Minuto 65 del último partido de la temporada para el San José Obrero y el Obispo Laplana irrumpía en aplausos cuando el árbitro autorizaba el cambio, pero no era una sustitución cualquiera. Los compañeros se acercaban al jugador que salía del verde: ninguno quería que se marchara sin chocarle antes la mano y darle un abrazo. Quien recibía el cariño de compañeros y afición no era otro que Javier Semprún, que tras 17 años y 411 partidos -que se dice pronto- cuelga las botas en calidad de “One Club Man” del San José Obrero.
No es fácil tomar esta decisión cuando, a sus 34 años, lleva literalmente “media vida” unido a la entidad rojilla. Ha optado así por dedicar más tiempo de calidad a su familia, la que le ha apoyado en cada partido, sumado además a que los motivos laborales y el apartado físico le impedían estar 100% comprometido con el equipo.
Cuando recibes el cariño de compañeros, rivales y, en general, todo el mundillo del fútbol en Cuenca, es cuando te das cuenta de que algo has hecho bien: así lo descubría el propio Semprún cuando anunciaba que el de la semana pasada sería el último partido que jugaría. “Siempre lo digo: lo mejor que te deja el fútbol son las personas que te encuentras por el camino y las amistades que haces. Puedes seguir o no, pero al final esas se quedan para toda la vida”, declara el capitán, agradeciendo las innumerables muestras de cariño que está recibiendo a lo largo de estos días.
No le falla la memoria al obrerista ni siquiera cuando se remonta a su debut en el primer equipo cuando era juvenil de primer año: “Nos fuimos a Malagón a jugar contra el Atlético Teresiano y ese lo tengo grabado”, comenta Semprún. Por el camino quedan grandes momentos como el histórico ascenso a Tercera División en una temporada en la que “estábamos pletóricos porque nos salía todo”. Consumaron así la gesta de jugar en Tercera, lo que para los chavales que conformaban aquel Obrero era algo “que no podíamos ni soñar”.
Porque no todo es de color rosa en la vida, también hay que acordarse de los malos momentos y valorar el haberlos superado, como la temporada en la que salvaron la categoría remontando el último partido en Yeles. “Creo que fue de las veces que más he llorado de tensión liberada y del peso que nos quitamos de encima”, comenta entre risas. Tal era la emoción en el choque de la semana pasada que su despedida se ha colado como el momento clave de su carrera: “Uno de mis mejores recuerdos en el San José era el ascenso a Tercera División, pero después del partido del domingo… es mi nuevo recuerdo favorito. Es innombrable sentir ese cariño”, expresa.
Entre los 411 partidos que ha disputado con el Obrero, Javier Semprún destaca recuerdos como su debut en Malagón, el histórico ascenso a Tercera, la permanencia conseguida en Yeles y, por supuesto, su último partidoADN OBRERISTA
Tantos años jugando en el equipo acaban por unirte de manera inevitable a la entidad y, cómo no, ser parte de tu vida: “Sin duda, el Obrero es una parte más de mi familia. Mi mujer y mis hijas siempre están involucradas con el equipo y me han estado apoyando siempre. A mis hijas les pregunto de qué equipo son y me dicen que del San José. El Madrid, el Barça… todos esos les dan igual, ellas son del San José”, comenta Semprún riendo.
Casi pidiendo perdón, Semprún lamenta no poder nombrar a cada una de las personas que han formado parte del Obrero y de su vida a lo largo de estos 17 años como rojillo, pero extiende sus agradecimientos a todos por esta maravillosa etapa que le ha unido al club. “Somos una gran familia, ya no solo los jugadores, sino la directiva y todo lo que forma el Obrero en sí. Es trabajo de todos”, afirma el eterno capitán.
Pero la retirada de Javier Semprún no es un adiós, y ni siquiera un hasta luego. Aunque no esté capitaneando al equipo en el césped del Obispo Laplana, no habrá que ir a buscarle demasiado lejos, pues estará en la grada cada domingo alentando como un rojillo más: “Aficionado número 1, ayudando en todo lo que pueda. No estaré en el campo pero sentirán que estoy ahí, que no se preocupen”, concluye Semprún entre risas.