Santiago Segura ha conseguido algo casi impensable en el cine español, convertirse en el director más rentable durante dos décadas gracias a Torrente, ese personaje procedente directamente de la caspa patria que con sus cuatro secuelas casi ha estado a punto de fagocitar de éxito la carrera del director madrileño, aunque en su faceta de actor hay que reconocerle cierta capacidad para componer un catálogo de personajes diferenciado, sin abandonar su vis cómica y sacando provecho de un físico familiar fácilmente reconocible.
Han pasado cuatro años desde la última aventura de Torrente y Segura intenta demostrar su potencial para sobrevivir a su personaje más famoso. Sin llegar a abandonar el género de la comedia, Sin rodeos se sirve de un personaje femenino que aglutina algunos de los tópicos más consabidos de la sociedad actual, como el reemplazo generacional (personificado en la mediática Cristina Pedroche) marcado por la fuerza de las redes sociales o la crisis personal que aqueja a la mujer en la cuarentena, todo para valorar y empoderar (la palabra es del propio Segura) a Paz, personaje convincentemente resuelto por la valía de Maribel Verdú (la mejor seducción de la película), que resulta como el reverso de Torrente: al final consigue romper todas sus ataduras familiares, profesionales, sociales y culturales, aunque sea con la ayuda de un placebo suministrado por el gurú interpretado por el propio director. Si la fórmula funcionara en el espectador estaríamos ante la receta perfecta para disfrutar del cine sin más rodeos.
La película acierta en la presentación de diversas situaciones que son reflejo plausible de las diferentes taras y lacras que aquejan a nuestra sociedad, facilitando la empatía con los problemas y la identificación con las desventuras de Paz. Pero la fórmula solo funciona parcialmente, y la sucesión de contextos (casi meras poses) resultan algo iterativos, así que la crónica va perdiendo interés hasta llegar a ese final dulcificado propio de cualquier comedia romántica al uso, que afloja el resultado y hace que se echen de menos ingredientes como la crítica, la ironía, el compromiso, la sátira… en su medida dosificada. Todo se antoja demasiado correcto políticamente, y la película se convierte en una funcional comedia al servicio de una idea solo conseguida parcialmente, rentabilizar la conciencia social sobre la condición femenina desde una lectura sencilla y entretenida. Loable intención, no está mal pero ningún poso persiste en la memoria tras la palabra fin.
Sin rodeos entretiene y se puede disfrutar a ratos con agrado, a lo que contribuye en desigual medida el manido recurso de Santiago Segura a sus colegas para diferentes cameos. Por aquí aparecen, entre otros, El Gran Wyoming, Florentino Fernández, Cañita Brava, Mario Vaquerizo y Alaska. Promete, pero habrá que esperar para descubrir si hay otra vida segura más allá de Torrente.