La intensidad y pasión que transmite Lidio Jiménez en cualquier tiempo muerto, o en alguna charlas o ruedas de prensa ha tenido un maravilloso reflejo en el partido del Incarlopsa Cuenca en Pamplona. La creencia en competir hasta el últimos segundo han quedado plasmados en un ejercicio de superación para este equipo que suma un triunfo épico pese a ser el segundo partido de la campaña.
El Incarlopsa Cuenca ganó un partido del que parecía que iba a salir hecho un colador. Los de Lidio aguantaron el combate e intercambio de golpes contra un Anaitasuna que está llamado a ser el temible conjunto navarro de hace no mucho. Incluso llegaron a estar por delante en el tanteo (6-7) con un estratosférico Fede Pizarro (6/8 en la primera parte). El argentino se siente en forma y no le pesa la responsabilidad de echarse al hombro al equipo de Lidio. No obstante, el 'ADN' y pilar sobre el que se construyen los partidos del Incarlopsa, la defensa, comenzó a resquebrajarse. El equipo de Quique Domínguez olió sangre y en el tramo final del primer acto, Anaitasuna no sólo llevaba la delantera en el tanteo a los conquenses, sino que lo hacía con la nada despreciable diferencia de cinco goles.
Las muestras de enfado y resignación de Lidio Jiménez en el banquillo a través de la retransmisión de LaLigaSports TV eran constantes, y tampoco mejoraron en la segunda parte, cuando el conjunto local hacía que sus aficionados se sintieran tan cómodos que les diera tiempo a hacer la ola en el pabellón. Hasta con siete goles de ventaja llegó a comandar el tanteo Anaitasuna (23-16), antes de que Lidio Jiménez estrellara con rabia la tarjeta del tiempo muerto en la mesa central.
Faltaban 20 minutos para la conclusión del choque, pero como si del truco de Bugs Bunny y la "poción milagrosa" en Space Jam se tratase, Lidio apretó los tornillos a sus máquinas de combate y Cuenca comenzó a creer. Lo hizo también apoyado en una mejoría defensiva que resurgió de las cenizas de una primera parte gracias a Ante Grbavac. Después de que Samu Ibáñez volviera a ir de más a menos, con siete paradas en el primer tiempo, el croata sólo encajó tres goles en los últimos 17 minutos de partido.
Con ese condicionante, el Incarlopsa fue minando poco a poco la desventaja. Pizarro, Thiago, Arnau o la figura de Doldán y Pozzer en el pivote, a los que se unió un efectivo Nacho Moya desde la línea de siete metros, comenzaron a obrar todo un milagro. Quique Domínguez comenzó a verle las orejas al lobo, pero por muchos tiempos muertos que pidió, su equipo se apagó ante el renacer del Cuenca, aupado cómo no por el reducto de aficionados de la Furia Conquense que acompañó al equipo hasta Pamplona.
FINAL DE INFARTO
A falta de ocho minutos, el "mariscal" Pizarro empató el encuentro a 27 y, a partir de ahí, cada jugada fue un compendio de emociones y nervios y en ese escenario, Cuenca mantuvo el temple con un Anaitasuna que siempre atacó en los instantes finales para empatar. En el momento de la verdad, Cuenca fabricó un ataque que terminó con Pozzer lanzando al borde de la línea pero siendo maniatado por el defensor de Anaitasuna. Siete metros y Nacho Moya no faltó a su cita como francotirador desde la distancia intermedia para poner el 30-31. Aún restaban casi 40 segundos de tiempo para la conclusión, pero una y otra y otra vez Cuenca aguantó el asedio hasta concluir el partido en un golpe franco con el tiempo cumplido que se marchó por el lateral de la portería de Grbavac en el intento desesperado por el empate. Final. Cuenca hizo lo que nadie esperaba que hiciera, ganar un partido cargado de épica, remontando hasta siete goles en contra y sumando una victoria cargada de mérito para seguir creyendo en el desparpajo de los chicos de Lidio Jiménez.