El domingo 24 de febrero cerrará sus puertas la exposición de Bill Viola impulsada por el Gobierno de Castilla-La Mancha a través de la Fundación Impulsa que desde el mes de octubre acogen el Museo de Arte Abstracto, la Escuela Cruz Novillo, la iglesia de San Miguel y la iglesia de San Andrés.
“Vía Mística”, que el pasado fin de semana había superado las 60.000 visitas, reúne un total de 16 videocreaciones fechadas entre los años 1977 y 2014 en las que el artista neoyorquino ahonda en cuestiones eternas como la fugacidad del paso del tiempo, el nacimiento y la muerte, el dolor o la soledad.
Se trata de un recorrido místico de más de 140 minutos incapaz de dejar indiferente a los espectadores que busca de hecho “despertar el alma” en un mundo tan industrializado y acelerado como el actual, logrando que el público se detenga y reflexione sobre sí mismo y los demás, sobre nuestro pasado y nuestro presente e, incluso, sobre el más allá.
IGLESIA DE SAN MIGUEL
Se proyectan “Surgimiento” (2002), “La ascensión de Tristán (El sonido de una montaña bajo una cascada)” (2005), “Mujer fuego” (2005), “Mártir del aire”, “Mártir de la tierra”, “Mártir del fuego” y “Mártir del agua”.
Una de las más impactantes es “La ascensión de Tristán”, donde nos encontramos con un cuerpo inerte tumbado sobre una losa de piedra sobre el que empieza a caer una lluvia ascendente inicialmente tímida que no tarda en convertirse en un atronador diluvio. Un mar embravecido parece golpear contra la tumba, hasta acabar propiciando la resurrección del hombre sin vida, cuyo cuerpo asciende a los cielos. El silencio inicial, perturbador, asfixiante, contrasta con el envolvente sonido de la lluvia, cada vez más intenso hasta que el torrente amaina y solo queda en imagen la losa vacía brillando en el suelo mojado.
“Mujer de fuego”, con la que comparte sala, podría ser, según la comisaria de la muestra, Carla Luelmo, “la última visión que tiene Tristán antes de morirse, la de una persona a la que quería muchísimo”.
IGLESIA DE SAN ANDRÉS
La pieza “El mensajero” (1996) nos muestra a un hombre desnudo sumergido en las aguas. En su lucha por encontrar oxígeno, por un momento logra salir a flote. El hombre tiene entonces una visión, quizá la de la muerte o la de la esperanza de que hay algo más allá de la muerte. Pero acaba volviéndose a hundir en las profundidades del vacío azul, casi negro, hasta convertirse, como en su inicio, en un punto móvil de luz trémula.
ESCUELA DE ARTE CRUZ NOVILLO
Se proyectan “El saludo” (1996), “El quinteto de los silencios” (2000), “Cuatro manos” (2001) y “Observancia” (2002). Esta última es de las más duras de ver de “Vía Mística”: Viola nos sitúa ante el rostro de una serie de personas que hacen fila para ver lo que nadie quiere ver. En sus ojos hay pánico, dolor, alguna lágrima. A todos les cuesta mirar y cuando lo hacen la tristeza aumenta en sus miradas. Los hay que buscan el consuelo en el otro a través de un abrazo o una caricia. Necesitan algo a lo que agarrase.
Pero, aunque la obra puede dejar mal cuerpo, todo depende de la interpretación que haga cada espectador. Así, la comisaria, Carla Luelmo, se queda con que “todo el mundo se une por algo que le ha pasado a alguien, mostrando una sociedad que todavía tiene respeto hacia el dolor ajeno, en la que todavía hay un sentimiento de humanidad. Es una obra que te incita a la solidaridad”.
En “El saludo” (1995) dos mujeres hablan sin prisa en la calle, en mitad de la noche, hasta que hace acto de presencia una tercera mujer salida de no sabemos dónde, atractiva pero inquietante. Su imagen alegra a la mujer a la que conoce y saluda, pero la otra se queda al margen, incómoda. Su mirada podría interpretarse como de desconfianza o celos. La obra está inspirada en el cuadro “La Visitación” (1528-1529), de Jacopo Pontormo, en la que la Virgen María y su prima Isabel se abrazan cariñosamente ante los rostros inexpresivos de otras dos mujeres que observan la escena.
MUSEO DE ARTE ABSTRACTO ESPAÑOL
“El estanque reflectante” (1977-79), “No dicho” (2001), “En bucle” (2013) y “Madison” (2013)
La angustia, soportada en silencio, aparece reflejada en los rostros borrosos de un hombre y una mujer en “No dicho”, donde el sufrimiento no parece tener final, mientras que en “Cuatro manos” Viola se centra en los movimientos simbólicos de las manos de cuatro personas de distintas generaciones (un niño, sus padres y su abuela).
En “Sharon” y “Madison” el agua vuelve a ser protagonista como metáfora del pasado del tiempo, en cuyo interior los seres humanos se mecen suavemente y parecen existir sin respirar: es el agua quien les da la vida.