Suenan las sirenas y no hay tiempo que perder para resguardarse ante un posible bombardeo aéreo. Dentro, suceden escenas cotidianas: una enfermera voluntaria con su novio en el frente atiende a heridos y hasta algún parto, una mujer de barrio cuyo marido también está combatiendo en la guerra civil española cuenta las penurias que vive junto a sus dos hijos y el dependiente de un colmado en la Plaza Mayor narra la vida de la ciudad dado que la gente va a su tienda y le va contando cosas de la batalla.
Afortunadamente, la escena es solo una teatralización que transcurre en el refugio antiaéreo de Calderón de la Barca de Cuenca y los tres personajes citados son actores de la compañía conquense Trastos Teatro que acompañan, cada día uno, las visitas que se organizan a este enclave desde el Ayuntamiento de la ciudad, a través de la Oficina Municipal de Turismo.
HECHOS REALES
“Los actores dramatizan pero lo que cuentan son hechos reales. Son cosas que están documentadas que ocurrían en los refugios. Estos personajes aportan mucho a las visitas porque tienen una parte seria pero también una más divertida. Cantan, bailan, hacen bromas...”, cuenta Ana Hernández, una de las informadoras turísticas que participan en esta actividad.
Los personajes sirven de apoyo y le dan un toque humano a la información que va aportando el guía de la Oficina de Turismo que se encargue de la visita en cuestión y que va contando, entre otras cuestiones, la historia del refugio, su construcción, los elementos característicos del enclave y los usos que tuvo durante y después de la guerra. Como curiosidad, al terminar la contienda, se utilizaron para cultivar champiñón y los niños, sin miedo, se metían en ellos para jugar.
Durante las visitas también se explica la posición de retaguardia que desempeñó durante la Guerra Civil Cuenca, que “no tenía gran valor estratégico” en la contienda. La capital perteneció al bando republicano desde el principio de la guerra hasta el final de la misma.
No obstante, el tren, las zonas en las que habían acumulado el combustible y las fábricas sí estuvieron en la diana de los nacionales, que solo bombardearon estos enclaves con el fin de bloquear a la capital.
CIUDAD DE RETAGUARDIA
“Afortunadamente, el resto de la ciudad nunca fue objetivo y el Casco Antiguo se libró. En la Segunda Guerra Mundial, en Europa se bombardearon ciudades enteras y desaparecieron los cascos históricos de muchas poblaciones”, recuerda esta guía.
Las visitas al refugio de Calderón de la Barca se enmarcan dentro del proyecto Cuenca Subterránea, que quiere poner en valor el subsuelo de la ciudad. “Aparte de los refugios, en el Casco Antiguo hay alguna calle oculta, pasadizos, conducciones de agua… El subsuelo de Cuenca es muy interesante. Es un recurso turístico más de la ciudad”, recalca la guía Hernández.
En cuanto a los refugios, en la ciudad se iniciaron 15 aunque no todos se terminaron. Solo están restaurados los de Calderón de la Barca, que está bajo el hospital de Santiago, y de Alfonso VIII, que ahora permanece cerrado porque hay que hacer unas obras de mantenimiento. “Muchos no se acabaron porque no había hombres jóvenes para trabajar porque estaban en el frente luchando. Tampoco había dinero ni material”, puntualiza. En todo caso, los refugios se iban construyendo a tramos y se iban usando así aunque no estuvieran completos. Eso sí, la idea es que no se viesen desde el aire y no tenían puertas para facilitar la entrada en caso de posible ataque.
TRABAJO DE LAS MUJERES
La informadora turística pone en valor que normalmente eran las mujeres de cada barrio las que se ofrecían para llevar a cabo labores de desescombro en el refugio que quedase más cercano a su casa.
“En la ciudad de Cuenca, las sirenas sonaban constantemente. De día, de noche… Y luego bombardeaban o no. Eso creó tal pánico en la población que había gente que vivía dentro de los refugios antiaéreos. Preferían no salir porque les daba miedo. Eran pocos. Aunque también pasaba lo contrario: como las sirenas sonaban con mucha frecuencia y luego no bombardeaban, había gente que no iba a los refugios y se quedaba en las casas, porque había mucha gente que tenía entonces una cueva, una fresquera... Y se refugiaban dentro de sus casas. Estaban los dos extremos”, narra la guía.
VISITAS
Estas visitas teatralizadas –que tienen una duración aproximada de unos 40 minutos– a este espacio de la Cuenca Subterránea pueden hacerse a través de cuatro pases durante los fines de semana: los viernes a las 18:00 horas, los sábados a las 13:00 horas y a las 18:00 horas, y los domingos a las 13:00 horas.
Las entradas pueden adquirirse en la Oficina Municipal de Turismo de la calle Alfonso VIII y tienen un coste de cinco euros (3,5 el precio reducido). Los menores de doce años, que deberán estar acompañados de un adulto, tienen acceso gratuito.
Pero además de estos pases durante los fines de semana, también se pueden concertar visitas para grupos como asociaciones o colegios fuera de ese horario. Las reservas también deben hacerse en la Oficina de Turismo del Casco Antiguo.
TESTIMONIOS
Entre los visitantes a uno de los pases del fin de semana encontramos a un grupo de cuatro treintañeros procedentes de Albacete y Zaragoza, quienes explican que han venido a este enclave “por curiosidad para conocer la historia de la Guerra Civil”. En su visita ha aparecido el personaje de la enfermera y les ha parecido “muy interesante, entretenida y también divertida” porque se hace “amena”. Dos de ellos ya habían visitado el refugio de Alfonso VIII con anterioridad y han decidido meterse de nuevo en el corazón de la Cuenca Subterránea.