Con la irrupción de la pandemia de la COVID19, el deporte paralizó sus actividad como medida preventiva y pasó a ser algo secundario en el escenario de una sociedad que se confinó y trató de luchar contra un enemigo invisible y cruel, que se ha llevado por delante a muchas personas y que ha afectado a cualquiera de manera más o menos directa.
Tras capear los que parecen los momentos más crudos de esta crisis, comienzan a desarrollarse los aspectos secundarios de las demás actividades, incluida las disciplinas deportivas. Un ámbito en el que, en las últimas campañas, el Balonmano Ciudad Encantada, o Liberbank Cuenca por motivos de patrocinio, ha sido el reflejo en el que debían mirarse el resto de entidades deportivas de la ciudad, provincia, comarca y región. No sólo por sus ‘Copas de Europa’ en forma de una afición que a día de hoy no existe duda de que es la mejor del país en el balonmano, sino también gracias a la escalada exponencial de sus resultados deportivos bajo la dirección de Lidio Jiménez y el trabajo de una Junta Directiva con Isidoro Gómez-Cavero a la cabeza, que hace un año decidió lanzarse hacia una transición de nuevas caras y juventud después de alcanzar el máximo hito en la historia del club, su primera participación en una competición europea. Un hito que no había conseguido ningún equipo de deporte colectivo en Cuenca.
Así arrancaba un ilusionante curso 2019/2020 con la recompensa de la Supercopa Asobal como premio al tremebundo esfuerzo de la campaña. Cuenca respiró balonmano y exportó pasiones y sentimientos incubados en un Sargal que se quedaba pequeño para la expectación que levantaba el balón con resina y los protagonistas del 40x20.
Con el listón más alto si cabe que el año anterior, y con importantes contratiempos de manera consecutiva (recordamos las lesiones de Baronetto y Dutra a las que se unieron de forma posterior las de Vainstein, Marrochi, Hugo López y Fekete), además de ser testigos de la resiliencia de algunos jugadores como Thiago Ponciano y Leo Maciel jugando con molestias, el equipo del Liberbank Cuenca sorteaba las barreras y complicaciones para hacer frente a equipos de primer nivel europeo como Holstebro (presente en la final four de la EHF en la temporada anterior y al que venció con un equipo plagado de bajas tirando del talento de la cantera personificado en la figura de Armando Arce y la resurrección de los jugadores en la sombra como Samu Ibáñez) o lograr un empate que supo a poco en Nimes.
Apenas una semana antes de que ‘el bicho’ mandara al traste todo, el equipo nos hizo vibrar a lo grande en la Caja Mágica de Madrid. Forzando una prórroga digna de un guión de película que terminó con unos peculiares protagonistas: Natan Suárez, que días antes era confirmado como jugador para la próxima campaña de Ademar León, haciendo gala de una extenuante profesionalidad dándolo todo por meter a su actual equipo en la final de la Copa del Rey; mientras que por otro lado, Pablo Simonet, quien estaba muy próximo a cerrar el acuerdo para volver a Cuenca en el año 2020/21, se convirtió en verdugo de su futura afición, logrando una clasificación europea para el Benidorm.
Pese al golpe, Lidio Jiménez, director de orquesta de esta plantilla, no ocultaba su intención de “dejarse todo en la pista” para meterse en las opciones de dar caza a la cabeza de la liga y luchar por estar en Europa la próxima campaña, al tiempo que recordaba que el equipo aún tenía opciones de clasificarse para la Final Four de la Copa EHF, restándole el partido a domicilio ante el Holstebro y el último en casa ante el USAM Nimes. Todo ello contando con que para estas citas el equipo volvería a recuperar efectivos.
Pero todo quedó en el aire y concluyó de la manera menos oportuna para los intereses del equipo a orillas del Júcar. Lo que quedaba del sueño de la andadura europea terminó con una interrupción como la que nos hace levantarnos de golpe ante el ruidoso despertador a las siete de la mañana. “No habrá más EHF, el torneo quedará desierto”, y con ello la esperanza de seguir rompiendo récords, al igual que unos importantes ingresos para el club presidido por Gómez-Cavero.
La nueva losa ha caído con la decisión de la RFEBM al decidir con criterios distintos los equipos que irán la próxima campaña a competición continental (teniendo como referencia la situación al final de la primera vuelta), mientras que para dirimir quien ascendería de forma directa a la Liga Asobal se tomó en cuenta la situación justo antes del parón por la llegada de la pandemia. A esto se le une el hecho de que la Liga Sacyr Asobal contará la próxima campaña, sin fecha aún decidida para su comienzo, con 18 equipos, lo que no ha sentado del todo bien al técnico conquense: “si ya teníamos problemas de agenda y calendario, con 18 equipos será peor, es un error”, declaraba Jiménez.
INCERTIDUMBRE FUTURA
Para finalizar cabría de esperar señalar la parte positiva ante todos estos contratiempos. Y en tal caso la podemos encontrar fácilmente. Aunque el equipo no vaya a competir en Europa la próxima temporada, presentará una plantilla envidiable con el bloque fuerte de jugadores sudamericanos con Thiago Alves Ponciano como hombre franquicia, escudado por el cañonero Leo Dutra, la progresión del juego de Moscariello o la experiencia y efectividad contrastada de Leo Maciel bajo palos, los fichajes de Fede Pizarro y Pablo Simonet, junto a un importante elenco de secundarios y otros que están muy cerca de certificar su continuidad, como es el caso de Pablo Vainstein. Todo ello bajo la capitanía del joven Sergio López y la dirección de Lidio y una afición número uno.
Son elementos que invitan a volver a colgar el cartel de ‘No molestar, seguimos soñando…” en la puerta de nuestra estancia durante la temporada 2020/21, pero la realidad que sobrevuela al club tiene otro lado menos amable. La crisis económica seguramente deje huella ante la posible ausencia de patrocinadores y colaboradores esenciales en un convenio con la entidad deportiva, será lo que más echemos en falta de no poder jugar la competición europea, las ganancias que ello conlleva.
Pero si algo nos ha enseñado la Furia Conquense, que en plena pandemia cumplió sus 15 años desde su fundación, es a no dejar de animar por muy en contra que esté el marcador, y así habrá que hacerlo cuando el balón vuelva a impregnase con resina y comience a perforar las redes del angosto Sargal.