Las conexiones entre dos metrópolis tan concurridas como Barcelona y Sevilla son varias. Se puede ir cómodamente en avión o en AVE. En coche, quizás, se haga un viaje algo pesado. Más todavía en autobús. Pero, ¿y si la forma más divertida fuese en patines? Pues precisamente eso pensó Pablo Soler (Quintanar del Rey, 1998), múltiple campeón de España en patinaje Freestyle y subcampeón de España y tercero en la Copa del Mundo 2021 de descenso en línea.
El joven quintanareño llegó a la capital hispalense el pasado 20 de septiembre tras salir de la Ciudad Condal el 7 de agosto. 2.060 kilómetros que han discurrido a lo largo de la costa mediterránea, pasando por Tarragona, Castellón, Valencia, Alicante, Murcia, Almería y Málaga, con parada en emblemáticos municipios de las provincias.
SU PARTICULAR ‘CAMINO DE SANTIAGO’
La historia de Pablo sobre las tres ruedas se remonta a hace más de una década, cuando empezó en hockey para, poco a poco, adentrarse más en el mundo del patinaje y la velocidad. Pronto se vio atraído por las distancias largas y los maratones, algo en lo que ya apuntaba maneras. Pero esta larga odisea de 2.060 kilómetros era algo que tenía planeado desde el instituto, cuando pensaba en hacer un viaje largo al estilo del Camino de Santiago. Tras terminar la universidad, el quintanareño se ha liado la manta a la cabeza -y los pies en los patines- para lanzarse a esta experiencia.
A su lado estaba su compañero Ambroise Nicolao, a quien conoció en una competición de freestyle en Italia, ya que Pablo frecuentaba los torneos europeos, donde gustaba de conocer a nuevas personas que compartiesen su pasión. El paso de los años ha reforzado la amistad, y Ambroise, que también es un amante de los ritmos fuertes de patinaje y de este tipo de aventuras, no dudó cuando Pablo le propuso esta locura.
El viaje estuvo marcado por una exhaustiva preparación previa que asegurase la viabilidad del mismo. Pablo lo planificó mirando en aplicaciones móviles dónde habría montañas y carreteras secundarias disponibles, pues no podían ir por tierra, solo por asfalto, así que diseñó esta larga ruta por la costa mediterránea.
Valoró también dónde podía quedarse a dormir, ya que una de las peculiaridades de este viaje reside en que han hecho noche en casas de otros miembros de la comunidad del patinaje. “Era parte del experimento: no hemos gastado ni un euro en alojamiento”, explica Pablo, añadiendo que la decisión de tomar la costa se debe a que el patinaje goza de una mayor popularidad en esas zonas.
UN VIAJE DOCUMENTADO
Qué es de un buen viaje sin un buen diario. Pablo y Ambroise han grabado su travesía para, posteriormente, montar un documental. “Enseñar la comunidad del patinaje, que es muy de nicho, es parte de la idea del documental”, revela Pablo, que ahora se encuentra con la ardua tarea de seleccionar las imágenes de entre los más de 600 gigas de contenido que han grabado. El quintanareño, que dispone de una página web y un canal de YouTube para el documental, estima que saldrá a la luz en un año, aproximadamente.
Los jóvenes, con una cámara profesional para fotos y otras de acción para grabar los vídeos más rápidos desde su perspectiva, se mezclarán con los clips grabados por los patinadores de todos los lugares por los que han viajado, mostrando su travesía y la unión de la comunidad.
Tantos kilómetros dan para mucho, y Pablo se queda con buenos recuerdos. “Además del apoyo de la gente, lo mejor para mí han sido los amaneceres en sitios remotos, encontrarte cada día con paisajes distintos en costa y en montaña”, comenta. No ha sido un camino de rosas, teniendo también algún que otro contratiempo. “Alguna vez nos ha tocado hacer alguna bajada de montaña a oscuras. No ves el suelo y, si no tienes una luz muy grande, desaparece el suelo y tienes que hacer algo para no matarte”, recuerda entre risas.
A priori, este viaje también le iba a servir a Pablo de preparación para el próximo Mundial de Argentina. No obstante, debido a temas burocráticos, la Federación Española no enviará a deportistas a la cita. Intentará acudir a próximas citas internacionales, y es que, a pesar de este mal sabor de boca de no poder ir al Mundial, Pablo se queda con una gran experiencia que no olvidará. “Imagino que es la sensación que tiene la gente que ha hecho el Camino de Santiago. Estás mucho rato contigo mismo, hablándote a ti y a gente que te encuentras. Es de las mejores formas de pasar tu verano”, concluye el conquense.