Victoria de la UB Conquense en el Trofeo de Fútbol de Feria y Fiestas de San Julián ante el San José Obrero, que ha tenido lugar esta mañana en La Fuensanta. 4-0 se han impuesto los de Rober Gutiérrez en un partido de claro color blanquinegro que le sirve a ambos equipos para seguir cogiendo ritmo de cara al inicio de sus respectivas temporadas.
Empezaba bien el partido para la Balompédica, que en una de sus primeras acciones ya conseguía ver puerta: un centro rechazado por la zaga obrerista fue a parar a la frontal del área, donde un killer como Antonio Fernández no perdona: se acomodó el balón para después ejecutar un golpeo ajustado al palo que batía a Chiki.
Más allá de este primer y tempranero tanto, se vería un partido muy pausado: poco movimiento y, sobre todo, se concentraría en el centro del campo, para un escaso sufrimiento de los porteros de ambos equipos. El Obrero conseguía salir del caparazón poco a poco y, aunque no creaba peligro, no estaba tan agazapado como en los primeros minutos.
En el 25, Kameni disponía de una buena falta que finalmente enviaba muy por encima de la portería. Rufo apagaba un incendio en el 39 cuando despejaba un balón en boca de gol, aunque le caería un jarro de agua fría al Obrero antes de enfilar a vestuarios: un pase en largo encontraba el no entendimiento entre Chiki y un zaguero rojillo. Ninguno despejó el balón, aprovechándolo un Pablo Mendoza que también llegaba en carrera y que creyó más que nadie para acabar anotando a puerta vacía. 2-0 señalaba el luminoso al término de los 45 minutos.
Nada más salir del descanso, el recién ingresado Marcos Recuenco enviaba el balón al palo cuando intentaba definir con una bonita vaselina. Seguía creciendo la Balompédica, que ponía sentencia desde los 11 metros: Yuya era objeto de penalti por parte de Rufo, y el propio nipón se encarga de dibujar el tercero engañando a Mantecón en la ejecución.
Poco reseñable en los minutos siguientes, más allá de la entrada de varios jugadores para que cojan minutos y ritmo. No se vería seriamente amenazada ninguna de las dos porterías hasta el 86, cuando Pablo Olivares se inventaba un auténtico jugadón sorteando a varios rivales para plantarse en la frontal del área. La cedió a un lado para Marcos Recuenco, quien no desperdiciaba el regalo de su compañero y definía a la perfección para el 4-0.
Así, el Conquense se hacía con el Trofeo San Julián, haciéndole también entrega al mítico entrenador conquense Joaquín Caparrós –presente el día de hoy- de otro trofeo conmemorativo para ponerle la guinda a la fiesta del fútbol local.