Lamentablemente, este es uno de los concursos que se han perdido con el tiempo. No se sabe exactamente por qué, pero seguramente las reticencias a tener altos trampolines en piscinas públicas tengan algo que ver. Es algo que Cañada -aunque le apene que se pierda el concurso- entiende, ya que reconoce lo peligroso que puede ser el saltar sin pleno conocimiento de ello. De hecho, define como “un milagro” que ningún componente de su grupo acabase herido gravemente cuando practicaban el salto.
Asimismo, duda de que a día de hoy hubiese un nutrido grupo de saltadores como antaño, amén de que no habría instructor para ellos y mucho menos unas instalaciones propicias. Al menos, le quedan los recuerdos -y unas preciosas fotos- de cuando el salto de trampolín asombraba en San Julián.
Foto: Bernardino Juan Ignacio Moya del Pozo
Cuenca sigue ofreciendo una gran variedad de concursos y eventos que han permanecido en el tiempo con gran éxito hasta el día de hoyOBRAS DE ARENA
Los artistas de arena y pala volverán a tener protagonismo en San Julián desde su última celebración en 2018. Pero detrás de sí llevan una gran historia de la que bien se acuerda el mítico fotógrafo y periodista Antonio Texeda, quien tuvo el placer de cubrir un gran número de concursos que engalanaban el Parque Santa Ana en estas fiestas.
Lo más curioso para él era, sin duda, el gran interés que generaba no solo en los niños que participaban, sino en toda la familia. Casi como si fuesen entrenadores de fútbol, comenta entre risas que padres y hermanos ayudaban a los pequeños en sus esculturas: “Oye, toca esto aquí, está la arena muy blanda, echa más para que se pegue… despertaba muchísimo interés para todos”, relata.
Otro de los alicientes del concurso era que se desarrollaba a lo largo de cuatro o cinco días -actualmente es una sola jornada- tras las cuales se hacía una selección de los mejores, asegurándose así una final entre los mejores. Ha tenido la oportunidad el fotógrafo de inmortalizar grandes obras que él define como verdaderas virguerías. “Al principio había castillos, pero aquello fue derivando a figuras y últimamente se veían muchas esculturas de sirenas que los niños habían visto en las playas. Eran esculturas preciosas y los castillos también, en mi memoria todavía hay recuerdo de aquellas operaciones”, transmite Texeda.
Una de las curiosidades era que el jurado se formaba con parte del público, siendo este una parte importante del concurso, con el que se interactuaba. Aunque el periodista tendría potestad para ello -en base a sus muchos años viendo las figuras-, ríe al contar que él no llegó a ser jurado, sino que se limitaba a las fotografías.
Desde luego, su pasión permanece intacta y ya adelanta que se dejará ver por la edición de este año: “Me gustaría ir a verlo por curiosidad y el interés que hay. Los niños llevan paletas, colores, tizas, cosas para iluminarlos… en las playas del Levante también he visto verdaderas obras de arte y me gustan mucho”, concluye el fotógrafo.
Pequeños recuerdos que formaron y forman parte de San Julián y la identidad de Cuenca, que estas fechas vivirá unos días muy especiales acompañados, por supuesto, por otra gran selección de deportes y concursos que demuestran el gran abanico que ofrece la ciudad.