Patrimonio Catedral de Cuenca
“Los vitrales, una apuesta del siglo XX a los ocho siglos de historia del arte de la Catedral”
Sin duda, las vidrieras contemporáneas de la Catedral de Cuenca marcaron un hito en la tendencia artística del momento al apostar por la introducción de diseños contemporáneos para transformar la luz del interior de este magnífico templo de estilo gótico. Vidrieras que este viernes cumplen 25 años.
Y es que un 24 de abril de 1995 el por entonces obispo de Cuenca, José Guerra Campos, y el presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, José Bono, se encargaban de inaugurar estas vidrieras, diseñadas por los artistas contemporáneos Gustavo Torner, Alfonso Bonifacio, Gerardo Rueda y Henri Dechanet, que el propio prelado de la Diócesis las calificó como “corona refulgente de la Catedral”, según recogía la prensa de esa época.
Cuatrocientos metros cuadrados de vitrales, que supusieron, en palabras del actual director de la Catedral, Miguel Ángel Albares, “una obra realmente faraónica”, fruto de la alianza entre el Cabildo de la Catedral, el Obispado y el Gobierno regional, que conllevó una inversión de la administración autonómica de 145 millones pesetas; es decir, cerca de 900.000 euros.
VANGUARDISMO
Unas vidrieras no exentas de cierta polémica en su época por su vanguardista y novedosa escenografía y que, sin embargo, tal y como recalca Albares, “hoy en día son muy admiradas por el visitante; toda una apuesta del siglo XX a los ocho siglos de historia del arte de la Catedral de Cuenca”.
Y es que, aunque elaboradas a la antigua usanza comprando el vidrio en la fábrica francesa de Saint Just, que abastecía a las catedrales de media Europa, el Cabildo Catedralicio dio total libertad a estos cuatro artistas contemporáneos en la creación y diseño de estas vidrieras; eso sí, según aclara el director de la Catedral, en torno a “un programa iconográfico de estilo abstracto, pero muy religioso y espiritual”. Así, Gustavo Torner trabajó la Creación —tal y como se recoge en el Libro del Génesis— y la Apocalipsis, mientras que Gerardo Rueda hizo lo propio en torno a la Divina Comedia (Cielo, Infierno, Paraíso, Purgatorio,…) y Alfonso Bonifacio, por ejemplo en el rosetón de la fachada, se centró en los doce apóstoles.
“TOTAL LIBERTAD”
Total libertad que, en opinión de Albares, fue una apuesta más de la Catedral por la vanguardia artística, como venía haciendo desde sus orígenes, porque no hay que olvidar que fue la primera catedral gótica de España en un momento en el que en nuestro país solo se construía en románico. Una tendencia de la seo conquense a estar siempre a la vanguardia que se repetiría, según recuerda, con la llegada del renacimiento y la intervención con total de libertad del escultor Esteban Jamete, con el barroco y las aportaciones de José Martín de Aldehuela y Fray Alberto de la Madre de Dios y ya en el siglo XX con estas vidrieras. Es decir, a su juicio, “la Catedral siempre se han ido adaptando e, incluso, anticipando al momento histórico que le ha tocado vivir haciendo apuestas por un arte novedoso”.
En este veinticinco aniversario, el también capellán mayor de la Catedral ha querido hacer especial hincapié en las vidrieras del conquense Gustavo Torner, el único vivo de los cuatro artistas y el que más metros de vitrales diseñó para el templo de la capital; en concreto, los de la Capilla Mayor, nave central y grandes vidrieras del lado sur, mientras que Gerardo Rueda se centró en las del coro; Alfonso Bonifacio en las de la fachada y las naves norte y sur hasta el crucero y Henri Dechanet en las del brazo, la girola y sus capillas.
Para Albares, Torner hizo con sus vitrales que la Catedral conquense recuperara la luz del gótico después de 700 años sin ella; una luz cálida y dorada, que ilumina sobremanera el interior del templo y, por supuesto, llama la atención del visitante.
Cuarto de siglo de estas vidrieras contemporáneas que, sin lugar a dudas, han contribuido a la actual imagen y atractivo de la Catedral, el monumento de la ciudad más visitado, y que ya en el día de su inauguración lograron los elogios de monseñor Guerra Campos, quien no dudó en hablar de ellas, según recogía el diario El Día de Cuenca en su edición del 25 de abril, como “un servicio al edificio y un servicio para el pueblo convirtiendo el templo en un recinto más acogedor y contribuyendo a crear un espacio apto para el recogimiento y para elevar el corazón a Dios o entrar dentro de uno mismo porque es, entonces, cuando uno descubre el misterio que uno es y está mejor dispuesto a captar el misterio de luz que es Jesucristo”.