La Carrera del Pavo es uno de los eventos del año en Cuenca y, sin duda, trasciende lo deportivo: es una tradición que saca a los conquenses a las calles para dar lugar a un espectáculo de colores, disfraces, grandes momentos entre amigos y familiares… y también de figuras emblemáticas. Dos de estas figuras son Ángel Valero y Teresa Esteso, buenos conocidos de esta cita. Valero –cuatro triunfos– es el segundo máximo ganador de la Carrera del Pavo, tan solo superado por el atleta olímpico Juan Carlos de la Ossa, mientras que Esteso, con nada más y nada menos que nueve victorias, ha dominado la categoría femenina como nadie. Estos pioneros han dejado una huella imborrable en la historia de una competición que sigue contando con grandes corredores a día de hoy.
CUATRO TRIUNFOS CONSECUTIVOS
Ángel Valero, recordando que todavía se llamaba “Carrera de Fin de Año” cuando se estrenó, no pudo estar en 1980 para la primera edición debido a una lesión el día anterior cuando jugaba un torneo 24 horas de fútbol sala –lo que no le impidió ganar estando escayolado ‘El Caño’ de Tarancón tan solo dos semanas después–, pero se resarció ganando en 1981. Hizo lo propio en el 82, 83 y 84 en unos años totalmente arrolladores por su parte, algo que no extraña, ya que se encontraba en un gran momento en el que corría cross y medias maratones.
Posteriormente pasó a la otra cara de la Carrera del Pavo, esa que se ve menos y es tan poco agradecida: la de la organización. Con tan solo 20 días de antelación preparó la primera como vicepresidente del Club Atletismo Cuenca y lo haría dos años más. Aunque en su día fueron una condena, hoy casi ríe al acordarse de los gigantescos charcos en la antigua Bene –de tierra– y de los inamovibles andamios que formaban el arco de salida y meta, así como las dificultades para registrar los tiempos antes de contar con toda la tecnología de hoy en día.
Las lesiones le impiden seguir corriéndola a día de hoy, aunque estuvo corriendo en otras citas hasta casi los 50 años. “Muy a mi pesar lo tuve que dejar, pero me lo he pasado muy bien corriendo, estoy contento con todo lo que he hecho, he disfrutado por España con los cross y maratones...”, asegura, añadiendo por otra parte que no falla a su cita de ir a disfrutar viéndola desde algunos puntos.
Ángel Valero tras ganar en 1985. Foto: El Día de Cuenca
CAMPEONA INDISCUTIBLE
Para Teresa fue de sus primeras competiciones, ya que empezó a correr en el año 84… y se proclamó ganadora de la Carrera del Pavo ese mismo año. La sanclementina, especializada también en cross, acudía con sus compañeros de club y recuerda esta cita como “una auténtica fiesta y una experiencia muy enriquecedora”. Declarando que una vez empiezas a correr, “engancha”, la corredora se hizo con el primer puesto hasta en 9 ocasiones: 1984, 1985, 1987, 1988, 1989, 1990, 1991, 1992 y 1995.
Entre risas, comenta que a veces lo más complicado era llegar a Cuenca para la carrera, ya que posteriormente se fue a vivir a Madrid e iba a propósito para este señalado día. Un año llegó tan justa de tiempo que se bajó del taxi sin calentar, corrió… y ganó. “Otras veces no hubo tanta suerte, algún año nevó mucho y no pude ir, así que me quedé con las ganas. Pero en mi mente siempre estaba acabar el año corriendo el Pavo porque te encontrabas amigos, compañeros, animación… es la mejor carrera de terminar el año”, relata, destacando el ambiente y también el creciente número de corredores que hay hoy en comparación con aquellos años.
Lamentablemente, al igual que Ángel, Teresa tampoco tiene fácil seguir compitiendo en esta carrera a día de hoy. No obstante, sigue entrenando para mantenerse en forma y como afición, por lo que, aun estando en Gijón, no descarta un ‘último baile’ algún año que disponga de más tiempo. “Lo importante es estar en forma y hacer algún deporte, que el atletismo no decaiga”, concluye.
Teresa Esteso en la Milla de Cuenca. Foto cedida por la deportista
Antiguamente se hacía entrega de un pavo vivo a los ganadores, lo que causaba reacciones variopintas a la hora de volver a casa con el animalY CON EL PAVO, ¿QUÉ HACEMOS?
A día de hoy, los ganadores de los circuitos reciben como uno de los premios un pavo bien preparado y prácticamente listo para ir al horno, sin complicaciones. Pero muchos recordarán que originalmente se entregaba vivo, lo cual podía resultar un engorro o una bendición, pero siempre dejaba anécdotas curiosas y reacciones dispares. “Pesaba 17 kilos... era una barbaridad, lo cogías de las patas, abría las alas y daba miedo eso”, recuerda Ángel entre risas, reconociendo que en su segundo año de ganador lo cambió por un jamón, algo bastante más cómodo de llevarse a casa. Teresa, que llevaba a los pavos de vuelta a San Clemente en unas jaulas que ya traía el autobús, decidió no matarlos, por lo que llegó a juntar varios en su corral –ya que ganó seis años seguidos– con el resto de las gallinas que ya tenía, viviendo allí tranquilamente. “Una anécdota que recuerdo es que uno de los chicos no podía tenerlo porque vivía en un piso y se dejó pasar para quedar segundo y llevarse el jamón. Curiosamente ese año no le dieron pavo al ganador, dieron jamón, así que se llevó unos dulces”, rememora.
La Carrera del Pavo no solo refleja el gran nivel de los competidores, sino que es un símbolo de Cuenca en un día tan especial como lo es el 31 de diciembre. Los nombres de estos ganadores y pioneros resuenan como un recordatorio de los orígenes de esta tradición –razón por la que fueron homenajeados por el Ayuntamiento de Cuenca– e inspiran a los destacados ganadores de nuestros tiempos, que en un futuro también recordarán con tanto cariño como Ángel y Teresa esta carrera con un acento tan conquense.